Ayer domingo 28 de enero se inauguraba el Año Jubilar dedicado a la Eucaristía, declarado por el obispo de la diócesis Mons. Rafael Zornoza.
El prelado comenzaba su homilía en la S.A.I. Catedral «Esperamos que Jesús, presente en el Santísimo Sacramento, nos haga avanzar haciéndonos más amigos suyos, auténticos discípulos y apóstoles, pues esta profunda comunión con Cristo llena el corazón de gozo y de paz, es fuente de vida y espiritualidad cristiana, de experiencia de amistad personal con Cristo vivo, vivifica la caridad, impulsa el compromiso apostólico, caritativo y social, e estimula el testimonio».
«Jesús instituyó la Eucaristía en una cena pascual -continuaba el prelado- pero su mandato no fue el de repetir la cena judía, sino instituir una acción de gracias (eucaristía) dentro de una oración de alabanza, de bendición y acción de gracias, en un contexto de oración que procede de la de Jesús la víspera de su pasión, núcleo del nuevo sacrificio espiritual. Esta oración, en efecto, es sacrificio espiritual que transforma la materia del pan y del vino que se convierten en nueva comida, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que han de alimentarnos para la vida eterna. De este modo, esta comida prefigura el banquete nupcial eterno».
Desde entonces la Iglesia constituyó su culto propio celebrando la “Santa Cena”, la “fracción del pan”, nuestra Santa Misa, que hace presente el sacrificio de la cruz; «Sabían bien que en este sacramento se inscribe nuestra existencia concreta, personal y comunitaria, también de modo preciso y temporal, no sólo espiritual. También nosotros necesitamos este contacto con el Resucitado que nos sostiene aquí y más allá de la muerte, y celebrar este “día de la creación”, fiesta de alegría; y participar del descanso de Dios que abraza a toda la humanidad, signo de los hombres libres e iguales en dignidad».
A Santa Teresita del Niño Jesús le gustaba decir que «Jesús no desciende del cielo en cada misa para quedarse en una custodia de plata o en un sagrario, sino para encontrar otro cielo en nuestra alma, donde quiere encontrar sus delicias. Salgamos, pues, al encuentro de Jesús en el Pan que transforma la vida, el Pan bajado del cielo, un misterio para creer, para celebrar y para vivir, donde se nos regala como el mayor don de Dios para nosotros, y se nos da como comida (pan) para caminar a nuestro lado en la senda de la vida. Es el verdadero Pan del cielo que nos alimenta, “es el que baja del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6,33), el don del Padre a la humanidad hambrienta»
«Que Jesús nos haga sagrarios de Dios en el mundo donde quiera que estemos, vivamos y vayamos. Solamente así seremos fieles eucarísticos al ejemplo de María, Arca de la nueva y eterna Alianza, que unió perfectamente el culto y la vida, centrada siempre en la presencia de Dios y en su amor redentor» terminaba así el obispo diocesano.
—
Durante este año, para impulsar a los fieles a un conocimiento más profundo y a un amor más intenso al inefable «Misterio de la fe», a fin de que obtengan frutos espirituales cada vez más abundantes, se les recuerda aquellos actos peculiares de culto y devoción al Santísimo Sacramento que están enriquecidos con la concesión de indulgencias plenarias y parciales. Decreto de Indulgencias