El Señor nos regala la Salvación

II domingo de Adviento

El Profeta del Adviento, Isaías, nos enseña a saber esperar contra toda esperanza y su misión era delicada, porque la situación en la que vivía su pueblo era crítica y no era posible la paz por la crisis de fe y el desastre nacional. Pues a este pueblo lo envió el Señor como heraldo de buenas noticias para hablarles de la cercanía y del amor del Dios-con-nosotros. Prestemos en este domingo más atención a la Palabra de Dios, porque lo vamos a necesitar, que, aunque nuestra realidad es diferente en el tiempo, el mensaje que necesitamos oír está aquí: la Palabra nos invita a la alegría y a la exigencia, nos envía a preparar el camino, a tender la mano y a ser verdaderamente «hospitales de campaña», como dice el Papa Francisco, para los demás.

Escuchad, desde el silencio interior, la invitación del Señor a ser personas de esperanza, porque Cristo está en medio de nosotros, aunque no lo veamos, ni le reconozcamos, como sucedió entre los oyentes de Juan el Bautista. Estamos convencidos de que volvemos a necesitar oír la voz de Juan, que nos grita desde el desierto en esta vida nuestra: «Preparad los caminos para el Señor que viene». Es otro paso más a lo que oímos el domingo pasado, porque es urgente tomar parte de la esperanza que se nos regala con diligencia, eso sí, haciendo un alto en el camino y revisando nuestro estilo de vida. Con toda seguridad llegaremos a la conclusión que nos propone el profeta: debo convertirme, cambiar de ruta y orientar mi vida al Señor Jesús. Convertirse a Cristo Jesús significa volverse más claramente a él, aceptar sus criterios de vida, acoger su evangelio y su mentalidad en nuestra vida. Preparar el camino, allanar senderos, enderezar lo torcido.

Cuando hablamos de preparar el camino, estamos hablando de nuestra vida, a ponerte de cara a Cristo, pero de forma eficaz, de verdad, no de mentirijica, como dicen los niños. Se trata de hacer la voluntad de Dios, como hemos visto en el Evangelio que ha hecho Jesús, la Santísima Virgen María, los discípulos y la nube de santos que nos han dado ejemplo. La Palabra nos pide ir haciendo camino en la dirección que Cristo nos muestra en la predicación. Ir cumpliendo el programa que él nos ha trazado y que está lejos de haberse cumplido. Debemos llevar una vida digna de un hijo de Dios.

En el examen de conciencia que nos debemos hacer cada uno debe salir la verdad, siendo sinceros para con Dios, partiendo de lo que nos pide la Iglesia hoy: el sentido de la fraternidad, de la caridad, de atender a los necesitados, de no abandonar a los viejos y del respeto a los otros; del cuidado de nuestras familias, la participación, la comunión, la misión… ¿Se va a notar en estos días que hemos puesto a Cristo en el centro de nuestra vida? Ya sabemos que es una aventura fácil, pero hay que intentarlo, por lo menos, escuchemos a san Pedro en la segunda lectura de hoy: «Mientras esperáis, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables…».

Que la Navidad que esperamos en este tiempo sea cristiana.

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