El papa Francisco finalizó ayer su visita apostólica a Tailandia y Japón. Del 19 al 22 de noviembre visitó Bangkok donde se reunió con el rey Maha Vajiralongkorn Rama X, las autoridades locales, el patriarca supremo budista y líderes de otras religiones; visitó el Hospital San Luis; y tuvo diferentes encuentros con los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, catequistas y jóvenes.
Del 23 al 26, estuvo en Japón. Allí se reunió con los obispos, autoridades locales y con el emperador Naruhito. Tuvo dos encuentros con jóvenes: uno en la Catedral de Santa María y otro en la Universidad de Sofía. Destacó la visita que realizó a Hiroshima y Nagasaki, donde pronunció un contundente mensaje a favor de la paz y en contra de las armas nucleares, y también donde oró (en Nishizaka Hill) por los mártires japoneses.
Entre los sacerdotes que participaron en la misa el lunes en el Tokio Dome estaba Pascual Saorín, presbítero de la Diócesis de Cartagena y misionero en Japón desde hace veinte años. “Para mí y para Japón la visita del papa Francisco ha sido una experiencia fantástica”, afirma el misionero, recordando que esta es la segunda visita de un pontífice a tierras niponas, después de la que realizó Juan Pablo II hace 38 años.
Saorín asegura que los japoneses han quedado sorprendidos de la intensa agenda del papa y de su sonrisa: “Es un hombre mayor, pero estamos asombrados de la capacidad de trabajo y del esfuerzo y las ganas que ha puesto en esta visita; y su sonrisa ha causado un impacto muy fuerte en Japón”.
Aprovechando la visita a Hiroshima y Nagasaki, el pontífice calificó de “inmoral” la posesión de armas atómicas. “El papa ha sido muy valiente al criticar esto. Sus palabras han hecho vibrar el corazón de muchos japoneses y renovar en nosotros una cosa que en la Iglesia se nos olvida a veces: la necesidad de la lucha activa por la paz”.
Más de 50.000 personas participaron en la misa del lunes, “tuvieron que realizar una lotería para seleccionar a las personas que entraron al Tokio Dome; tanto cristianos como no cristianos, a pesar de que era un lunes, no querían perder la oportunidad de encontrarse con el papa”. Esta celebración fue un momento especial para este misionero murciano: “Poder sentir la cercanía del sucesor de Pedro, celebrar junto al él, escucharle… Fue una experiencia muy emotiva para mí, única, que pone un broche en mis veinte años de misionero en este país y supone un espaldarazo para mi vocación misionera y para la Iglesia en Japón”.
Le sorprende a Pascual Saorín que los medios de comunicación japoneses hayan realizado una amplia cobertura de la visita del papa, a pesar de que el cristianismo representa tan sólo el 0,3% de la población. Una pequeña Iglesia local que se ve ahora reforzada por el incremento de cristianos inmigrantes. A pesar de la dura política de inmigración japonesa, este es un país al que llegan muchos inmigrantes: “La verdadera evangelización no la hacemos ni los curas, ni las religiosas o religiosos, la hacen los pobres, los inmigrantes y refugiados que llevan una fe cosida a la cruz de Cristo, que se mete en cada país y así son capaces de transformar las culturas desde abajo. Por eso creo que la esperanza del cristianismo en Japón está en los inmigrantes de Vietnam, Indonesia, Sri Lanka y Filipinas, corazón cristiano de Asia”.