La parroquia de San José inhuma los restos mortales de quien fue su párroco. Don Camilo García Valenzuela

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

La parroquia se siente agradecida a sus párrocos, pues como dice el Canon 519 «El párroco es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho».

El padre Salvador Rivera presidió la celebración de la Eucaristía junto al Vicario General de la Diócesis, D. Guillermo Domínguez Leonsegui, los sacerdotes adscritos a la parroquia D. Mateo Silva y D. Jose Díaz, diáconos D. Manuel Gómez y D. Manuel López; y un templo lleno de fieles, entre los que se encontraban familiares de D. Camilo.

Don Camilo nació y fue ordenado en Jaén y en el 1928 vino a Cádiz a cumplir con el servicio militar, y al término del mismo solicitó la incardinación en la Diócesis de Cádiz y Ceuta. Tuvo muchos destinos en la diócesis: Algeciras, Jimena, La Línea, San Fernando…y Cádiz.

El padre Salvador Rivera dio lectura a un escrito donde don Camilo se despedía de la parroquia de San José después de treinta y cuatro años prestando su ministerio.

Menciona en el escrito que antes de tomar posesión vino de visita a la parroquia y observó que en las dos Eucaristías de domingo sólo asistieron veinticuatro personas y el Sagrario no se abrió ni una sola vez. No había ni bancos en el templo.

Fundó las cuatro ramas de la Acción Católica, con su Junta parroquial, las conferencias de San Vicente de Paul para los enfermos. Las damas de la caridad para mujeres enfermas. Se repartía comida para los necesitados, cocinada por mujeres de la parroquia.

A los pocos años ya las dos Eucaristías de los domingos pasaron a ser siete por la mañana, e instauró una Eucaristía los domingos por la tarde, cosa que sólo la Catedral tenía. Las comuniones crecieron de manera significativa llegando a recibir la Sagrada Eucaristía más de mil personas los domingos.

Entre sus dedicación a la feligresía, don Camilo hace constar las predicaciones diarias, el rezo del Santo Rosario, las Sabatinas, conferencias cuaresmales, la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los patios de los grupos de viviendas, cursillos de Biblia y predicaciones sociales.

Don Camilo se despide en su escrito de los feligreses parroquiales de San José, recordándoles su entusiasmo por el seminario diocesano. Fundó catorce coros de fomento de vocaciones. Envió al seminario a quince seminaristas, que se convirtieron en casi tantos presbíteros, entre los que menciona a los padres: Cruceira, Manuel Fernández, Flores, Guerrero, Cayetano…

Desde el día catorce de noviembre descansan sus restos mortales en el presbiterio de San José, de donde él nunca se apartó y quiso siempre morar después de su muerte. Descanse en paz.

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