Ascensión del Señor

VII Domingo Pascua. A. 23

En este día solemne de la Ascensión del Señor a los cielos termina el camino y el
ministerio terrestre de Jesús, el Señor lo comenzó a caminar en Galilea hasta llegar a
Jerusalén y de Jerusalén al cielo (Lc 24, 50-51; Ac, 1, 4-11). Esta experiencia tan grande
del alegre encuentro con el Resucitado nos ha hecho a los discípulos verdaderos testigos
de su victoria sobre la muerte y nos ha dado la responsabilidad de contarlo, de
comunicar todo lo que hemos visto y oído con la responsabilidad de los heraldos y
mensajeros de buenas noticias. Ahora nos toca a nosotros esta misión de enseñar al
mundo la novedad del mensaje de salvación del Señor.
Nos preparamos con especial dedicación para recordar las palabras de despedida de
Nuestro Señor: «Yo estoy con vosotros todos los días». Sí, Jesús asciende a lo más alto
de los cielos y nos ha ofrecido la visión positiva de la vida, el aprecio a los valores
auténticos y nos ha dado el coraje con la fuerza de su espíritu para estar prontos, atentos
y alerta para dar razón de nuestra esperanza al que nos la pidiere. No nos ha dejado
solos, Él permanece con nosotros. Las advertencias clave para este tiempo son claras y
aparecen en la primera predicación de los Apóstoles: la importancia de fiarse de Dios,
de mantenernos firmes en la fe siempre, y la importancia de creer, aunque no veas
pruebas; de confiar, aunque no puedas ver y tocar, ya que el programa cristiano es «un
corazón que ve», como decía el Papa Benedicto XVI.
La Iglesia nos recuerda cada año nuestra obligación de testigos y la necesidad de
renovar el compromiso evangelizador con la Jornada de las Comunicaciones Sociales,
que celebramos este domingo y el Santo Padre nos escribe con este motivo un mensaje.
Este año lo hace para todos los comunicadores con este título: Hablar con el corazón en
la «verdad y en el amor». El Santo Padre nos dice que la comunicación es fruto del
amor: nos comunicamos con los que amamos y en la medida en que los amamos. Jesús
nos ha enseñado este modo de proceder, porque nos habla al corazón, propone y no
impone, comunica porque ama; lo comunica todo porque ama hasta el extremo (Jn
13,1), pero la comunicación debe ser hecha con el «corazón y con los brazos abiertos»,
dice el Papa, diciendo la verdad con caridad y amabilidad, porque de esta manera llegas
mejor a los demás, ya que «las palabras dulces» multiplican los amigos y un lenguaje
amable favorece las buenas relaciones.
En nuestra vida nunca estamos solos, porque Jesús nos ha asegurado al Paráclito, el que
nos espera siempre y nos defiende. Los discípulos tenían esa seguridad, y guardaban en
su memoria lo que les dijo para que no se atemorizaran: «Cuando el Espíritu Santo
descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo». Así que, no debemos temer, que lo
que va a suceder a partir de ahora será obra de Dios, no nuestra y veremos cómo nos

sorprenderán las maravillas que hará Dios a través de cada uno de los que se tomen en
serio la labor de evangelizar. Con el estilo que nos señala el Papa Francisco tenemos
que seguir anunciando el amor de Dios, con la palabra y con el testimonio, sin descanso.
La Iglesia nos recuerda hoy que estamos en un tiempo de compromiso, de anuncio, de
misión, por eso nos invita a celebrar la Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales. Feliz domingo.

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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