El perdón es un imperativo del que no podemos prescindir

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes,  para el XI Domingo del Tiempo Ordinario.

El perdón es un imperativo del que no podemos prescindir

XI Domingo Tiempo Ordinario. 2016.C

En la Palabra de Dios Jesús resalta un tema que es de vital importancia, que se quedará grabado en la mente de cualquiera de nosotros: “el que poco perdona, poco ama”. Amor y perdón entran juntos en escena. Para los discípulos no es la primera vez que escuchan esta lección, se lo han oído decir muchas veces; saben que el mandamiento del amor es el tema esencial, porque el amor les llevará al perdón y a la misericordia, saben que si no hay amor, no hay perdón. Seamos sinceros, cuando nuestro corazón está frío, sin el calor del amor, las relaciones con los demás se vuelven insoportables, porque se precipitan las intransigencias y las acusaciones; la falta de amor cultiva los legalismos farisaicos, el desprecio y rechazo del otro… al final, tu imagen es la que produce un corazón duro e insensible. Posiblemente, en el diccionario particular de muchos de nuestros contemporáneos se haya borrado la palabra perdón, pero prestad atención a lo que dice el Papa Francisco: “para nosotros cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir. ¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices. Acojamos entonces la exhortación del Apóstol: No permitan que la noche los sorprenda enojados (Ef 4,26)… El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza”.

Ya escuchamos en la Palabra del domingo pasado cómo Jesús nos enseña a practicar la ternura, a que nos duelan los demás; así lo expresó la Beata Madre Teresa de Calcuta, hasta que el amor te duela, porque lo aprendió del Señor. Lo primero que hace Jesús es mirarte a los ojos, acercarte a su corazón y no sentirte acusado ni rechazado, recordad la dulzura con la que trató a la samaritana y cómo valoró al pecador arrepentido, practicando la misericordia. “La misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida”, dice el Papa Francisco. ¿Sabéis el lema de este Año Jubilar de la Misericordia? Sencillamente nos pide el Papa que seamos misericordiosos como el Padre es misericordioso, porque esta es “la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado”.

Deteneos en las dos actitudes que destaca el Evangelio: una, la del fariseo que recibe con exquisito orgullo y heladora cortesía a Jesús en su casa; la segunda actitud es la de la mujer pecadora que se deshace en manifestaciones de arrepentimiento, atenciones y amor con el Señor. Al final, viene el juicio de Dios, que resalta a esa mujer porque fue con la verdad por delante, lo que era y sentía, cosa, que valoró Jesús, sabiendo que estaba necesitada del amor y del perdón, Jesús se lo concedió en abundancia. Pero el fariseo se condenó él mismo, porque fue incapaz de mirar a los ojos a aquella mujer y con desprecio la juzgó como reo, su orgullo le impidió acoger y perdonar. Otra lección que nos da Jesús.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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