Si el grano de trigo no cae en tierra y muere

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, para el domingo V de Cuaresma.

«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre», se nos dice en el Evangelio de Juan, pero también, con carácter de urgencia decía Jesús en su predicación que es la hora de la conversión y de la predicación del Evangelio a los pobres. Dios se ha empeñado en regalarnos la vida eterna, por eso sigue saliendo a los cruces de los caminos para ofrecernos la salvación como el padre del hijo prodigo. Se pone de relieve el valor del abrazo, de la acogida, del perdón y de la misericordia. La Palabra nos revela la infinita bondad de Dios que nos ha regalado la vida y la obra de la creación… y, a pesar de nuestros pecados, que son fruto positivo de nuestra desobediencia a Dios, está empeñado en ofrecernos la salvación. La redención que necesita el hombre solo puede venir de Dios. La iniciativa es de Él, que mirando la desventura del género humano, al llegar la plenitud de los tiempos envió a su Unigénito para que nos rescatara de su lejanía y nos acercara a su corazón de Padre. Esta aventura de la Historia de la Salvación la ha protagonizado el Señor Jesús, el cual, en el pleno deseo de aceptar la voluntad del Padre, aprendió a obedecer. Por su obediencia filial expió la desobediencia de nuestro pecado y gracias a su obediencia la paz quedó restablecida.

Podía el Señor habernos dejado en aquella situación, lejos de Él, merecida por nuestros pecados; pero tanto amó Dios al mundo que no paró hasta dar a su Hijo Unigénito. Sin perder la naturaleza divina, el Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó, por obra del Espíritu Santo, de María Virgen, como podréis recordar del Credo. Se hace uno de nosotros, el más pequeño entre nosotros, el varón de dolores, que anunciaba el profeta Isaías y cargó con el gran peso de nuestros pecados, hasta la cruz.

El empeño por nuestra salvación lo notamos en los infinitos mensajes y en la insistente llamada a la conversión que recibimos para volver el rostro a Jesucristo. Este año tenemos nuevas oportunidades, así que ánimo, vivamos con serenidad y con valentía el Misterio de la Redención en estos días previos a la Semana Santa. El Papa Francisco está continuamente denunciando nuestras fachadas y apariencias, como contrarias a la vida evangélica, por esta razón nos urge a la coherencia y a la firmeza de la fe, a dar testimonio de ella, a no dejarnos llevar de los miedos ni del qué dirán. Os pido que mantengáis una confesión de fe en Jesucristo coherente, clara y valiente, dentro de un mundo complejo, confuso y oscuro. Debemos ser los hombres y mujeres de la certeza y de la verdad, porque la luz del Evangelio y la belleza de la fe se necesitan en nuestra sociedad.

Lo que la liturgia nos pide esta semana es participar plenamente, con corazón de creyente, en el misterio de Cristo, del grano que muere, porque solo así daremos fruto. Cuando seamos capaces de dar la cara al mundo con una confesión clara y valiente de la fe, nada de «paños calientes», confesando la fe de la Iglesia, veréis cómo sentiréis la fuerza arrolladora de Dios. En este momento se comienza a entender lo que San Pablo decía que solo se gloriaba en Jesucristo y éste crucificado.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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