«Jesús de Nazaret»

Diócesis de Córdoba
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La diócesis de Córdoba comprende la provincia de Córdoba, en la comunidad autónoma de Andalucía y es sufragánea de la archidiócesis de Sevilla.

Artículo del profesor de cristología y sacerdote diocesano de Córdoba Jesús Poyato Varo.

El pasado 10 de marzo fue presentado en Roma el segundo volumen de Jesús de Nazaret. De la entrada en Jerusalen hasta la resurrección, de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. Se trata de un testimonio conmovedor del Santo Padre en su búsquedad personal cuya lectura al público interesado, sin duda, va a fascinar; es una obra oportuna especialmente para los creyentes que podemos leer y meditar en este tiempo de cuaresma.

Como el mismo autor nos señala en el Prólogo (p. 8), su género se inscribe en el tratado de los misterios de la vida de Jesús, aunque con una orientación distinta y con aportaciones decisivas para la cristología. Sobre este género, el Catecismo nos enseña (n. 516) “que toda la vida de Cristo es Revelación del Padre: sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de hablar”. Por tanto, hablar de los misterios de la vida de Jesús significa creer que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, y por tanto, que toda su vida es una continua enseñanza y revelación.

Después de hacer una primera lectura de todo el libro me venía a la memoria el prólogo del Evangelio de San Lucas, a menudo desconocido: “Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros (…) he decidido yo también después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” (Lc 1, 1-4). A mi juicio, el Papa pretende justamente con su libro mostrar la solidez de los escritos del N.T., y en particular de los Evangelios, frente a una interpretación que a menudo duda de su veracidad histórica, para reducirlo exclusivamente al ámbito de la fe. Ciertamente, el Evangelio es anuncio de fe, de la Buena Noticia de Jesús, pero un testimonio que se funda en la historia, en lo que ha sucedido y nos transmiten unos testigos. En este sentido, escribe el Papa: “Desde el punto de vista teológico se debe decir que, si fuera realmente imposible demostrar de manera científica la historicidad de las palabras y de los acontecimientos esenciales, la fe perdería su fundamento. (…) Por eso es importante para nosotros determinar si las convicciones de fondo de la fe son históricamente posibles y creíbles, incluso frente a la seriedad de los actuales conocimientos exegéticos” (p. 127).

Para este propósito, el Papa propone integrar dos hermeneúticas, que en muchas ocasiones se han visto separadas con resultados negativos: la de la fe y la de la historia. Se trata de la disyuntiva entre una exégesis (lectura) de confianza en los Evangelios, y otra de sospecha y duda, como si la Iglesia hubiese creado un Cristo a su medida e interés, manipulando los textos, y por consiguiente, sin ningún fundamento en la verdad histórica de los hechos. El autor intenta mostrar la concordancia que se da en el Evangelio entre fe e historia, aun manteniendo la distinción. Ambas se necesitan y se complementan en el N.T.  

El Papa pretende mostrar la historicidad de las palabras y de los acontecimientos esenciales que nos transmiten los Evangelios. Se trata de la fiabilidad de las narraciones evangélicas y del dato histórico que contienen. Los evangelistas no están interesados en contarnos con exactitud cronística los hechos y dichos de Jesús. Los relatos están dentro de la forma de “testimonio” que va más allá de la simple preocupación por los detalles empíricos de la vida de Jesús. El testimonio de los apóstoles no debe ser confundido con un relato histórico en estado bruto, como si fuese un relato fotográfico en forma casi de secuencia filmada de la realidad.

El testimonio apostólico se basa, por tanto, en una relectura y comprensión de los dicho y hecho por Jesús. Los evangelios presentan lo esencial de la experiencia histórica en que Jesús desempeña un papel central. Pero la forma de organizar la materia alrededor de este centro muestra gran flexibilidad debido a diversos factores lógicos: el punto de vista de cada evangelista, sus fuentes, la adaptación a sus destinatarios, entre otros. Todo esto no es limitación u obstáculo a la historicidad. En este sentido, el Papa manifiesta y distingue a lo largo de los nueve capítulos del libro lo esencial, las convicciones de fondo de la fe que deben ser históricamente posibles y creíbles, de los detalles que pueden quedan abiertos y sobre los que hay que seguir estudiando (p. 127).

En definitiva, la hermeneútica de la fe propuesta por Joseph Ratzinger-Benedicto XVI quiere recuperar los principios metodológicos enunciados en Dei Verbum 12, a la hora de interpretar la Escritura. Los Evangelios narran acontecimientos históricos aunque releídos a la luz de la Pascua; no son biografías de Jesús sino testimonios de fe. El anuncio de la Buena Noticia de la salvación acaecida en la historia. En este acercamiento al texto bíblico es muy valiosa la recomendación que nos hace el Papa: “(…) aprender a dejarnos guiar: la voluntad de no tergiversar los textos según nuestros criterios, sino dejar que su Palabra purifique y profundice nuestros conceptos” (p. 144).

No es posible entrar en todos los detalles de esta hermeneútica teológica expuesta por el Autor, pero quisiera apuntar dos ejemplos a mi juicio muy significativos que giran en torno a cuestiones esenciales de la fe cristiana. El primero de ellos es el capítulo quinto dedicado a la institución de la eucaristía. Para la fe cristiana, la eucaristía es el tesoro más precioso y del que se alimenta y vive la Iglesia. Por ello es muy importante garantizar su fundamentación histórica. En este sentido dirá el Santo Padre: “El mensaje neotestamentario no es sólo una idea; pertenece a su esencia el que se haya producido en la historia real de este mundo: la fe bíblica no relata historias como símbolos de verdades metahistóricas, sino que se funda en la historia que ha sucedido sobre la faz de esta tierra. Si Jesús no dio a sus discípulos su cuerpo y su sangre bajo las especies del pan y el vino, la celebración eucarística quedaría vacía, sería una ficción piadosa, no una realidad que establece la comunión con Dios y de los hombres entre sí” (p. 126).

El segundo se refiere a la resurrección de Jesús (capítulo 9). El Papa escribe: “La fe cristiana se mantiene o cae con la verdad del testimonio de que Cristo ha resucitado de entre los muertos” (p. 281); “Por esta razón, en nuestra investigación sobre la figura de Jesús la resurrección es el punto decisivo” (p. 282). La fe cristiana no es un mito, una moral, una ideología o un simple sentimiento religioso, sino que su fundamento en la vida de Jesús es sólido: “Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente” (p. 282).

Para terminar, el libro cumple su objetivo, comprender la figura de Jesús, su obra y su palabra (p. 10). Con su estilo profundo y directo, con preguntas que van al núcleo de las distintas cuestiones estudiadas, con un uso bibliográfico amplio y variado y con finura y prudencia en las valoraciones de las propuestas de otros autores, el Papa nos ofrece un apasionado testimonio de la verdad de Jesús, consignada en los Evangelios, que merecen toda confianza.. Estoy seguro que este libro va a marcar un hito muy importante en el acercamiento al N. T. Con esta nueva entrega, aún sin ser un texto magisterial, el sucesor de Pedro vuelve a confirmarnos en la fe. Gracias Santo Padre.

Jesús Poyato Varo
Sacerdote. Profesor de cristología

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