Amad a vuestros enemigos

Los cristianos hemos sido objeto una vez más de burla y escarnio con ocasión de la despedida del año viejo y estreno del año nuevo 2025, en TVE. Los sentimientos religiosos cristianos han sido atacados con la burla blasfema al Sagrado Corazón de Jesús. Mi reprobación más absoluta a actos como este, que traspasan todas las barreras del respeto mutuo, de la convivencia democrática y de la vergüenza humana. Además, son actos que se repiten con cierta frecuencia en este mundo occidental de hondas raíces cristianas por parte de los que quieren arrancar tales raíces.

Lo siento por ellos, porque cuando una persona actúa así, ha perdido en mucho su dignidad humana. Y la burla agresiva esconde heridas inconfesables, que hacen sufrir -y mucho- al que las padece. Si a esto se añade que detrás hay un apoyo institucional, sea del gobierno de turno, sea de los poderes reinantes, sea de quien sea, más grave todavía.

Pero no podemos quedarnos ahí. Entiendo a los que protestan, al verse ofendidos y atacados en sus sentimientos más hondos. La reacción natural es la de devolver ataque con ataque, insulto con insulto, y de esta manera no arreglamos nada, o no llegamos al fondo de la cuestión. Comprendo y disculpo la protesta, pero la ocasión es propicia para una reflexión más profunda.

En el núcleo del mensaje evangélico se encuentra la enseñanza de Jesús: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian […] Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman […] Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo” (Lc 6, 27-35).

Así ha actuado Jesús, no sólo de palabra, sino con sus actitudes vitales. Así ha muerto Jesús, perdonando desde la Cruz a los que estaban matándole con todo tipo de torturas: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,35). Así han afrontado el martirio todos los cristianos que han sido llevados al patíbulo, perdonando a sus verdugos.

Aparentemente, esa actitud de Jesús y de los mártires parece una actitud pasiva, de tolerancia, de conformismo. Y muchos piensan que así no arreglamos nada. Nada más lejos de esto. Quienes adoptan esta actitud, comenzando por Jesús y siguiendo por los mártires y por todos los que soportan cualquier tipo de ofensa, ponen en acto uno de los resortes más potentes del corazón humano. Porque no se dejan llevar por la inercia reactiva de devolver mal por mal, sino que reaccionan dejándose mover por una novedad que viene de lo alto. Una actitud de perdón a los enemigos solo puede venir de Dios.

Y esa es la gran novedad que cambiará el mundo. Esta reacción cristiana, la de Cristo y la de los mártires, es la novedad que redimirá al mundo de sus culpas y pecados. Es la única actitud que sanará las heridas más profundas de las que supuran los insultos y las vejaciones.

A veces se oye que no serían capaces de lanzar estos insultos a otros colectivos o religiones. Claro que no. La reacción sería de tal calibre y la venganza seria de tal tamaño que nadie se atreve ni siquiera a intentarlo. Sólo son capaces de hacerlo con los cristianos, porque saben que sólo ellos son capaces –no todos- de reaccionar como reacciona Cristo y reaccionan los mártires. Ante estos hechos que lamentamos y reprobamos sólo le cabe a un cristiano amar más, amar de otra manera, reparar la ofensa, sanar las heridas de donde salen esos insultos con un amor que no brota de la carne ni de la sangre, sino de Dios. La Navidad es una ocasión propicia para ello.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

 

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