Laudatio sobre Mons. Antonio Ceballos Atienza, Obispo de Cádiz

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

Laudatio que se pronunció el pasado día 27 con motivo de su designación como Gaditano de Ley 2011.

Todo el mundo sabe que para ser gaditano de ley no es necesario haber nacido en Cádiz. Se puede ser gaditano habiendo nacido en cualquier lugar del mundo. Esto es así desde el tiempo de los fenicios y lo será por los siglos de los siglos. Y lo es porque raro es el gaditano que no tiene un antepasado directo, de dos, tres o cuatro generaciones como mucho, que no haya nacido fuera de Cádiz. Se ve así que el gaditano llega en un momento dado, y a lo mejor hasta sin querer, pero se hace gaditano cuando empieza a entrar en el corazón de Cádiz, cuando empieza a entender a su gente, cuando empieza a amar a una ciudad que puede causarnos muchas sensaciones distintas, menos la indiferencia.

Hoy nos hemos reunido aquí para proclamar Gaditano de Ley de 2011 a un hombre que no ha nacido en Cádiz, sino en Alcalá. Siendo de Alcalá, se puede pensar que ya es como si fuera gaditano; y además con denominación de origen, y mucho mando en plaza. Pero este Gaditano de Ley no es de Alcalá de los Gazules, sino de otra, de Alcalá la Real, provincia de Jaén, la tierra donde nació también el escultor Juan Martínez Montañés.

Nos hemos reunido para proclamar Gaditano de Ley de 2011 a don Antonio Ceballos Atienza, obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta. En la reunión que mantuvo el Jurado nombrado por el Ateneo de Cádiz para otorgar esta distinción, don Antonio fue elegido por unanimidad. Y hay que decir, ya de entrada, que el premio no le fue concedido a don Antonio por ser el obispo diocesano de Cádiz, sino ante todo por ser una buena persona, un hombre que ha dejado una huella profunda en Cádiz con su testimonio de vida. Debería precisar, sin duda, esta frase: con su testimonio de vida cristiana. Pero hay que aclarar que el Jurado que le ha concedido el premio era plural en las creencias. Había de todo, desde cristianos de toda la vida, incluidos capillitas, hasta otros que no son católicos y defienden valores laicistas en la sociedad.

Es decir, que este premio no se le ha concedido a don Antonio ni por ser obispo, ni por ser cristiano, sino por ser como es. Aunque también debo añadir (en este caso no como miembro del jurado, sino como católico) que don Antonio nunca hubiera recibido este premio si no tuviera los valores que tiene. Y que esos valores son cristianos resulta evidente.

Decíamos que este Gaditano de Ley nació en Alcalá la Real, en 1935. Pero no llegó a Cádiz como destino hasta que fue nombrado obispo de la diócesis, en diciembre de 1993, cuando ya tenía 58 años. Fue ordenado sacerdote en 1962, después de realizar sus estudios en el Seminario de Jaén y doctorarse en Teología en la Facultad de Granada. Desde 1962 a 1988 estuvo ocupando diversos cargos eclesiásticos en la provincia de Jaén. Entre otros, fue párroco de la parroquia jiennense de San Bartolomé y también canónigo de la Catedral de Jaén durante seis años. Ya por entonces debía ser don Antonio Ceballos un cura muy cura, es decir muy clerical, que es una característica que siempre le hemos visto. Y quizá por eso fue nombrado director del Secretariado de la Comisión Episcopal del Clero de la Conferencia Episcopal Española.

En 1988 fue ordenado obispo en la Catedral de Ciudad Rodrigo, una diócesis en la que permaneció al frente del Obispado hasta que tomó posesión como obispo de Cádiz y Ceuta el 29 de enero de 1994.

Don Antonio Ceballos Atienza llegó a Cádiz hace 17 años, un año antes de que Teófila Martínez ganara las elecciones municipales por primera vez. Es un dato que no tiene nada que ver, pero resulta curioso. Don Antonio Ceballos relevó como obispo de Cádiz a don Antonio Dorado, que a su vez había sustituido a don Antonio Añoveros. Esto supone que, desde 1964, para ser obispo de Cádiz es conveniente llamarse Antonio, mientras no se demuestre lo contrario. Ya veremos con el próximo.

Cuando llegó, hace 17 años, era una incógnita para los gaditanos. Un nuevo obispo es recibido con respeto, pero también con expectación, para ver por donde nos lleva en el camino como pastor. Hoy, 17 años después, cuando ya ha presentado oficialmente su renuncia como obispo, por haber cumplido los 75 años de edad, don Antonio Ceballos ya es conocido por todos. Sus cualidades son más que apreciadas. Y ese respeto de cortesía con que fue recibido se ha convertido ahora en el respeto que se gana con el ejemplo, con la bonhomía, con el testimonio personal, con los actos y las actitudes de cada día. Por eso, es hoy para nosotros un Gaditano de Ley.

Y lo es, principalmente, porque don Antonio Ceballos Atienza ha sido, y es aún, el obispo de todos los gaditanos. De los creyentes, pero también de los no creyentes. Es, por encima de todo, el obispo de los que más lo necesitan. Es el obispo de los más pobres. Es el obispo de los que sufren. Es el obispo de los jóvenes que no tienen empleo. Es el obispo de los mayores que viven solos en su soledad. Es el obispo de los enfermos que padecen en los hospitales. Es el obispo de los presos que han tropezado en la vida y han terminado en la cárcel. Es el obispo de las mujeres maltratadas de palabra y de obra. Es el obispo de las monjas que a veces viven calladamente su pobreza, entre obras de arte, mientras no le restauran el convento, como en Santa María. Es el obispo de los inmigrantes que han llegado en pateras, pasando hambre y sed, y de los que se ahogaron por el camino. Es el obispo de los que sufren en sus carnes y en su alma el pinchazo de las drogas. Es el obispo de los pordioseros, de los borrachos, de los locos, de los que despreciamos, de los que nos molestan por las calles. Es el obispo de los que sufren las injusticias de la vida. Es el obispo al que vemos en el culto del esplendor barroco de los templos; y es el obispo al que no vemos en los escenarios de la marginación porque nosotros no estamos ahí, mientras hablamos de solidaridad con palabras vacías, pero él sí está.

Así se ha hecho Gaditano de Ley. Es Gaditano de Ley con los más pobres de Cádiz. Así ha sido el obispo de las Bienaventuranzas. Así ha estado con los pobres de espíritu, con los mansos, con los que lloran, con los que tienen hambre y sed de justicia, con los misericordiosos, con los limpios de corazón, con los pacíficos, con los que sufren persecución por causa de la justicia… Así ha visto a Dios en el rostro de los que verán a Dios.

Y eso es lo que ha visto Cádiz: a un hombre que cree en Dios y se le nota. Nada más y nada menos. A un hombre humilde, sincero, consecuente con su fe. A un obispo que se mezcla con la gente de la calle, que pasea a pie, que no alardea de nada. Don Antonio no es el obispo del Jueves Santo en Cádiz que cantó en su poema José María Pemán. Este obispo no pisa la calle sólo en la tarde del Jueves Santo, para visitar los sagrarios, “con su capa y su muceta, tronco de raso violeta, con verdes borlas por flores, del anillo y pectoral luciente la pedrería, que por el callejón venía de junto la Catedral”.

Este obispo, si se encuentra con “Chano y Diego y Felipe el de las flores y Paquillo el del Palmar, niños de los pescadores, que aún en las fiestas mayores han de salir a la mar” es probable que no les interrumpa el juego, porque estarán acostumbrados a verlo más que a aquel obispo preconciliar, que asustaba a los niños mientras los bendecía con un latín enrevesado.

Yo sé que don Antonio Ceballos Atienza no es una persona a la que le guste recibir galardones. Hoy ha tenido un gesto de cariño, aceptando esta distinción del Ateneo, sólo para no contrariar a quienes hemos querido hacerle este reconocimiento. Sé que no le gustan los elogios, porque eso entra dentro de la condición natural de las personas que son verdaderamente humildes. En consecuencia, sé que esta laudatio le parecerá exagerada y discordante, casi chirriante, a pesar de que me quedo corto.

Pero hay que decir algo más, antes de terminar. Cádiz, que es una ciudad generosa y abierta, es también a veces algo miope para ver la realidad. En Cádiz suele pasar que, cuando te vas, es cuando te valoran más y mejor. Precisamente por eso, creo que don Antonio Ceballos será más y mejor valorado cuando ya  no sea obispo de Cádiz; más aún que ahora, cuando todavía lo es. Porque será entonces, cuando ya se haya retirado de la actividad diocesana, cuando se apreciará todavía más el mucho bien que hizo en estos años, cuando notaremos que su ejemplo fue siempre el del mejor pastor: el pastor que usa la vara para guiar, no para dar palos.

En estos años, algunos habrán echado en falta en Cádiz un obispo autoritario, porque teníamos uno que quería buscar la paz a través del diálogo, de la concordia y de los acuerdos entre todos, del respeto como norma de conducta. Sobre todo a nivel interno de la Iglesia, entre aquellos que nos decimos hermanos y a veces no lo demostramos. Si algunos no han sabido entenderlo, han perdido el tiempo; y, cuando lo entiendan, ya sólo quedará la nostalgia del obispo que se nos fue.

Pero quedará para siempre su ejemplo. En estos tiempos, que no son los mejores para la Iglesia Católica, ni para la sociedad civil tampoco, importan mucho los testimonios personales, más que las palabras. En estos tiempos, cuando algunos se empeñan en destacar los peores males que han sacudido a la Iglesia, como si quisieran generalizar, no hay que olvidar lo que vale el testimonio de personas como don Antonio Ceballos Atienza.

El ha escrito numerosas pastorales y orientaciones (yo le publiqué muchas cuando era director del Diario). Cartas y pastorales profundas, con las que ha querido orientar a todos para conseguir un mundo más justo y mejor. Esa es su obra, pero no sólo esa. La mejor pastoral que ha escrito don Antonio Ceballos Atienza ha sido el guión de su vida, humilde y sencilla, al lado de los más necesitados, atento con todos. Ha sido el testimonio de un hombre de bien, de un cristiano auténtico, y eso hay que decirlo claro. Un hombre que amó en tiempos revueltos, y que ha dado ejemplo con su vida a los gaditanos, haciéndose uno más con ellos.

Por eso, hoy queda reconocido como Gaditano de Ley.
 

José Joaquín León Morgado

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