«Al trasluz» nos introduce en el tiempo santo de Cuaresma. Antonio Gil describe las tres etapas que el Señor nos pide: oración, ayuno y limosna
“La Cuaresma es el tiempo para redescubrir la ruta de la vida”, nos dice el papa Francisco, comentando este “tiempo fuerte” en la liturgia de la Iglesia. Y subraya: “Porque en el camino de la vida, como en todo viaje, lo que realmente importa es no perder de vista la meta. ¿Y cuál es la meta? El Señor es la meta de nuestro peregrinaje en el mundo. La ruta se traza en relación a Él”.
El Evangelio propone tres etapas, que el Señor nos pide recorrer sin hipocresía, sin engaños: “La oración, el ayuno y la limosna”. La oración, como apertura al Dios bueno cuya palabra transforma y alienta; el ayuno, como vaciamiento personal de deseos vanos para que el ansia del Reino sea lo que nos llene. Y la limosna, como desprendimiento generoso de lo que somos y tenemos para ofrecer vida a otros, compartir dones, bienes, sentimientos y mutuas ayudas.
El primer domingo de Cuaresma nos ofrece el paisaje del desierto, lugar de encuentro con Dios, pero también de prueba. Las tres “tentaciones” tienen un denominador común como telón de fondo: “Deja a tu Dios y elige otros caminos para ser feliz. Dios no te hará feliz; al contrario, será un obstáculo para tu felicidad”. Jesús al responder al “tentador” no entra “en el diálogo”, sino que responde a los tres “desafíos” solo con la Palabra de Dios. Y nos indica los remedios: “la vida interior, la fe en Dios, la certeza de que Dios nos ama, de que es Padre, y con esta certeza superaremos toda tentación”.
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