Yacouba Kone, había nacido el 30 de diciembre de 1986 en Costa de Marfil. El pasado miércoles, 17 de abril, con sólo sus 26 años a cuestas, partió en una pequeña embarcación desde algún lugar de Marruecos hacia la costa de Tarifa. Como todos los inmigrantes soñaban un mundo de ilusiones y esperanzas en el horizonte que se dibujaba en la otra orilla.
Pocas horas después alguien descubrió que la embarcación había naufragado y que una persona se encontraba flotando, junto a otros que intentaban sobrevivir en las aguas del Estrecho. Llegó el Helicóptero de Salvamento Marítimo y urgentemente se le trasladó a la Isla de las Palomas, porque parecía que había un hálito de vida. Los Servicios médicos y de atención sanitaria se esforzaron en salvar su vida, pero no lograron recuperarlo. Yacouba Kone había fallecido. Una manta cubrió el cuerpo del inmigrante marfileño, a la espera de la llegada del médico forense. En la Isla todos quedaron consternados y cundió el silencio. Cada cual musitó una oración hacia un cielo nublado.
El miércoles 22 de mayo, tras las gestiones realizadas por el Secretariado de Migraciones ante el Juzgado de Algeciras, un centenar largo de personas se reunía en la Parroquia de San Mateo de Tarifa para acompañar en su último adiós a Yacouba.
Junto a la comunidad de cristianos tarifeños que habían acudido – como hacen siempre ante estas tragedias – estaba el párroco y arcipreste de Tarifa, que presidió el acto religioso, un buen grupo de sacerdotes y diáconos llegados de distintos lugares, varios religiosos y religiosas, los miembros del Secretariado de Migraciones, algunos inmigrantes africanos, los policías de la Isla de las Palomas y así hasta alcanzar unas ciento cincuenta personas.
El director del Secretariado de Migraciones habló de Jesucristo, el Buen Pastor, que acude solícito en socorro de nuestros hermanos que atraviesan estas cañadas oscuras y trágicas de la inmigración de la desesperación, para llevarlos amorosamente en sus brazos hasta el misterio del Reino de Dios.
Y resaltó que la presencia de tantas personas expresaba el afecto, la cercanía y el acompañamiento de una Iglesia fraterna que no quiere dejar solos a nuestros hermanos en estos momentos y de una sociedad humanitaria que ofrece su rostro más hermoso con estos gestos de solidaridad.
Junto a la oración de todos los asistentes por este hermano y por su familia, había también un clamor contenido para que los Gobiernos de ambas orillas, del Reino de Marruecos y de la Unión Europea, acometan las políticas y las acciones necesarias para acabar con tanto drama y tragedia en El Estrecho.