Los justos después de su muerte vivirán

Carta semanal del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes

Estamos llegando al final de la vida pública de Jesús, lo sabemos porque se plantean temas de tipo apocalíptico, controversias capitaneadas por el pequeño grupo de los saduceos, que negaban la resurrección. En la primera lectura se resalta el testimonio de fe en la resurrección de una familia, que se enfrenta con valentía a sus perseguidores defendiendo la fe a costa de sus vidas. He aquí un fuerte testimonio de amor perseverante y de confianza en Dios, especialmente significado en la madre de los jóvenes mártires, que asiste a la muerte de sus hijos animándoles, porque se encontrarán con el Creador. La fe en la resurrección es lo que sostiene a estos valerosos jóvenes mártires en medio del espectáculo sangriento.

Los saduceos estaban solos ante el mundo en estas cuestiones de fe, a ellos les interesaban más las cosas de aquí abajo, todo lo que se puede “ver y tocar”, como la búsqueda del poder, las alianzas políticas ventajosas, estar en la cresta de la ola socialmente, en toda clase de privilegios… A ellos, el Señor no les interesaba nada, sólo pretendían sacar provecho propio de sus controversias y malas intenciones. Ellos presentan a Jesús un caso extremo en cuanto a la resurrección con el fin de forzarle y dejarle sin respuestas. Pero el Señor es Maestro y sale airoso de estas situaciones. Su respuesta les centra en esta verdad de fe: que los que participan de la resurrección, de este regalo de Dios, no necesitan de matrimonio, por ser “inmortales”; su vida será la de hijos de Dios, participan de la gloria y vida divinas. Pero, para poder entender este regalo que nos hace el Señor es necesario tener fe y los saduceos carecían de ella.

La fe cristiana y la predicación de la Iglesia tienen su fundamento en la Resurrección de Cristo, por ser ésta la confirmación definitiva y la plenitud de la revelación. Cristo nos ha liberado del pecado con su muerte y, por su Resurrección, nos abre el acceso a la Vida Nueva. Jesús mira a sus discípulos y les anima a permanecer, a seguir sin desanimarse, en la confianza en sus palabras y les promete: “Yo vivo y también vosotros viviréis” (Jn 14, 19). Es decir: tendréis parte en mi vida, la cual se revelará después de la Resurrección. Los efectos del triunfo sobre la muerte y su Resurrección no se quedan sólo en sus amigos, sino que la mirada de Jesús se extiende a un radio de amplitud universal, porque todos los que crean en Él podrán participar de este regalo (cf. Jn 17, 20). Podremos participar en la gloria de Dios en Cristo, si permanecemos en la fe.

No hay don más grande que este, no lo merecemos, pero el inmenso amor de Dios misericordioso nos abre las puertas de la Vida después de la muerte. La fe nos lleva a confesar esto: “Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día” (CIC, 989). Lo único que se nos pide es vivir de cara a Dios, escuchar su voluntad, hacer el bien, no sea que cuando nos presentemos ante Él nos diga: “no te conozco” (cfr. Mt 25,12).

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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