El primer obispado de Canarias, el Obispado de las Islas de la Fortuna, fue erigido por Clemente VI el 7 de noviembre de 1351, en Telde. Dicho obispado fue fundado antes de la conquista de las islas, y perdió su continuidad tras el martirio de trece sacerdotes a manos de los nativos. Su propósito era el realizar labores de evangelización.
Aparte del de Telde, durante la conquista de Canarias se fundó otro obispado (por la vía de los hechos consumados), el de san Marcial del Rubicón, en la isla de Lanzarote (de ahí el nombre «Rubicense»), posteriormente trasladado a Las Palmas de Gran Canaria y llamado desde entonces Diócesis Canariense-Rubicense y actualmente conocida como Diócesis de Canarias.
Fachada lateral de la sede de la diócesis de Canarias.
Si bien hubo otro emífero obispado en Canarias. El Obispado de Fuerteventura erigido por el papa Martín V en 1424 y vigente hasta 1431. Dicho obispado estuvo directamente relacionado con los sucesos acaecidos tras el Cisma de Occidente (1378-1417).
La Diócesis de Canarias, creada por el antipapa Benedicto XIII de Aviñón, era el único obispado existente y administraba la totalidad del archipiélago hasta que en 1819 fue creada la diócesis de San Cristóbal de La Laguna por el papa Pío VII. En este cometido tuvo un papel importante el presbítero lagunero Cristóbal Bencomo y Rodríguez, confesor del rey Fernando VII de España11 y Arzobispo titular de Heraclea.11 Con dicha decisión la Iglesia se adelantaba a los conflictos originados en la provincia de Canarias, que derivaron en el pleito insular y la creación de la provincia de Las Palmas en 1927.
De iure (pero no De facto) volvió a ser la única diócesis de las islas Canarias desde el traslado de Luis Folgueras y Sión de Tenerife a Granada (1847) hasta el restablecimiento de la diócesis Nivariense en 1877.
La diócesis de Canarias llegó a incluir no solo a todo el archipiélago canario, sino también el territorio de Ifni, la isla de Fernando Poo y Guinea Ecuatorial.