El Señor es nuestro escudo

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes. Domingo XXIII. Ordinario. A. 2014.

Después del caluroso verano, de un tiempo de descanso, comienza a moverse la maquinaria del tiempo y todos volvemos a la normalidad, cada uno a sus responsabilidades, mientras los niños se preparan para la vuelta al colegio.

Os invito a hacer una revisión de la realidad que nos rodea, para saber dónde estamos y cómo nos debemos preparar para el nuevo curso, porque en pocos meses ha cambiado bastante el panorama. En nuestra Región, la sequía ha hecho estragos, es la más tremenda de las que conocemos y está afectando demasiado en nuestras vidas y en las de las familias que dependen del campo. Esta situación se la he presentado a la Virgen de la Fuensanta, porque tenemos la confianza de que escucha nuestras plegarias. Otra realidad que nos supera y nos afecta, por lo trágica, es la que nos presentan los medios de comunicación, la cantidad de gente que están matando, a raíz de tanta guerra. ¿Quién puede comprender las sangrientas escenas de muerte con espadas, tiros y verdugos? ¿Quién soporta las imágenes tan horribles contra los niños, mujeres y hombres? ¿Justifican esas aterradoras muertes el tema de la religión? Da grima entrar en detalles. Todos nos preguntamos: ¿qué hacemos? ¿qué podemos hacer? ¿A qué puerta llamamos para ser escuchados y que cese tanta barbarie? Esto también se lo he presentado al Señor todos los días, con lágrimas en los ojos. Ya os lo adelanto, las soluciones tendrán que ir por esta vía: rezar más y convertirnos de verdad.

De los jefes de los pueblos dependen muchas soluciones, es verdad, y de las manos de los poderosos de la tierra esperamos respuestas, pero no olvidemos que no todo depende de ellos, que el resultado de las gestiones que ofrecen ellos a la humanidad no son definitivas, que hay que dar más pasos, los de cada uno de nosotros, con una verdadera conversión del corazón. Sí, porque los dolores y lágrimas nos vienen como consecuencia de nuestros pecados. Un egoísta, un altanero, un ególatra, un envidioso, un cínico, uno que envenena con su lengua la vida de los demás; que el odio, la venganza, las ansias de poder no pueden sembrar el bien, nunca arreglan nada y lo estropean todo; que esos pecados son pólvora capaz de levantar un continente. Algunos se empeñan en apartar a Dios de nuestra vida y colocar en su lugar la soberbia, el orgullo de la raza, la economía o la ideología… y ya vemos el resultado, la misma historia nos lo confirma.

Os ruego, a todos vosotros, queridos hermanos en la fe en Nuestro Señor Jesucristo, que no dejéis de rezar, aunque os digan que eso no arregla nada. Pedidle a Dios, que es nuestro escudo de salvación, como nos dice el salmo de este domingo, que ilumine la mente de los gobernantes para lograr la paz; que ilumine la mente de los que atentan contra la humanidad y la dignidad del ser humano, para que dejen la violencia; pedidle que nos dé un corazón nuevo a todos. La desolación y la desesperación no son compañeras nuestras, no estamos los cristianos para canciones tristes, porque conocemos a quien tiene el poder de darnos la vida, la paz y la alegría. Escuchad las lecturas de este domingo con serenidad y encontraréis las razones para confiar en Dios, porque Él ha vencido la muerte y nos dice que la muerte no tiene dominio sobre nosotros, por los méritos de Jesucristo. Nuestras armas son la confianza en Dios y la caridad. Unidos en la oración.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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