Iniciamos nuevo curso pastoral y también académico. Los centros de estudios teológicos presentes en la ciudad de Murcia abren sus puertas a todos, todos, todos…
«El estudio de la teología adquiere un valor de suma importancia. Es un servicio insustituible en la vida eclesial». Así reconocía el Papa Francisco su importancia en el Congreso Internacional de Teología organizado por la Pontificia Universidad Católica Argentina, en 2015. Dos años más tarde diría a los teólogos italianos: «Es necesaria una teología que ayude a todos los cristianos a anunciar y mostrar sobre todo el rostro salvador de Dios, el Dios misericordioso, especialmente ante algunos desafíos inéditos que afronta hoy el ser humano».
Son muchas las universidades que ofrecen el estudio en esta materia (Ciencias Religiosas, Bachiller en Teología, licencias, másteres, doctorados…), tres de ellas (la Universidad Pontificia de Salamanca, la Universidad Pontificia Antonianum de Roma y la Universidad Eclesiástica San Dámaso) ofrecen estudio presencial y online en sus centros agregados o afiliados en la ciudad de Murcia.
El Instituto Teológico San Fulgencio (ITSF), en el que se forman los jóvenes que han sentido la llamada al sacerdocio, abrió hace dos cursos sus puertas también a laicos y religiosos. En horario matutino, este organismo afiliado a la Universidad Pontificia de Salamanca iniciaba el pasado jueves un nuevo curso. El ITSF comparte instalaciones con el Instituto de Ciencias Religiosas San Fulgencio, patrocinado por Salamanca y que también ofrece la Declaración Eclesiástica de Competencia Académica (DECA); y el Instituto de Ciencias Religiosas San Dámaso (online), ambos en sesiones de tarde. Los tres organismos docentes se encuentran en el lateral del edificio del Seminario San Fulgencio, en la calle de la Gloria, 22.
«No solo es importante dar razón de nuestra fe fuera de la Iglesia, sino también en nuestras comunidades parroquiales, en nuestra propia realidad personal; siendo conscientes de quiénes somos, del camino de fe y del camino espiritual que queremos llevar». Así explica Javier Marín, secretario general del ITSF, por qué es importante la formación teológica.
Agregado a la Universidad Antonianum de Roma, el Instituto Teológico de Murcia (ITM), OFM, abre sus puertas junto a la iglesia de la Merced, en la plaza Beato Andrés Hibernón número 3. En horario vespertino, el ITM ofrece una amplia oferta académica: Bachiller en Teología y Licencia en Teología Fundamental, presencial y online; Declaración Eclesiástica de Competencia Académica (DECA); Escuela de Iniciación Teológica y Escuela de Vida Consagrada Papa Francisco. Además, en colaboración con la Universidad de Murcia, este centro franciscano ofrece el Máster en Teología, en este caso de forma online; y el Máster Universitario en Orientación, Asesoramiento y Mediación Familiar.
«La formación teológica no es solo para profesores, tampoco solo para sacerdotes, sino que lo es para cualquier cristiano», asegura el director del ITM, el franciscano Miguel Ángel Escribano. Un centro que, desde su apertura, ha tenido las puertas abiertas a sacerdotes, religiosos y también a los laicos, quienes integran la mayor parte del alumnado: «Si queremos que los laicos sean corresponsables, si queremos que cojan las riendas, es necesario que estén preparados, que tengan una formación seria».
A un mes de que se concluya en Roma el sínodo de la sinodalidad, este proceso sinodal en el que durante tres años la Iglesia se está cuestionando sobre su realidad y misión, y en el que en todos los ambientes resuena la idea de la corresponsabilidad del laicado, tres teólogos laicos nos hablan de esta «especial vocación dentro de la Iglesia».
De un trámite curricular, a una auténtica vocación
Marian Gil-Gallardo Rosillo, natural de la ciudad de Murcia, es una joven profesora de Historia del Arte y Religión Católica. Comenzó a interesarse por la teología mientras estudiaba la DECA y decidió continuar su formación matriculándose en el Bachiller en Teología, para ampliar así su perfil profesional. Hoy asegura que, si tuviera que volver a elegir, lo haría de forma diferente: «Absolutamente sí, merece la pena estudiar teología. Si tuviese que volver a estudiar de nuevo, elegiría Teología como mi primera carrera universitaria en lugar de la segunda. La teología no solo es relevante para quienes tienen una vocación religiosa, sino que también ofrece herramientas valiosas para comprender el mundo actual. Fomenta el pensamiento crítico, la reflexión ética, el entendimiento intercultural y, en un mundo cada vez más pluralista y más globalizado como en el que vivimos, es importante tener una profunda comprensión de las creencias y los valores que van moldeando las distintas civilizaciones».
Un estudio –según Marian– que no es solo para personas creyentes, sino también para aquellas que están alejadas de la Iglesia: «Recomendaría el estudio de la teología a una persona creyente porque nos permite profundizar en nuestra fe de una manera estructurada y académica. Nos ofrece la oportunidad de explorar las raíces históricas, filosóficas y espirituales del cristianismo, y de enfrentar las preguntas y dudas que suelen surgirnos de manera informada y fidedigna. Además, fortalece nuestro compromiso personal con la fe y nos prepara para roles de servicio dentro de nuestra comunidad; nos proporciona una base sólida para enseñar, predicar y guiar a otras personas en su camino de fe. Además, desde una perspectiva académica, la teología aborda cuestiones filosóficas y éticas que son fundamentales, que son de interés para cualquier persona, independientemente de sus creencias religiosas».
El valor de la formación para acompañar a otros
Con tan solo 19 años, Juan José Martínez Fernández comenzó a estudiar teología, ya que entonces era seminarista. Este joven de 26 años, natural de Cehegín, es hoy profesor de Religión Católica en Secundaria en dos centros de la Región de Murcia. Tras dejar el seminario, retomó su formación teológica. «Con 19 años me asustaba un poco, porque pensaba que la teología iba a ser algo muy filosófico, algo abstracto, que incluso podría llegar a aburrirme. Pero poco a poco, en los dos centros donde he estudiado, en San Fulgencio y en el ITM, han hecho que pudiese ver que no era tanto cuestión de ir memorizando, sino de ir descubriendo, en primer lugar, quién es Dios; en segundo lugar, quién es la Iglesia; y, en tercer lugar, quién soy yo. Eso fue lo que poco a poco hizo que la teología me fuese gustando».
Además de formarse para hacer lo propio con los adolescentes a los que da clase, el estudio de la teología le ha ayudado también a madurar su fe: «La fe no es algo estable, sino que hay momentos también de crisis. Y es necesario que podamos responder a las cuestiones que se nos plantean, y la teología me ha ayudado a responder a esas preguntas, a poder razonar mi fe, a madurar mi fe».
Juan José reconoce que es necesaria la formación teológica no solo para las personas que quieran investigar y dar clases, sino para todos los fieles: «Solo podemos amar aquello que conocemos y si no conocemos a Dios, difícilmente podrá madurar nuestra fe. Es muy importante que los laicos tengamos formación en teología porque llevamos muchas realidades adelante. Si una persona no está formada, ¿verdaderamente está pudiendo enseñar quién es Dios?».
Licenciada en Teología Fundamental para dar razón de su fe
Mari Carmen Mateos Martínez tuvo una motivación totalmente diferente para estudiar teología. Es funcionaria, está casada y es madre de dos hijas, y pertenece a la Parroquia San Benito de Murcia, implicada en la pastoral de jóvenes y también colabora en el Espacio Thévenet, una iniciativa de las religiosas de Jesús María de Murcia.
«¿Por qué estudié teología? Me costó trabajo decidirme, fue un proceso largo, partió de la inquietud de darme cuenta de mi desconocimiento en muchos aspectos de nuestra fe. Sobre todo, veía mis carencias en Sagrada Escritura, en textos del Magisterio, en historia de la Iglesia… Había muchas cosas que no entendía bien y por tanto no era capaz de explicarlas con coherencia. Asistía a charlas de formación, leía libros, textos del Magisterio… Pero me di cuenta de que necesitaba una formación más sistemática, más global. Al final me decidí y comenzó una aventura apasionante de la que doy gracias a Dios».
A nivel profesional asegura que no le aporta nada, puesto que nunca ha tenido intención de dar clases, pero «no descarta» seguir profundizando. «Lo que me llevo, sobre todo, es el descubrimiento de la teología como vocación, una forma de vivir la fe y de servir a la Iglesia y al mundo». Hoy es licenciada en Teología Fundamental y asegura que el esfuerzo de estos últimos años ha tenido sus frutos: «Merece la pena estudiar teología, desde luego, pero no niego que supone un compromiso personal importante. Es una carrera universitaria exigente que implica mucho trabajo y estudio. Por eso yo distinguiría entre la formación teológica imprescindible para todo el pueblo de Dios y cursar la carrera».
La Instrucción sobre los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas, promulgada en 2008 por la Congregación para la Educación Católica, nos recuerda que tras el Concilio Vaticano II aumentó entre los fieles (laicos y religiosos) el interés por los estudios teológicos «para enriquecer la propia vida cristiana, ser capaces de dar razón de la propia fe, ejercitar fructuosamente su apostolado propio y poder colaborar con los ministros sagrados en su específica misión».
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