Parábolas del Reino

Escrito del Obispo de Cartagena en el Domingo XVII del Tiempo Ordinario.

Encontraremos en la celebración de la Eucaristía de este domingo los criterios para refrescar las prioridades de la vida cristiana: primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás puede esperar.

La Palabra que nos regala el Señor nos lleva a preguntarnos acerca de nuestra identidad, de nuestra condición de hijos de Dios y de cómo la vivimos, porque nos dice Jesús, que el Reino tiene un valor tal, que por él se da todo. El Señor nos tiene acostumbrados a hablarnos de cosas muy serias con un lenguaje sencillo, como podemos ver este domingo con las imágenes de un tesoro escondido o de la perla preciosa, queriendo resaltar la importancia del Reino de los cielos. Sería bueno que se leyesen con atención las parábolas que expone el Evangelio de este domingo y vean lo que significa darlo todo, dejarlo todo, perderlo todo,… para ganar el tesoro, la perla fina del Reino de Dios. ¡Este es el negocio que nos propone el Señor, perder cosas para ganar el Reino de los Cielos! Lo que nos propone el Señor es muy serio.

Si nos preguntamos acerca del Reino de Dios, partimos de algo muy claro, que no se ha de confundir en absoluto con ningún reino político y de que el Reino del que habla el Señor «no es de este mundo… no es de aquí» (cf. Jn. 18,36). En los evangelios se van ofreciendo pistas sobre la naturaleza del Reino de Dios y se nos dice que Cristo cumple la voluntad del Padre hasta el final y quiere establecer su Reino, no con las armas y la violencia, sino con la aparente debilidad del amor que da la vida. El Reino de Dios es completamente distinto a los de la tierra. En el relato de la Pasión, Jesús dice a Pilatos: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (v. 37). Jesús habla de rey, de reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad. Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha venido para dar testimonio de la verdad de un Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8-16) y que quiere establecer un reino de Justicia, de Amor, de Vida y de Paz.

El que se ha encontrado con Jesús posee el tesoro del Amor y de la Verdad de Dios, no necesita más, sólo Dios basta, diría Santa Teresa. Ahora se entiende la consecuencia de apostar por Cristo, «nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre» (cf. Ap. 1,5-6). En el texto de Apocalipsis aparece claro que no se trata de un reino político sino de uno fundado sobre la relación con Dios, con la verdad. Ser, pues, discípulos de Jesús significa no dejarse cautivar por la lógica mundana del poder, sino llevar al mundo la luz de la verdad y el amor de Dios, compartir, ser caritativos.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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