escrito del Obispo de Cartagena en el Domingo IV de Adviento.
La figura central de este domingo es la Virgen María, la humilde esclava del Señor que nos ha dado la más hermosa de las lecciones: hacer la voluntad del Altísimo de una manera sencilla y auténtica, como lo mejor. Ella le dijo un sí grande y hermoso al ángel de Dios, «aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Estas palabras le valieron el piropo que le dedicó su prima Isabel: «Bendita tú, que has creído en el Señor». María ha ejercido su libertad entregando su vida con el gesto más grande de amor. Una cosa tenía clara la Virgen María, que Dios era su único apoyo, su seguridad, su fuente de vida y esto lo vivió de una manera heroica. Todo lo contrario les pasa a los hombres de hoy, que las inseguridades en las que viven les llevan a la necesidad de «amarrar el futuro» y de programarlo rigurosamente de una manera compulsiva, creyendo que ya está todo arreglado, que ya han desaparecido los miedos, porque han puesto sus seguridades en sus propias fuerzas.
El secreto de la Virgen María es sencillo y está a la luz, se descubre con sólo mirarla a la cara, se fía de Dios. Para este Adviento nos debemos convocar nosotros en la decisión de aferrarnos a la fe. El amor irrevocable de Dios Padre, la energía vital de la Resurrección del Señor y la actividad incesante del Espíritu en la historia, en la comunidad cristiana y en cada uno de nosotros constituyen un cimiento sólido para confiar a la misericordia de Dios nuestro pasado y a su providencia nuestro futuro, individual y colectivo. Dios es nuestra mayor seguridad y nos dice sencillamente, no tengas miedo.
Veremos en esta Navidad cómo la fe de María no es vergonzante, no la oculta, sino que la pone en el candelero, para que alumbre a todos. Sólo hay que verla en las imágenes de la Navidad mostrando a Jesús en su regazo, ella se queda en un segundo plano, en silencio, con su rostro iluminado por la alegría, porque sabe que el protagonista es Jesús y la mirada se centrará en el Hijo de Dios. Ella se siente feliz ofreciéndolo a todos, que todo el mundo sepa lo fácil que es acudir al Señor, es más, se siente contenta de hacer de mediadora. De la Virgen María hemos aprendido muchas cosas, pero hay algo que no se nos puede olvidar: la importancia de abandonarse en Dios, es decir, el dejar todo para poder entregarse sin reservas a Dios, tener la seguridad que «quién a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta». Estamos a tiempo de recibir en esta Navidad a Jesús, al Salvador.
Ponte en camino, como María, para servir; ponte en el camino de la caridad, ve de prisa a llevarle al hermano las alegrías y la paz; vamos, salid de vuestras comodidades y acercaos al necesitado, al que padece hambre, al desconsolado, al que va sin rumbo por la vida… Imita a la Virgen María y abandónate en las manos del Señor, para poder servir mejor, mostrando a Jesús en tu regazo, quedándote en un segundo plano, en silencio, con el rostro iluminado por la alegría, pero sabiendo que el protagonista es Él. Os deseo a todos una feliz Navidad.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena