La oración potencia la caridad

Carta del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, en el XIX Domingo del Tiempo Ordinario.

La oración potencia la caridad

XIX Domingo. Ordinario. C. 2016

En esta semana la liturgia nos reserva un tesoro, las dos cosas necesarias para la vida cristiana: la fe y la oración. Escuchemos atentamente el Evangelio donde se nos muestran los dos temas por medio de una sencilla y conocida parábola, la del juez inicuo y la viuda que insiste en ser escuchada. El texto contiene un mensaje directo para ver cómo Dios siempre hace justicia a los que acuden a Él y cómo nos ayuda a pasar por la puerta que nos ha abierto Jesucristo. Se nos anima a escuchar al Padre, dialogar con Él y presentarle nuestras necesidades en todo momento, sin necesidad de tener que hacer cola o de aguantar largos días de espera, porque las respuestas del Padre son inmediatas, porque Dios sabe atender siempre las súplicas que le hacemos: “si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias”, dice el salmo 33. Podemos tener la certeza de que la Palabra de Dios dará respuesta a nuestras preocupaciones cuando la leamos, “pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?”.

Fe y oración van de la mano en la vida espiritual, a las dos hay que cultivar con la misma intensidad. La fe es un regalo de Dios, nos la da gratuitamente; mientras que la oración nos permite estar muy cerca del corazón del Altísimo para decirle que creemos, pero que aumente nuestra fe, porque sólo desde la fe podremos reconocer su amor de Padre y su misericordia. En su primera encíclica, el Papa Benedicto XVI, nos dice que: “La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor. De este modo transforma nuestra impaciencia y nuestras dudas en la esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante las oscuridades, al final vencerá Él”. ¡Qué bendición más hermosa es el don de fe!

San Lucas subraya de manera excepcional las características esenciales de lo que significa la oración, avaladas por la misma actitud de Jesucristo como persona orante, las cuales nos sirven para aprender que en esta actividad debemos ser constantes y no desfallecer, que la oración debemos quererla, buscarla y amarla, para aprender a confiar. Jesús mismo nos ha enseñado a llamar siempre, a pedir insistentemente, a gritarle a Dios…, de esto Él nos ha dado ejemplo en las veces que se retiraba a orar, a levantar la vista a Dios Padre. Jesús nos pide que oremos: «Orad», «pedid en mi nombre», incluso nos instruyó en el modelo de oración, el Padrenuestro. Una vida seria de fe exige la oración y una vida intensa de oración te lleva necesariamente a un compromiso cristiano. La oración potencia la caridad, porque te acerca a la fuente del amor. Es impresionante la última pregunta en labios del Señor: “Cuándo venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”. La oración aumenta la esperanza: Mirad qué cosas tan bonitas nos ha dicho el Papa Benedicto XVI: “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad…, sé que el que reza nunca está totalmente solo”.

¡Qué maravilla poder creer para escuchar a Dios y hablar con el que sabes que te ama!

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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