Jesús es el Buen Pastor, la Puerta, el Camino

Reflexión del obispo de Cartagena para el IV Domingo de Pascua

Las lecturas del domingo IV de Pascua contemplan a Jesucristo como Buen Pastor, enviado por el Padre a reunir la grey. El evangelista Juan utiliza una parábola y su explicación. La parábola hace relación a un aprisco, donde varios pastores unían su rebaño para protegerse de la noche y del peligro de los ladrones. Si bien es verdad, que Jesús es el Buen Pastor, no se quedará atrás el otro símil, que lo identifica con la Puerta. Puerta significa entrada, acceso, mediación: «El que entra por mí se salvará». Cristo se nos revela como el enviado de Dios Padre, el verdadero maestro, la puerta abierta que invita a entrar en el reino, la puerta abierta que es como una bienvenida a la casa del Padre. Para los que vivimos en este complejo mundo, lleno de calamidades e intereses que excluyen a la gente, Jesús es la respuesta y el verdadero camino, quien le da sentido a nuestra existencia; el maestro que nos enseña la auténtica verdad, la única puerta de acceso a la felicidad y a la vida. En su discurso de Pentecostés, nos dice san Pedro que Cristo es el único Salvador, en quien tenemos la seguridad del perdón de los pecados, porque ha entregado su vida por nosotros. A partir de este acontecimiento, de la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte, salvarse va a consistir en creer en él, convertirse a él, bautizarse en su nombre y agregarse a su comunidad. Seguir al Buen Pastor supone ponerse a la escucha, estar cercanos a él para oír su voz, para seguirle y formar activamente parte de su comunidad: «Andabais descarriados como ovejas, pero habéis vuelto al Pastor y guardián de vuestras vidas», como nos ha dicho san Pedro.

No hay otro pastor ni otra puerta legítima: solo Cristo, el Señor, es el Buen Pastor y la Puerta. El pastor entra por la puerta, los ladrones saltan por la tapia. Los que entramos y salimos a través de esa Puerta que es Cristo, nos esforzamos por seguirle fielmente a él, que es también el Camino, sin desviarnos de su estilo de vida: Sus ovejas le siguen, porque conocen su voz y él las va llamando por su nombre.

El Evangelio nos abre con suma delicadeza este misterio de amor que nos revela Jesús cuando nos dice que nos conoce por el nombre, esto quiere decir que tiene un conocimiento de la naturaleza y del ser de cada uno: de lo que Dios quiso que fuéramos, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. Dios no crea a los hombres en serie, cada uno es una obra maestra de Dios y somos irrepetibles. Con ese amor nos ha amado el Padre, hasta llegar a elegirnos para ser sus hijos, y llamarnos por nuestro nombre, que lleva tatuado en su corazón: «Conozco mis ovejas y mis ovejas me conocen, como yo conozco al Padre» (Jn 10,14). Conocer, en sentido bíblico, es un conocimiento profundo, «con amor eterno te amé» (Jr 31,3). Para Dios no somos un número, somos un nombre, un hijo o una hija.

En este domingo celebramos la jornada mundial de oración por las vocaciones. Precisamente, para reconocer el protagonismo de Jesús que sale a nuestro encuentro y nos invita a seguirle, porque él sigue llamando en nuestros días y hay que responderle con generosidad. En este caso, el Señor nos pide que sirvamos a su pueblo como sacerdotes o religiosos. Dios sigue tocando los corazones y vuelve a repetir a cada uno: no tengas miedo, ánimo, soy yo… Mucho ánimo, queridos jóvenes para decir al Buen Pastor que cuente con vosotros. Queridas familias, ayudad a vuestros hijos en estas decisiones, no se lo impidáis.

*José Manuel Lorca, obispo de Cartagena

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