Dedicación de la Basílica de Letrán

Reflexión semanal del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes.

Celebramos la Fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador, una de las iglesias cristianas más antiguas. Se trata de la sede de los Obispos de Roma y su anual celebración recuerda el signo permanente de amor y de unidad entre todas las comunidades cristianas del mundo con el Papa. La Iglesia, en esta fiesta, nos vuelve a dar la oportunidad de actualizar lo que nos define como Pueblo de Dios: estrechar los lazos con el Santo Padre, y de rezar por él, para que Dios le dé fortaleza en el ejercicio de su Ministerio y le defienda de sus enemigos. El Papa, con su palabra y con su testimonio de vida, nos acerca para beber de la fuente de agua viva, que es Cristo, y a estar enraizados y edificados en Él.

El mismo Jesús es el que nos pide que sepamos mantener lo que es fundamental en la familia de los bautizados, de los hijos de Dios, que formamos la Iglesia: la unidad. No lo presenta como un consejo, sino como una necesidad. En la Palabra de Dios encontramos el argumento más fuerte para cumplir esta voluntad de nuestro Señor sobre la unidad de la Iglesia, tanto cuando habla de ella utilizando la imagen del único rebaño, -«escucharán mi voz, y serán una sola grey con un solo pastor» (Jn 10, 16)-; como cuando en la última cena pide al Padre que conserve a la comunidad cristiana en la unidad, como testimonio ante el mundo de su origen divino (Jn 17, 20 ss).

Desde el comienzo de la Iglesia se reconocen con claridad dos aspectos nucleares: el ser una comunidad fundada por Jesucristo y que va creciendo sobre el testimonio de los apóstoles; y, segundo, basada en la comunión y en la unidad visible, porque la unidad será el signo que le impulsará a creer en Jesús, una vía de evangelización. En los orígenes de la Iglesia aparecen visiblemente estos elementos, como podemos comprobar en la predicación apostólica. San Pablo resalta la dimensión de la unidad y de la comunión, con bellas imágenes: la Iglesia como un único templo (Ef 2, 19-22), como esposa única de Cristo (Ef 5, 24-32) y como Cuerpo de Cristo (Rom 12, 3-8; 1 Cor 12, 12-27; Ef 4, 16). La unidad, para San Pablo, tiene un fundamento: la Trinidad. Es el Espíritu Santo, donado por el Padre a través del Hijo, quien comunica la caridad de Dios Uno y Trino a la Iglesia y potencia la comunión entre los fieles, los pastores. La Iglesia universal, con las iglesias particulares y locales, es necesariamente jerárquica, de manera que toda la Iglesia «aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (LG 4).

En las lecturas de este domingo se habla del templo, de que somos templo de Dios, de construir el templo… Esta imagen pone de relieve la participación de los cristianos en la santidad de Dios, en su ‘comunión’ en la santidad, que se realiza por obra del Espíritu Santo. Esto mismo le pido al Señor para vosotros.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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