Bienaventurados

IV domingo del Tiempo Ordinario

Este domingo conviene detenerse un tiempo para dejar que calen las lecturas de la Palabra de Dios en nuestro interior, estas son unas de las más bellas palabras de Nuestro Señor para todos nosotros, son las palabras más importantes, nuevas, comprometedoras y densas de toda la Biblia. Jesús nos llama bienaventurados a todos los que estamos invitados a vivir con el estilo especial de la llamada al reino de Dios. Felices, porque Dios se ha comprometido con todos nosotros, Dios mismo se ha hecho uno de nosotros y nos ha hablado al corazón. Jesús le ha dado la vuelta al sentido de la vida que tienen algunos, se ha hecho pobre con los pobres y ha pasado por la experiencia del sufrimiento; ha llorado, ha sido misericordioso y limpio de corazón, y ha trabajado por la paz y lo han perseguido hasta la muerte, experimentando en su propia carne la vida más humana.

Lo que quiere Dios de nosotros está bastante lejos de lo que le gusta al mundo. En la primera lectura se invita al pueblo de Israel a la moderación, la pobreza, la humildad, la honradez, a la búsqueda de la paz y la verdad; todo lo contrario de los que se buscan a sí mismos y han puesto sus esperanzas en sus riquezas. El «resto de Israel», depositario de las promesas, será un pueblo humilde y pobre, que para Sofonías es como decir, ser justos y vivir pendientes de hacer la voluntad de Dios. En el salmo hemos repetido que en la presencia de Dios no van a ser felices los embusteros y los que se salen con la suya, sino los humildes. Dios ayuda a los que sufren, a los que están en búsqueda, mientras que «trastorna el camino de los malvados». Pablo quiere que los cristianos reflexionen y que saquen las consecuencias para la vida, que entendamos que Dios elige lo pequeño, lo insignificante, al pobre, pero con su ayuda, lograrán cosas notables, porque quien tiene a Dios lo tiene todo.

Aquí se nos dice que son los humildes y los pobres los que se abren ante Dios, los que ponen su confianza no en sus propias fuerzas y éxitos, sino que saben esperar, buscar y acoger la salvación de Dios, son los que consiguen el reino. Los que no han sido precisamente mimados por la vida, los marginados, los pobres, los de corazón pacífico, los de intenciones honradas, los que sufren: esos son los más cercanos al corazón de Dios y los que probablemente sabrán abrirse a su gracia. Los orgullosos, los arrogantes, llenos de sí mismos, los espabilados que triunfan a base de aplastar a los demás, los que consideran debilidad el perdonar y el ser pacíficos, los que recurren a toda clase de medios para obtener éxito en su vida, esos no prosperarán a la larga, esos no son bienaventurados.

Los discípulos que escuchan tendrán que aprender esto lentamente a través de la pasión, la resurrección y el envío del Espíritu Santo. Nuestra fe es una llamada a la felicidad, una llamada a la conversión. La liturgia de esta semana nos hace sentirnos lanzados a este camino de felicidad que Jesús ha abierto y a saberlo compartir con los demás.

Excmo. y Rvdmo. Mons. José Manue Lorca Planes | Obispo Diócesis de Cartagena

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