Jesucristo es la Verdad y la alegría

Carta del obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes

La Palabra de Dios de este domingo nos habla del Espíritu de la Verdad, que nos ayuda a aceptar y guardar los mandamientos, Él va a ser nuestro defensor, que nos protege y nos fortalece en la fe, nos anima y empuja a hablar de Jesús a ser sus testigos a dejar de tener miedo. Pensad que estamos en los inicios de la vida de la Iglesia y que se comenzaba a caminar en situaciones adversas, entre persecuciones y muchas dificultades y los discípulos se apoyaron en la fuerza de la fe y en el coraje que les daba para predicar el Espíritu Santo. A pesar de las dificultades no se paralizaron, al contrario, vieron cómo Dios les iba abriendo camino. En la primera lectura aparece el testimonio de la acción evangelizadora del diácono Felipe, que predica a los samaritanos y los encuentra muy receptivos para escuchar sus palabras, entusiasmados por los signos que las acompañaban y que confirmaban la predicación. El resultado fue patente, puesto que numerosos samaritanos se convirtieron a la fe de Cristo, porque la fe es vida y te colma de alegría. Cierto que no fueron sus fuerzas las que lograron este milagro, sino que fue el Espíritu Santo quién guió la acción misionera, quien hizo crecer a la Iglesia en extensión, pero sobre todo en el vínculo de comunión y de unidad.

Nosotros somos herederos de esta fe, la hemos aceptado en nuestra vida porque nos hemos encontrado con Alguien que jamás nos traiciona, con Alguien del que siempre podemos fiarnos; porque buscando la verdad, hemos tenido experiencia de que la verdad es una persona: Jesucristo. Donde está el amor desaparece el miedo y todos los temores, el poder destructivo jamás triunfará, ha sido derrotado por Jesucristo, su victoria sobre el pecado y la muerte es motivo de esperanza y de alegría para nosotros. La alegría es el fruto que nos acompaña: “La pobreza más profunda -les decía a unos congresistas el Papa Benedicto XVI- es la incapacidad para la alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria… la incapacidad para la alegría produce incapacidad para amar… por eso tenemos necesidad de evangelizar, pero esto sólo lo puede hacer quien tiene la vida, quien vive el Evangelio”, quien conoce y sigue a Cristo.

Muchas veces lo que nos paraliza no es el hablar sino el qué decir. Estas situaciones nos denuncian a las claras nuestra vaciedad interior, porque cuando uno lleva dentro de sí un volcán es imposible hacerlo callar, cuando uno está lleno del Espíritu del Señor tiene mucho que decir. Un apóstol debe ser, al mismo tiempo, modesto, dulce, amable en su relación con los otros, pero intrépido para decir a cada uno lo que se le debe decir. San Pablo nos da ejemplo en el coraje para hablar cuando nos declara que él no se ha acobardado nunca de decir lo que debía (Ac 20,20). El sentido de acobardarse se entiende así: que nunca ha disimulado, que no ha tenido miedo a los inconvenientes que pueden resultar de hablar con mucha sinceridad. No acobardarse dice también de hablar con franqueza. Pablo ha entendido eso de «dejar de tener miedo», ya no tenemos razones para tener miedo, porque las palabras de Jesús le dan seguridad: «Yo estaré contigo». El Espíritu Santo es el que hace descubrir esa seguridad para hablar, es el que te da la «santa audacia», que permite al apóstol seguir hablando, sin preocuparse de las dificultades que la franqueza le pueda ocasionar. Feliz domingo.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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