Perseverar en la oración

Tenemos experiencia de la riqueza de la Palabra de Dios y lo que aporta a nuestra vida y costumbres, pero no debemos dejar de escuchar a Jesús, porque en este domingo nos pide que oremos siempre sin desanimarnos y nos propone la parábola de la mujer que no se cansaba de interceder para que se le hiciera justicia. Lo que Jesús nos dice es que descubramos la fuerza de la oración ante el Señor, que no nos cansemos de orar, de confiar en Dios sabiendo que nos escucha; de vivir esto con una fe viva, a pesar de todas las dificultades que nos acechen; de fiarnos de Dios.

La Palabra comienza con el ejemplo de los israelitas, cuando Moisés oraba al Señor por la victoria sobre sus enemigos. En la batalla, Moisés oraba a Dios pidiéndole su ayuda. Mientras él mantenía los brazos elevados, los israelitas llevaban las de ganar. Si él aflojaba en su oración, todo se venía abajo. Con esta lectura entendemos que no podremos hacer nada sin la ayuda de Dios. Claro, que esto nos exige un cambio de mentalidad, una verdadera conversión, fiarnos más de Dios y no hacer caso de la mentalidad mundana, que se basa en la eficacia, en los medios técnicos, en las potencias de la persona, en la ciencia…, sin prestar atención a Dios, al que se pretende “despedir” de este mundo. Si caemos en la trampa de la falta de fe, es que hemos olvidado las palabras de Jesús: «Sin mí no podéis hacer nada». Por eso es necesario releer el salmo una y otra vez: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra». Esta es nuestra fe y no debemos olvidar la grandeza de Dios y nuestra debilidad, para orientar nuestra vida hacia el Señor.

El cristiano que ora expresa, en este acto, su fe, puesto que la oración es el diálogo amoroso con el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, tal como santa Teresa de Ávila nos invitaba, a que pasemos buenos ratos con Dios, el amigo que más nos ama. Con santa Teresa de Jesús, hablar de oración es hablar de amistad personal, de una relación que nos llena el corazón y nos cambia la vida, de encuentros y diálogos… Por eso, para ella orar «no es otra cosa sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama». Dios quiere nuestro bien y el bien del mundo y nos ha demostrado que lo quiere más que nosotros mismos, con mayor profundidad. El Señor nos ayuda a no ser autosuficientes y a mantener ante Dios y ante los demás una postura de humildad y de confianza, sin cansarnos, aunque nos parezca que no nos escucha.

Perseverar, caminar y confiar nos pide Jesús, con una fe fuerte, con confianza, a pesar de que en nuestra vida encontremos muchas dificultades. Esta confianza se destaca en el Evangelio, cuando nos pide que no nos desanimemos o, lo que es lo mismo, no perdamos la esperanza. «La esperanza cristiana no es una simple espera de algo que «quizás» o «seguramente» se realizará, sino la consecuencia de la fe expresada en la plegaria: aquello que ya es, no fallará, no puede fallar, sino que llegará a su plenitud. Si aún no ha llegado, si nos parece que tarda, debemos respetar la «paciencia de Dios»».

Feliz domingo.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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