Mes del Seminario: Daniel Gutiérrez, cuenta su testimonio en su último año de estudios teológicos

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

El Señor nos va trabajando desde el interior y desde nuestra vida. Toda llamada comienza con una chispa que prende todo nuestro ser y da sentido a nuestra existencia. Por eso hemos de conocernos, y saber qué es lo que el Señor quiere de nosotros. ¿Esto como sucede? Parece fácil, pero a veces no es tan claro.

Daniel Gutiérrez (Chiclana) es seminarista del último curso, con tan solo 16 años entró a cursar los estudios para el sacerdocio «mirad donde estoy, quien me iba a decir a mi hace siete años que estaría cursando el último año de estudios en el seminario. Pensamos, que Dios nos llama por medio de actos extraordinarios. Sin embargo, el Señor en mi vida se ha hecho presente no en grandes momentos, sino que ha ido obrando en el día a día, en las pequeñas cosas».

Discernimiento vocacional

Mi vocación se fue fraguando en el seno de una parroquia, y dentro de una cofradía, la de Cristo de Medinaceli y la Virgen de los Dolores (Servitas) de Chiclana, una hermandad donde se ama al Señor y a nuestra Madre. Hubo, sin embargo, un momento central. Tuvo lugar en una adoración al Santísimo, en Ceuta. El Señor aprovechó una duda que tuve, sobre si era real o no, y me mostró su presencia en la Eucaristía, y Él, que todo lo usa para nuestro bien, aprovechó en ese momento para ponerme en el corazón una pregunta ¿y yo, por qué no como ellos? (como los sacerdotes). El Señor nos va trabajando desde el interior y desde nuestra vida. Toda llamada comienza con una chispa que prende todo nuestro ser y da sentido a nuestra existencia.

Cuando uno empieza a reformar su casa, sabe cuándo comienza, pero no sabe cuándo la obra va a acabar. Lo mismo pasa con nuestra vida cristiana, sabemos cuándo le decimos que sí al Señor, que queremos ser fieles, que queremos ser santos. Pero el Señor es el que nos reforma, el que nos va santificando y, como “sus tiempos no son los nuestros”, nos va moldeando a su ritmo para hacernos como Él quiere, felices, santos.

Cuando otros conocen tu vocación al sacerdocio…

Al plantearnos la vocación nos surgen dudas acerca de lo que Dios quiere de nosotros. Esto es lo que me pasó aquí. Otras veces vivimos con el qué dirán, otras veces pensamos ¿nos apoyarán?, … Algunos os preguntareis: ¿cómo se toma la gente que estés estudiando para ser cura? Pues algunas personas cuando se enteran de que estoy en el seminario, y ven que soy joven, me dicen que “que desperdicio”, otros “tú no has vivido”. Pero la verdad es que estoy viviendo más plenamente que si no estuviera en el seminario, porque el Señor cuando estas con Él, te muestra la vida de otra manera, de una manera feliz, gozosa, que solo cobra sentido con Él y por Él. Esa es la grandeza de la vocación, saber estar donde Dios te quiere. Por eso, no es un desperdicio de vida, sino que un desperdicio de vida sería no hacer lo que Dios quiere. Os digo que la vida cobra sentido cuando se la damos a Jesús, y Él nos ilumina, y nos hace caminar tras Él.

Su oración

Hemos de conocernos, y saber qué es lo que el Señor quiere de nosotros. ¿Esto como sucede? Parece fácil, pero a veces no es tan claro. Dios nos habla por medio de su Palabra, de personas, y de modo más concreto en nuestro corazón a través de la oración. La oración es compartir la vida con Jesús en el sagrario, y contarle nuestra vida con confianza, todo lo que nos pasa, nos inquieta, … como aquel que habla con un amigo al que quiere. Al igual que se le pide, se le cuenta cosas, también hemos de agradecerle y bendecirlo por todo lo que hace por nosotros.

Contamos con una gran aliada de nuestra parte, y esa es María, la mujer que mejor conoce al Señor, puesto que es su Hijo, y ella es la Discípula perfecta, que vivió entregada a Dios, siendo su esclava por amor, “he aquí la esclava del Señor”. Ella intercede por cada uno de nosotros, y por cada vocación, porque quiere que sigamos a Jesús, para que vivamos por la eternidad con ellos en el Cielo. María es el remedio perfecto para toda vida, para todo aquel que quiera seguir al Señor, para luchar contra el demonio, y sobre todo para vencer y amar cada día más a Jesús.

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