“Dios llama a quien quiere a pesar de nuestras fragilidades”, Antonio Sánchez, seminarista

Diócesis de Cartagena
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La diócesis de Cartagena es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la catedral de Santa María, situada en la ciudad de Murcia.

Testimonio vocacional de Antonio Sánchez Roca, seminarista de cuarto curso del Seminario Mayor San Fulgencio, con motivo de la Campaña del Día del Seminario.

Me llamo Antonio. Tengo 24 años y estoy en cuarto curso del Seminario San Fulgencio. Con mucha ilusión hemos preparado la campaña del seminario de este año, que nos propone como lema “Cerca de Dios y de los hermanos”.

En mi familia se vive la fe desde antes de nacer yo. Comencé siendo monaguillo desde bien pequeño por el ánimo de mi padre: “Ve y ayúdale al cura”. Con tan solo 11 años comencé esta gran aventura en el seminario menor en familia, cada quince días. ¡Empecé de prueba y ya veis, todavía aquí! El Señor me eligió, lo supe porque fui sintiendo la gracia de Dios fuertemente en mi interior.

Nunca había experimentado esa alegría y esa paz en mi interior. La palabra “sacerdote” no se iba de mi cabeza. Me costaba dormir de lo contento que estaba. Me sentía agradecido, Él me había elegido. Aunque después vinieron las dudas, no comprendía por qué yo. La respuesta la encontré en el Evangelio: “Llamó a los que quiso, y se fueron donde él estaba” (Mc 3,13). Yo le decía al Señor, como el profeta Jeremías: “Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho” (Jr 1,6). No valían mis excusas, ni el creerme incapaz de aceptar esa misión. Pero, claro, después te das cuenta de que Él no llama a los que son dignos ni a los más capaces, a los ojos del mundo, sino a los que Él quiere. Cuando descubrí esto, solo podía sentir la dicha. Acabé dándole las gracias por esta elección. Al fin y al cabo Él me llamó, acabé diciendo que sí.

Esta llamada de dicha, felicidad y alegría contrastaba con el ambiente en el colegio, hostil a toda religiosidad, opuesto a Dios y como no, opuesto a mi servicio en el altar. En medio de esa pequeña dificultad encontraba el gozo en donde sentí la “llamada”, en el Seminario Menor de San José. En la capilla y en los otros niños, como yo, encontré el apoyo y la ayuda. Recuerdo que mi vocación, desde siempre, ha estado muy ligada al canto del “Salve Regina”, rezar a María con ese canto me llenaba de júbilo, de esperanza y seguridad.

Estuve cinco años asistiendo al Seminario Menor y dos de ellos en el Pre-Seminario. Son más de nueve años en los que he comprobado cómo la Iglesia te acepta, te acoge para que disciernas sobre lo que Dios quiere de ti y también te va confirmando tu vocación. No he ido solo en este camino sino que he encontrado el apoyo en la Eucaristía diaria, en algunos sacerdotes y por supuesto en mi familia. La tarea de discernimiento y configuración con Cristo la estoy viviendo desde la perseverancia. En el seminario vas discerniendo y creciendo conforme andas en este camino de constancia. El estudio también ayuda a ir discerniendo, claro está. Es una ayuda muy útil. Me ha costado siempre estudiar, pero el Seminario ha puesto siempre las herramientas para poder ir creciendo en mi entrega en el estudio.

Este año estoy desempeñando mi tarea pastoral en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Alcantarilla. Me siento como en casa (no solo por la acogida) gracias a que es la patrona también de mi pueblo, Los Alcázares, donde hay dos seminaristas: Joaquín y yo. Todos los viernes tengo la oportunidad de disfrutar con otras vocaciones diferentes a la mía, a la vida consagrada y al matrimonio. Allí, me dedico, entre otras cosas a llevar un grupito de jóvenes de Confirmación. Tengo que prepararme la catequesis e intento hacerlo con el mayor cariño e ilusión; esto me ayuda a prepararme para la futura pastoral como sacerdote.

Para terminar este testimonio me gustaría animar a todas aquellas personas que se están planteando su vocación, bien a la vida consagrada, religiosa o bien a la sacerdotal, a que se dejen interpelar por él. Que si están dubitativos, recuerden que hay que estar en disposición de obediencia confiada a la llamada que Dios les hace. Que se pongan en camino como Abrahán, que se puso en camino sin saber adónde iba, porque Dios llama a quien quiere a pesar de nuestras fragilidades. Elige a los que quiere: “porque sí”. Los animo a que encuentren con amor la voluntad de Dios en sus vidas y junto a Teresa de Lisieux podamos anunciar: “mi vocación es el amor”.

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