Carta del Obispo de Cádiz y Ceuta, D. Antonio Ceballos Atienza, con motivo de la Jornada Mundial de la Paz. Mis queridos diocesanos:
Desde que el Papa Pablo VI creara la Jornada Mundial de la Paz, todos los años, el día 1 de enero, la Iglesia proclama su mensaje de reconciliación universal y lanza un grito suplicante por la paz y la justicia entre los hombres y los pueblos.
El Papa Benedicto XVI ha propuesto el siguiente lema para este próximo 1 de enero de 2009: “Combatir la pobreza, construir la paz”. El Papa retoma y desarrolla el Mensaje de Juan Pablo II en la Jornada Mundial de la Paz del año 1993, en el que subrayó ya las repercusiones negativas que la situación de la pobreza de poblaciones enteras acaba incidiendo sobre la paz. En efecto, la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas las contiendas armadas (cf. Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz 2009, nº 1). El Papa llama a lo más hondo del corazón y a lo más ancho del mundo, para que apreciemos la universalidad de una paz dolorosamente aplazada.
1. Llamada suplicante por la paz
Considero que el creyente debe sentirse convocado en lo más íntimo de su fe y de su relación con Dios a esta llamada suplicante por la paz.
Dios mira a los hombres con mirada de paz. Una paz que viene de Dios mismo (cf. Is 11,1-10), cerrando una alianza eterna con los hombres (cf. Ez 37,26). Por eso rechaza la falsedad de los que “dicen paz, paz, cuando no hay paz” (Jr 6,14). La paz exige la práctica de la justicia y de la misericordia: “El fruto de la justicia será la paz (…) mi pueblo habitará un albergue de paz” (Is 32,17-18).
En estos días, queridos diocesanos, cuando continua resonando en el corazón de los hombres el mensaje de Navidad, debemos acoger con gratitud la paz de Cristo (cf. Jn 20,21) viviendo, proclamando, realizando el Evangelio de la Paz (cf. Ef 6,15) que Él nos ganó con su sangre. Jesucristo, nuestra paz, derribó el muro que separaba los pueblos, “para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad” (cf. Ef 2,15-16).
En la promesa y en la esperanza de la plena reconciliación y de la paz, se sitúa el creyente que trabaja sin desmayo, adelantando en lo posible “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21,1) que Jesucristo ganó para todos.
2. Combatir la pobreza, construir la paz
El mensaje precioso del Papa Benedicto XVI consta de dos partes, en los que el tema de la lucha contra la pobreza entra en relación con los diversos aspectos de la promoción de la paz.
En la primera parte se tratan la implicaciones morales ligadas a la pobreza; en la segunda la lucha contra la pobreza se relaciona con la exigencia de una gran solidaridad global. En su mensaje el Papa Benedicto XVI nos muestra cómo la lucha contra la pobreza y la construcción de la paz se relacionan y enlazan.
De la globalización el Papa subraya el significado metodológico y de los contenidos, con el que afrontar de forma amplia y articulada el tema de la lucha contra la pobreza y analizar a fondo estos aspectos para individualizar los múltiples rostros de la pobreza actual (cf. Ibíd., nº 2). El Santo Padre toma en consideración sobre todo el papel de las ciencias sociales que suministran datos sobre todo cuantitativos para medir el fenómeno de la pobreza, y, si la pobreza fuera sólo material, bastarían para explicar sus características, sin embargo, sabemos que no es así: hay pobrezas inmateriales que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales (cf. Ibíd., nº 2).
Así nos encontramos que en “las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas de formas diversas de malestar a pesar de su bienestar económico. Pienso en el llamado “subdesarrollo moral” (Ibíd., nº 2).
Por otro lado, “en las sociedades definidas como “pobres”, el crecimiento económico se ve frecuentemente entorpecido por impedimentos culturales, que no permiten utilizar adecuadamente los recursos” (Ibíd., nº 2). La pobreza material no explica de por si la inmaterial, mientras es frecuente el caso contrario.
3. Un problema que es de todos
Combatir la pobreza, que es la primera parte del lema, incide directamente en nuestras vidas sin dejarnos escape posible ya que combatir la pobreza es tarea de todos. En ocasiones nos evadimos de todos aquellos problemas que nos afectan directamente en nuestra vida cotidiana. Puede que los comentemos e incluso que nos irritemos por el mismo hecho de su existencia, pero después no pasamos de ahí, no incluimos un compromiso consciente y coherente con la gravedad y urgencia de los problemas.
4. Invitación a la solidaridad
Como decía al comienzo y en la síntesis que hemos presentado del Mensaje del Papa, en el fondo, hay una llamada a una profunda solidaridad para combatir la pobreza que padecen muchos hermanos nuestros.
Que ninguno de nosotros se sienta exento de combatir la pobreza existente en el mundo, antes bien forme grupo con todos los demás, creyentes y no creyentes, a fin de solucionarlo y vivir el gozo de la paz.
Combatir la pobreza es tarea de todos y cada uno de nosotros. De los creyentes y de los no creyentes. A éstos, desde aquí me dirijo como hermano en humanidad, pidiéndoles también a ellos que, movidos por su recta conciencia, se determinen a amar prácticamente a los más débiles de este mundo, los pobres. Porque existen problemas que superan el marco un tanto reducido de la Iglesia y afectan a todo hombre de buena voluntad (cf. Ibíd., nº 15).
5. No poner límites a la llamada
No pongamos límites a esta llamada por la paz que nace de la justicia entre los hombres y los pueblos. Cualquier situación, cualquier conflicto, cualquier sufrimiento, interpela y convoca al cristiano. Nadie puede alegar hoy ignorancia o sentirse lejano de los sufrimientos y violencias. Y siempre podemos hacer algo. No dejemos de hacerlo.
Mas allá, en el horizonte de nuestro país, existen todavía dificultades para una pacífica convivencia. El paro, que no cesa, golpea la vida de millones de españoles.
6. Nuestra colaboración personal
La inseguridad ciudadana, el terrorismo que no para de cobrarse víctimas y que degrada la moral pública, el replanteamiento imprudente de viejas heridas aún no bien cerradas, crea clima de crecida tensión.
Pero, además, no vivimos aislados sino que estamos metidos de lleno en los complejos problemas internacionales de los que no podemos evadirnos. Problemas internacionales que son nuestros problemas y en los que estamos llamados a jugar un papel. Estos problemas son conocidos por todos.
Nuestra contribución personal a la decisión colectiva deberá tomarse desde una seria opción por la edificación de la paz en un mundo que sea cada vez más justo y, por ello, menos conflictivo, por lo que hay que luchar contra la pobreza.
7. Mantener el Espíritu desp
ierto
No podemos renunciar a una tarea que Dios nos encomienda y nos ofrece. Es responsabilidad nuestra mantener el Espíritu despierto, comprometernos en la lucha por la pobreza y construir la gran obra de la Paz.
No cejemos en crear ámbitos pacíficos. Sintámonos identificados con las grandes causas de la humanidad.
Que el Dios de la Paz os bendiga y que su Espíritu os aliente y anime cada día en lo profundo del corazón. Invoquemos también la ayuda de María, Madre de los pobres, para que ella amorosamente guarde y proteja la vida de tantos hermanos nuestros que anhelan dolorosamente la vida, la justicia y la paz.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 23 de diciembre de 2008