El justo brilla en las tinieblas

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes.

Quien ejerce las obras de misericordia se convierte en luz, escucharemos en la Palabra de Dios. El antagonismo entre luz y tinieblas es frecuentemente socorrido para explicar el valor esencial, dónde está asentado un cristiano católico. Ser sal y luz indica el sentido y la tarea de la vocación cristiana: presentar a Cristo y ser signos eficaces de la presencia de Dios en nuestro mundo, para que cuando nos vea la gente, reconozca la grandeza de la presencia de Dios. Una explicación precisa nos la da San Pablo en la segunda lectura de este domingo, que la fuerza de su palabra no está en su sabiduría humana o en sus habilidades, sino en Dios.

Este domingo celebramos la Campaña contra el Hambre en el Mundo y podríamos tener la tentación de pensar que somos nosotros los que arreglamos los desajustes de la humanidad, que las soluciones vienen de nuestra sabiduría, cuando hemos sido nosotros los que hemos creado las tinieblas de las injusticias, por nuestras indecencias y desigualdades. Quede bien claro que la justicia y la igualdad entre todos los hombres sólo puede venir de la misericordia de Dios. La organización de la Iglesia Manos Unidas está trabajando durante muchos años para erradicar el hambre en el mundo; con un amor misericordioso y desde que nació, su objetivo esencial es mirar hacia la dignidad del hombre. Las carencias de lo esencial son muy grandes en muchas naciones, especialmente, la falta de alimentos, agua, cultura y dignidad… precisamente por estas razones se debe salir a su encuentro, con carácter de urgencia, con la fuerza y el poder de Dios, que es el que mueve los corazones hacia la solidaridad.

Si el mundo debe ser un hogar de puertas abiertas y de mesa puesta no debemos faltar la comunidad de los cristianos, porque no se comprendería si nos desentendemos del que «a la puerta, cubierto de rocío, pasa las noches del invierno oscuras» con hambre y sin calor de hermano. Todos los días nos lo haría recordar el Señor: «cuánto fueron tus entrañas duras pues no le abrí». Lo que os propongo es la causa del hombre. ¡Ayúdame a que la conozcan todos!

Podemos decir con orgullo que la mayor riqueza que tiene esta organización de la Iglesia son sus voluntarios de corazón grande, entre ellos, muchos jóvenes, a los que felicito. Es verdad que Manos Unidas ha sido y sigue siendo un recurso para los que, desde la necesidad, llaman a la puerta desde cualquier rincón del mundo y que por eso tiene un buen merecido prestigio y reconocimiento social. Pero debemos seguir trabajando contra las injusticias y las desigualdades. Contamos con vosotros, que la respuesta sea generosa y Dios os lo pagará.

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