Ordenación sacerdotal de Kenneth Iloabuchi

Diócesis de Cartagena
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La diócesis de Cartagena es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la catedral de Santa María, situada en la ciudad de Murcia.

Homilía del Arzobispo de Abuja (Nigeria), en la parroquia de San Andrés de Murcia, el 29 de septiembre de 2013.

«Cantad de alegría en el Señor,… porque el Señor es bueno», este texto del salmo 99 es un fragmento del salmo que hemos leído en la misa de hoy. Es realmente apropiado que cantemos de alegría al Señor porque ha hecho maravillas en nosotros a través de la ordenación sacerdotal de nuestro hermano, nuestro amigo, nuestro hijo, el reverendo Kenneth Chukwuka Iloabuchi. «¡Su favor dura para siempre, su fidelidad continúa a través de generaciones!». Que su nombre sea bendito.

Sí, debemos cantar al Señor porque realmente es grande en esta ocasión de alegría. Esta realmente es una ordenación diferente. Aquí, en esta parroquia, en esta Diócesis de Cartagena, un nigeriano es ordenado sacerdote por un cardenal que procede de la Archidiócesis de Abuja en Nigeria. Este resultado providencial del amor no llega a nosotros cada día. Todos debemos dar gracias a Dios por el bien que ha hecho. Que su nombre sea bendito.

«No me habéis elegido vosotros a mí», esto es lo que Jesús nos ha dicho en el Evangelio de hoy. «Nadie lleva el honor en sí, sino que debe ser llamado como lo fue Aaron». Más que nadie, Kenneth sabe muy bien que él no ha elegido a Dios, sino que Dios lo ha elegido a él. Su historia personal es una maravillosa demostración de la bondad de Dios que escoge a quien quiere. Él desea en ocasiones a las personas que menos pensamos. En ocasiones, los menos probables. Al final del día, todos y cada uno de nosotros, llamados al sagrado presbiterado, sabemos muy bien que es el Señor mismo quien hace maravillas ante nuestros ojos. Nuestra vocación presbiteral es un puro regalo de Dios, de la gracia de su amor, en el que debemos ser siempre agradecidos. Esto también se refleja en la primera lectura del profeta Isaías «El Señor me ha ungido… y me ha enviado». La unción del Señor está en su iniciativa. Y si el Señor no consagra, nosotros no somos enviados. Es su elección, su consagración, su envío, lo que nos capacita para hacer aquello que nos pide. Porque el Señor nos ha ungido, su Espíritu está sobre nosotros. Con la imposición de manos de hoy sobre el Reverendo Kenneth y las palabras de consagración, el Espíritu Santo vendrá sobre él. Él será consagrado con el Santo Crisma, con lo que será transformado en sacerdote del Nuevo Testamento. Es lo que San Pablo, en la carta a los Efesios de hoy, nos exhorta e invita a todos «vivid en la vocación que habéis recibido». Es una vocación que se ofrece a nosotros gratis. Si esto es así, lo menos que podemos hacer es ser agradecidos por el gran regalo de Dios, por medio de sacar lo mejor de nosotros y entregar nuestra vida a esta vocación. Lo que él dice en este pasaje es igualmente cierto y válido para la vocación a la vida sacerdotal. Kenneth debe tomar nota de aquello que ha recibido, una vocación de Dios, y debe entregarse en vida a esta llamada, haciendo lo mejor.

Sólo hay una llamada y la llamada es para llevar la Buena Noticia a los pobres. Es lo que leímos en Isaías 61, 1-3. «El Señor me ha ungido para proclamar la Buena Noticia a los pobres». Evangelizar es la propuesta y el fin de nuestra llamada. Este texto concreto de Isaías fue el texto que Jesús utilizó cuando comenzó su ministerio en la sinagoga de Nazaret, como leemos en el Evangelio de Lucas 4. Este mismo pasaje profético se ha convertido en usual para ocasiones como esta, cuando consagramos personas para un servicio especial en el Señor. «El Señor me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres». Esto también se dice de manera distinta por San Pablo cuando él comenta que el Señor nos llama a «constituir el Cuerpo de Cristo», el único cuerpo de Cristo. La edificación del cuerpo de Cristo es una llamada que todos hemos recibido, pero especialmente aquellos de nosotros llamados a la ordenación ministerial. Hagamos lo que hagamos, debe ser dirigido hacia la edificación del cuerpo de Cristo, no engañando a la gente o destruyendo el edificio del amor de Dios, que es la Iglesia. La vida de Kenneth es muy instructiva en este sentido. Él emprendió el arriesgado viaje a Europa, tratando de encontrar los verdes pastos, de tener una vida exitosa. La cantidad de sacrificios que la gente está dispuesta a realizar por cosas materiales, no debería ser nada comparado con la cantidad de sacrificios que deberíamos estar dispuestos a hacer para alcanzar la vida eterna. ¿Estamos listos para dejar a un lado nuestras vidas por amigos o vecinos? La mayoría de las veces no esperamos dejar a un lado nuestras vidas. Con frecuencia, todo ello requiere un poco de sacrificio, dejando un poco de nuestra conveniencia y un poco de nuestras necesidades para satisfacer las necesidades de otros. A nosotros, que hemos sido llamados al ministerio, se nos recuerda constantemente que el sacrificio es parte esencial de nuestra vida. Cuando vamos al altar cada día para ofrecer el sacrificio en la persona de Jesucristo, nuestras acciones no pueden ser gestos vacíos. Deben ser reflejo de nuestra vida diaria. El sacrificio que se actualiza en Él debe ser expresado en nuestra vida diaria, y en como lo referimos a aquellos que son puestos bajo nuestro cuidado pastoral. Es la llamada común que todos hemos recibido.

Diferentes medidas, diferentes ministerios. Donde nuestra llamada es una, nuestros dones difieren en medidas, son distintos ministerios y diversos. San Pablo nos recuerda en la carta a los efesios que para cada uno de nosotros la gracia ha sido dada de acuerdo con la medida del don de Cristo. Lo que significa que nosotros no hemos recibido el don de Dios de igual manera. No obstante cada uno es llamado a hacer lo máximo en lo recibido. El Señor Jesús ilustró esto en la parábola de los sirvientes que recibieron distintos talentos: uno recibió cinco, otro recibió dos, otro recibió uno. Todo lo que su señor esperaba es que cada uno diese un buen uso del don que tiene. En la Iglesia nosotros somos beneficiarios de la gracia de Dios y todos estamos agradecidos a Dios por aquello que tenemos. Nosotros le agradecemos la gracia que también otros reciben del mismo Dios. En el tema de la gracia de Dios, no hay lugar para rivalidades o celos; simplemente le damos gracias por su bondad.

De la misma manera, Dios da diferentes dones a gente distinta como leímos en la epístola de San Pablo a los efesios. «Unos reciben el don de ser apóstoles, otros de profetas, otros de evangelistas, pastores o maestros». De manera que cada uno recibe su propio don para el ministerio que le es encomendado. Nadie queda sin tarea en la labor de la Iglesia de Dios. Debemos todos examinar sinceramente nuestra conciencia y preguntarnos: «¿Qué tarea me ha dado Dios para su Gloria y el bien de mi prójimo?». No tenemos que buscar muy lejos para encontrar lo que es. Generalmente se encuentra unido con el don que recibimos, o en términos de recursos, lo ha puesto a nuestra disposición en donde hemos sido colocados. Esto determina lo que estamos llamados a hacer en servicio de Dios y de la humanidad. Esto es lo opuesto a vivir nuestra vida en absoluto egoísmo. Qué maravilloso sería el mundo si nosotros fuésemos capaces de compartir con los demás lo que el Señor nos ha regalado. Kenneth recibirá varios ministerios conforme con los talentos que Dios le ha dado. Que Dios dé éxito al trabajo de sus manos.

De algún modo, Kenneth es un misionero procedente de Nigeria, pero un misionero en un sentido muy peculiar. Él no fue enviado desde Nigeria para ser sacerdote en España, sino que Dios lo rescató en España para hacerle misionero. Debemos felicitar a la Diócesis de Cartagena por dar la bienvenida a Kenneth, cuando él llegó aquí, solo y confundido. En particular, hoy debe ser un día de alegría para los presbíteros que primero salieron a su camino, para extender una mano acogedora hacia este joven de color procedente de Nigeria, para aquel forastero que fue recibido como hermano en Cristo. Hoy, Kenneth se ha convertido en miembro del presbiterio de la Diócesis de Cartagena. Él ya no es un forastero, porque es uno con el resto del pueblo de Dios en esta Diócesis. Esto es precisamente lo que San Pablo quiere decir en la lectura a los efesios de hoy, él que vivió en una ciudad cosmopolita del imperio romano: «Hay un solo cuerpo y un solo espíritu, en Dios, en la llamada que recibimos y nos dio el mismo espíritu a todos. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios y padre de todos». Esta es nuestra fe. Así como felicitamos a esta Diócesis por la bienvenida a Kenneth de esta manera, así también rezamos para que la sociedad en general abra su corazón y dé la bienvenida a todos aquellos que se consideran forasteros y extraños, especialmente a aquellos que se encuentran en mayor necesidad. Sea cual sea la misión que se le asigne a Kenneth, estoy seguro que en ella encontrará su corazón para acercarse y recibir a aquellos que están solos y marginados, no sólo gente nigeriana y africana, sino también a cualquiera que esté aquí y se sienta no deseado. Esta es una misión importante para la que considero a Kenneth dispuesto y bien preparado.

Para concluir, deseo dar las gracias a Monseñor José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena, por invitarme para una ocasión tan maravillosa. La cual es para mí una gran alegría. Él ha extendido su mano fraternalmente hacia la Iglesia de Nigeria, a través de nuestro hermano Kenneth. No me cabe duda de que este gesto ha producido un vínculo de amor y fraternidad entre dos Iglesias que será duradero y producirá fruto abundante. En todo demos gracias al Señor Dios por su bondad hacia nosotros, y continuemos alabando su santo nombre.

¡Cantemos de alegría al Señor porque el Señor es Bueno!

+ John Cardinal Onaiyekan

Arzobispo de Abuja (Nigeria)

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