Corpus Christi, Jesús está más cercano

XI domingo del Tiempo Ordinario

Celebramos con mucha solemnidad la permanencia de Jesús con nosotros, la fiesta donde el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Su presencia viva y salvadora es el alimento para nuestro camino; el Señor está muy cerca, presente en la Eucaristía con toda su fuerza salvadora para acompañarnos, para alimentarnos, para unirse a nosotros para siempre. Él nos ha pedido con fuerza que participemos en esta comida, porque solo el que se alimenta de ella tiene en sí todo deleite, el alimento de la Palabra y también a Dios mismo. ¿Qué se nos pide a nosotros? Sencillamente un acto de fe muy grande, una confianza extrema en Dios y en sus palabras, más cuando nos ha dicho: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida»; y el que no acepte esto no tendrá vida en él. Sí, hermanos, todos sabemos que estamos, como los israelitas, en el camino de la tierra de la promesa, que ahora estamos atravesando el desierto y que en medio de este caos que nos rodea, necesitamos seguridades, agarrarnos a las certezas y nada nos ofrece mayor seguridad que los brazos de Dios.

Nuestro Señor Jesús se quedó aquí entre nosotros como alimento de vida, no está ausente, sino que nos espera cada domingo con la mesa puesta y celebramos con peculiar agradecimiento que Jesús, en la noche antes de su muerte, de su Pascua, decidiera quedarse siempre a nuestro lado, siempre presente en nuestra reunión. A pesar de nuestros pecados, de nuestras debilidades y dificultades, Jesús, el Hijo del Padre, nos alimenta y nos da la vida, nos regala su amor comprensivo, eficaz, abierto y acogedor. Él está junto a ti y en la comunidad de los hermanos reunida, nos cuida y alimenta para que crezcamos. Domingo tras domingo, día a día, vamos creciendo junto a Él, porque nos alimenta su Palabra, con su Cuerpo y su Sangre. Formamos un solo cuerpo, nos ha recordado san Pablo. Es la más bella historia de amor verdadero.

Espero que a nadie se le olvide que hoy, con motivo de la fiesta del Corpus, tiene lugar en todas las iglesias una colecta especial en favor de Cáritas. Si tenemos en cuenta que celebramos el gran amor del Señor Jesús que quiso quedarse junto a nosotros, no podemos olvidar el gran mandamiento que nos dejó, el del amor fraterno. Por esta razón, todos los años nos recuerda Cáritas que debemos ayudar a los más necesitados, la labor es incalculable, gracias a todos los voluntarios. Conocemos el cuidado, la atención y el valor de la gente de Cáritas, el esfuerzo por proteger y ayudar a los necesitados, el respeto a la dignidad de los pobres, la cercanía y ayuda en el crecimiento integral de los niños, de los jóvenes y mayores sin trabajo; fantástica la promoción de la mujer, de las familias en dificultad; las ayudas en la formación y en tantas cosas como necesitan los hermanos. Esta es también nuestra tarea, que no acaba en este día, ni en las fechas de la Navidad, sino que son el objetivo de atención durante todo el año.

Es cierto que en este día nos puede valer para preguntarnos si como Iglesia estamos cumpliendo el mandamiento del amor que el Señor nos ha dicho o nos hemos descuidado, porque siempre hay oportunidades para una sincera conversión, ¿vamos por este camino? Pues os animo a orar y a pedirle al Señor que nos conceda un corazón grande para amar y para no desentendernos de los necesitados.

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