Jesús sana los corazones desgarrados

Escrito de Mons. Lorca Planes para el VI Domingo de Tiempo Ordinario.

Quedan destacadas en el Evangelio de este domingo dos figuras centrales: la del anónimo personaje, enfermo de lepra, y la de Jesús que desborda su cercana misericordia; un intocable y condenado a la lejanía de los demás, que se atreve a acercarse al grupo de los que seguían al Señor y, por otra parte, la amabilidad del Señor que da la cara y extiende sus manos para curarle. En la escena te conmueve el ver cómo este leproso le pide con dulzura al Señor: «si quieres, puedes limpiarme». Esta situación me ha desarmado siempre al ver la sencillez y la transparencia con la que se expresa este condenado a muerte. El leproso ha vencido todos los muros de las leyes humanas para acercarse a quien lo podía salvar, movido solo por la confianza; la única seguridad que tenía era lo que había oído a la gente acerca de Jesús y su decisión para decirle, sé que lo puedes hacer, que está en tus manos… Argumentos que humanamente son flojos, pero desde el punto de vista de la fe son muy fuertes. En resumen, el Evangelio destaca el ejemplo de quien busca a Dios y lo encuentra, mostrando la importancia de fiarse, el coraje para acercarse y la humildad para pedirle la curación.

Este hombre enfermo de lepra acude a Jesús movido por la esperanza de la sanación, pero en el fondo busca algo mucho más importante que la cicatrización de sus heridas, busca recuperar su tiempo, a su familia, a sus amigos, disfrutar de la amistad y de la relación con su pueblo, ¡busca la vida que perdió! Y Jesús, con un sencillo gesto, le da un mundo, la salud, la alegría, la vida… y la fe. Se lo da todo. Por un momento, podríamos hacer el ejercicio de ponernos en lugar del leproso, cargados de nuestros pecados y faltas, con nuestras debilidades, miserias y pasiones. Lo primero que nos deberíamos preguntar es ver si somos capaces de saber que estamos enfermos y necesitados de curación; saber si reaccionaríamos igual ante la noticia de la presencia de Jesús cerca de nosotros, ¿iríamos con la misma fuerza a buscarle o despreciaríamos radicalmente la idea? ¿Le pediríamos con la misma sencillez la curación? Pues es importante tomarnos en serio esto, porque los pecados son como esa lepra, que acarrea las mismas consecuencias. Ahora es un momento para pensar la gravedad de vivir sin ilusiones, sin aliento, sin esperanza y todo porque hemos despreciado a Dios y estamos viviendo vacíos por dentro, sin el poso que te da una vida de fe, el de un corazón que late en el encuentro con los demás, en la caridad, sin alegría.

Solo te puedo decir que el remedio para la curación no lo tienes tú, porque eres tú el que estás enfermo. Hay que salir y buscar al que tiene el remedio; se trata de una decisión personal. Debes acercarte a Dios, es urgente, si no quieres morir en el camino. ¡Claro que es difícil! ¿Sabes que eres tú mismo el peor obstáculo para encontrarte con Dios? Sí, especialmente cuando no te has decidido a vencer tus prejuicios, el qué dirán. Dios está ahí, cerca, esperándote y ¿tú dándole vueltas al qué dirán tus amigos si vuelves el rostro a Dios? Cristo pasa y Él tiene el remedio de tus males, no lo dejes para más tarde y goza de su corazón misericordioso que abre para ti un horizonte ilimitado de esperanza muy grande. ¡Ánimo, da el paso!

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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