Carta del obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca
En esta semana, el evangelista san Lucas nos presenta una decisión firme de Jesús: ponerse en camino hacia Jerusalén, un viaje que terminará con la glorificación del Señor y la realización de la voluntad del Padre. A partir de este momento comienza una historia nueva para la humanidad, porque esta va a ser testigo de primera mano de la voz de Dios en la predicación de Jesús y podrá ver los signos extraordinarios que irá haciendo Nuestro Señor en el camino de la vida. El evangelista san Lucas se encargará de presentar a Cristo con el bello rostro de la misericordia entrañable, el poder de su Palabra y el amor a todos, porque se le podrá ver siempre cerca de los necesitados, de aquellos que van por la vida a su suerte, de los enfermos y proscritos, los expulsados o desterrados de la sociedad… Jesús está cercano a todas las periferias humanas y les da de comer, les mirará con ojos de fraternidad, tendiendo las manos a todos. Jesús pasó haciendo el bien. No dejó de atender a todos los que desde los caminos le gritaban pidiéndole ayuda, ni dejó de perdonar los pecados, invitando a todos a mirar al Padre. Su fama fue cundiendo rápidamente por todo el país y se le admiraba.
Jesús sabe que su meta es la cruz y sigue adelante con una ejemplar obediencia al Plan del Padre; ya desde ahora, caminará como cordero llevado al matadero, de sus labios nunca salieron ni quejas, ni lamentos; ante esto no abrió la boca, caminaba con libertad absoluta, con la firmeza del que ha dicho que la voluntad del Padre es su guía, hasta llegar a la Pascua, a la glorificación del Señor. Jesús estaba decidido a caminar hasta Jerusalén y no quiso dar vueltas, por eso decidió atravesar Samaría, a pesar de las dificultades que planteaba esa ruta, porque ya sabéis que judíos y samaritanos no se llevaban bien. Y ahí está Jesucristo, dando la lección de humildad más grande de la historia con una serenidad ejemplar, cumpliendo Él, primero, lo que luego les aconsejará a sus discípulos, ante las represalias e insultos de los samaritanos: “amad a vuestros enemigos… orad por los que os injurian… sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,27-28.36).
Jesús no va solo en el viaje a Jerusalén, le acompañan los discípulos, los que respondieron afirmativamente a la invitación que les hizo el Señor para que le siguieran. Jesús quiso expresamente implicar a estos hombres y les llamó por su nombre para ser pescadores de hombres, les iluminó su inteligencia y el corazón para que se pusieran en camino y así lo hicieron. Estos hombres fueron valientes, lo dejaron todo, a pesar de no saber a dónde iban, sólo se fiaron de Jesús y se pusieron en marcha con coraje, dejando atrás todas las “seguridades”, iban a lo desconocido, con la fuerza del Espíritu de Dios, aunque no le conocían aún. Cuando eres guiado por el Señor, el corazón experimenta una profunda e inexplicable alegría, y esto les pasó a estos hombres, se pusieron a disposición de Dios con una gran generosidad y se abandonaron en Jesús, que les daba seguridad.
Ellos comenzaron a experimentar junto a Jesús que deben confiar en la voluntad del Padre, es una de las primeras lecciones aprendidas; que deben hacer silencio en el interior para escuchar la voz de Dios y hacer que emerja en el corazón el deseo del encuentro en la fe con Él, por medio de la oración.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena