Palabra de Vida. Monseñor José Rico Pavés : “Cuando preparamos el inicio de un nuevo curso es necesario escuchar la enseñanza de Cristo que nos llama a cargar con la propia cruz y seguirle para ser discípulo suyo”

Diócesis de Asidonia-Jerez
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La diócesis de Asidonia-Jerez, conocida también simplemente por diócesis de Jerez, ​ es una jurisdicción de la Iglesia católica de España que comprende el norte de la provincia de Cádiz, tomando como límite y frontera natural el curso del río Guadalete.

Preparamos el comienzo de un nuevo curso pastoral. Como en la vendimia, la cosecha de lo sembrado es el fundamento de lo que está por estrenar. El año jubilar del Corazón de Jesús es el campo bendecido en el que ha visto la luz la propuesta de algunos cambios diocesanos destinados a seguir impulsando la tarea evangelizadora. Y para que no nos falte la luz de la Palabra de Dios en nuestro caminar, la Liturgia del primer Domingo de septiembre nos recuerda las tres condiciones que Jesús pone para ser sus discípulos.

La primera condición afecta al corazón y tiene que ver con el amor debido a las personas más cercanas: los miembros de la propia familia. El discípulo debe posponer a los padres, hermanos, hijos y a sí mismo, para amar por encima de todos a Cristo. El Señor no llama a destruir el amor entre los miembros de la familia, sino a fortalecer ese amor desde el amor infinito que sólo Él nos puede comunicar.

La segunda condición exige unir cruz y seguimiento. Jesús pide abrazar la cruz sólo después de prometer que siempre podremos encontrarle a Él en ella. Por eso, cargar la cruz forma parte del seguimiento. Cargar la cruz siguiendo a Cristo implica asumir la adversidad con la confianza de quien se sabe sostenido por una mano más fuerte; significa saberse capacitado por el Señor para devolver amor a los que nos odian; significa encontrar alegría en gastarse y desgastarse por salir al encuentro de Cristo en nuestros semejantes; significa acoger la invitación de Cristo y poner la propia vida en su Corazón para reparar con su amor el daño del pecado; significa, en fin, pedir al Señor la prudencia necesaria para embarcarse, con su ayuda, en empresas que sabemos de antemano que son superiores a nuestras fuerzas.

La tercera condición, en realidad, resume las dos anteriores: la renuncia a todos los bienes para tenerle a Él como nuestro único bien. El discípulo de Cristo sólo puede serlo de Él.

Cuando preparamos el inicio de un nuevo curso es necesario escuchar la enseñanza de Cristo que nos llama a cargar con la propia cruz y seguirle para ser discípulo suyo.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

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