La esperanza te llama al corazón

El cambio de escenario en nuestra vida real no es tan fácil como en el teatro, que con dos movimientos has modificado el ambiente de la escena y eso lo suelen hacer otros, los especialistas, pero en la vida real lo tenemos que hacer cada uno de nosotros. Me refiero al tiempo litúrgico que comenzamos este domingo, el Adviento. Todo cambia de color, se despertarán otros sentimientos y aparecerán sobre nosotros un sinfín de posibilidades, que vienen de la mano de la Palabra de Dios. El Adviento nos anuncia el feliz encuentro con el Mesías prometido y encarnado. Su encarnación nos diviniza, nos acerca más al corazón de Dios. En este tiempo se nos pide estar en vigilia y en espera ante la venida de Cristo. El Adviento es un tiempo nuevo al alcance de nuestras manos, será otra oportunidad para volver a escuchar la voz de Dios, que nos pide una vez más la construcción de una vida nueva, de una nueva humanidad, con valores nuevos, sin muros ni fronteras. El Señor te pide a ti esta tarea, pero recuerda que el que lleva la iniciativa es Él y que es suyo el proyecto. No podemos olvidar que el mundo ha salido de sus manos, que lo hizo bueno y nos lo ofreció para nuestro bien.

En Adviento escucharemos la llamada a la conversión y a fortalecer la fe, a descubrir a Dios presente en nuestra vida. La llamada a la conversión personal nos planteará salir de nosotros mismos y ponernos en camino, como Zaqueo (cf. Lc 19,4ss), porque la conversión comienza en el encuentro personal con Jesucristo, que nos mira a los ojos y nos llama por nuestro nombre. Jesús llama y pide una respuesta, ¿estás dispuesto a correr para buscar a Jesús, a dejar todo lo que te impide seguirle? Si nos ponemos en camino, podremos descubrir todas las debilidades y estructuras caducas que nos impiden una entrega total a Dios y, libres de esa pesada carga, el Espíritu Santo nos asistirá con su fuerza para que seamos capaces de vivir en total consonancia con la voluntad de Dios.

Ojalá podamos vivir este tiempo con la frescura de la confianza en Dios, con la entrega al proyecto de Jesús y sepamos descubrir a Dios y a los hermanos. Se trata de ensanchar el corazón todo lo que podamos para parecernos más a Jesucristo. Os propongo este texto del Papa Francisco, que nos prepara para una buena conversión personal y pastoral en este año de la sinodalidad: «Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: “¡Dadles vosotros de comer!”» (Mc 6,37). Es impensable que no pongamos todos los medios para hacer de nuestras comunidades auténticas comunidades que peregrinan y que anuncian sin descanso la alegría del Evangelio.

Amigos, os invito a dos cosas para este Adviento: a fortalecer la fe, a creer, a fiaros de Dios y a que estéis vigilantes, en expectación confiada y gozosa de Dios que nos salva y libera de ese mal. La vigilancia es una atención concentrada hacia el paso del Señor por nuestras vidas.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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