Discípulos de Emaús

Escrito de Mons. Lorca Planes sobre el evangelio del III Domingo de Pascua.

La belleza de la Palabra de Dios de este domingo nos abre a nuevos horizontes de libertad, porque hemos puesto en Dios nuestra fe y nuestra esperanza, gracias a que Cristo ha derramado su sangre por nosotros, como nos señala el apóstol Pablo en la segunda lectura. Con su entrega y victoria sobre la muerte y el pecado, el Señor nos ha quitado el peso de la esclavitud, ya no somos esclavos, sino libres. Leed despacio la proclamación del Kerigma de San Pedro, en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, y ved con qué fuerza hace la confesión la fe: «¡Jesús resucita rompiéndole las ataduras a la muerte!», y más adelante dice que: «¡no podía ser que la muerte le retuviera bajo su dominio!».

En la narración del Evangelio de esta semana podemos ver cómo Jesucristo ha tomado la iniciativa y sale al encuentro de sus discípulos para confirmarles en la fe. El Señor sí está presente en nuestro mundo, se acerca, lleva Él la iniciativa y se pone a caminar junto a ti, como hizo con los discípulos de Emaús, y te anuncia que Dios te ama, te ofrece su misericordia, el perdón, la paz, la vida eterna… ¡Qué afortunados somos! ¡Este es el mensaje del Evangelio de este domingo, para que estemos atentos al divino caminante y le veamos en la calle, en la casa, en el trabajo o hasta en los atascos de la carretera…!

Estar atentos significa estar preparados, con las lámparas encendidas, como las vírgenes sensatas, tomar conciencia de que el Señor está con nosotros y para esto es necesario actualizar el don de la fe, porque descubrir a Jesús resucitado no es fruto de los ojos de la carne, de mi fuerza o de mis intereses y sabiduría, no, es fruto de los ojos iluminados por la fe. Esto es lo que nos narra el Evangelio de este domingo, los de Emaús andaban huyendo, regresaban a sus cosas, perdidos y discutiendo acerca de los acontecimientos de la muerte del Señor en Jerusalén y no fueron capaces de reconocer al divino caminante en medio de ellos. Leemos cómo Jesús les denuncia su ceguera, sus oídos cerrados, que no entendieran nada y sólo se quedaran en el discurso humano. Hasta el testimonio que dieron las mujeres de que había resucitado les pareció insuficiente, por lo que se ve. La falta de fe les hizo estar ciegos.

Lo que viene a continuación es extraordinario. Jesús tuvo que reconstruir la confianza de los de Emaús, la misma historia de la salvación planteada por Dios, y hacerlo con una paciencia infinita y con un gran amor misericordioso… y les abrió los ojos para que le reconocieran. Así de sencillo fue el método de Jesús: por medio de su palabra y por medio del signo de la «fracción del pan», ¡En la Eucaristía! Jesús les abre los ojos en la Misa, ahí el Señor les dio la fuerza que les ensanchó el corazón y recuperaron el coraje para ir a contarlo. ¡Debes creer que Él puede hacer lo mismo contigo hoy!

En la Eucaristía todos tenemos delante al Señor, le reconocemos y le damos gloria por la salvación que nos regala, por el alimento de su Cuerpo y de su Sangre. Como a los de Emaús, que la Eucaristía de hoy os haga reconocer al Señor y salgáis a dar testimonio de que estáis vivos. Que Él os bendiga y os conceda la fe y la misericordia.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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