Domund 2021: No debemos cansarnos nunca de contar lo que hemos visto y oído

El Domund es el día en que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones. La JORNADA MUNDIAL POR LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS –el Domund— de este año 2021 –que celebramos este fin de semana— es una propuesta de volver a la raíz de nuestro ser misionero: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído». Esta expresión tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles habla del evangelizador, del cristiano, que es la persona que se ha dejado tocar por el dedo amoroso de Dios, capaz de reconstruir lo que en su vida estaba destruido. Ha vivido un encuentro personal. Ha reconocido a su Señor al partir el Pan en la Eucaristía y no puede ni quiere vivir ya sin gustarlo. El apóstol de Cristo es quien ha descubierto que Jesús es ese tesoro escondido, esa perla preciosa, ese amigo, compañero de viaje, por el que vale la pena dejarlo todo y entregarse. Sí, ellos entienden que no pueden dejar de hablar de lo que el Señor ha sido capaz de hacer en sus vidas.

Esta es “una invitación a cada uno de nosotros a «hacernos cargo» y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón“, nos dice el Papa Francisco en su Mensaje del Domund. Esta es, en definitiva, la misión de la Iglesia. La Buena Noticia que hemos experimentado y vivimos como cristianos no es para ser guardada: la vida de Cristo provoca un agradecimiento y una alegría que no se pueden contener. Tu testimonio de cómo el Señor ha tocado tu corazón es importante también para otros. ¡Compártelo! Es lo que hacen, y nos enseñan a hacer, nuestros misioneros y misioneras. Tu también puedes contar lo que el Señor te ayuda para vivir, trabajar, tener esperanza. Además, puedes transmitir a los demás la vida que conoces de la Iglesia, a tantos como buscan sentido a sus vidas. No podemos refugiarnos en nuestra experiencia confortable sin dar testimonio público del valor de Dios, porque somos misioneros y, “el anuncio tiene la prioridad permanente en la misión” (Redemptoris missio, 44). Como recordaba a este propósito otro Papa santo, Pablo VI: “La evangelización debe contener siempre una clara proclamación de que en Jesucristo se ofrece la salvación a todos los hombres” (Evangelii nuntiandi, 27). También él decía que hoy hacen falta más testigos. No olvidemos que a quienes entregan la vida por Cristo, hasta derramar su sangre, les llamamos “mártires”, es decir, “testigos”.

El amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador: “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1,41). Con esa predilección amorosa del Señor y el asombro que siempre nos sorprende puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí. Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un razonamiento o de un cálculo. Ponerse en «estado de misión» es un efecto del agradecimiento. Escuchemos los testimonios formidables de los misioneros –tenemos más de sesenta de nuestra diócesis repartidos por todo el mundo— su entrega sencilla pero valiosa y valiente, su alegría en el compartir, dando amor y testimonio de Cristo, que ha dado su vida por amor, por nosotros. Nos ayudará a renovar nuestro compromiso bautismal, a vivir mejor la fe y transmitirla a los demás. No olvidemos compartir nuestros bienes con generosidad con las misiones y los misioneros que están en la vanguardia de la evangelización. Nuestro mundo necesita conocer a Dios, y Dios ha querido necesitar de nosotros para que nuestro mundo le conozca. Por eso, no debemos cansarnos nunca de contar lo que hemos visto y oído.

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