No hemos querido vivir la consagración de la diócesis como la reivindicación nostálgica de una situación sociopolítica del pasado, sino como una manifestación de la fe católica con la que expresamos nuestro agradecimiento al Señor por la herencia de santidad recibida de nuestros mayores. Quien se ha acercado con fe a los lugares designados para ganar la gracia de la indulgencia plenaria, no solo ha tenido la oportunidad de renovar su vida de fe, sino que ha contribuido a que la familia de la diócesis afronte con mayor valentía los retos evangelizadores del momento presente. Evangelizar significa llevar a todos el amor que brota del Corazón de Cristo.
El Señor en su Providencia ha querido que el día que clausuramos el Año jubilar se proclame en la liturgia dominical la palabra de vida que nos salva: no hagáis frente al que os agravia… amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Frente al “ojo por ojo y diente por diente”, Jesucristo anuncia con palabras lo que enseña con su vida. En la cruz Jesús reacciona al odio y al pecado del mundo ofreciendo amor hasta el extremo. En la cruz Jesús reza por los que le injurian y le torturan hasta la muerte. En la cruz, cuando a los ojos del mundo aparece débil, derrotado y sin sentido, Jesús revela la fortaleza, la victoria y la sabiduría de Dios. No habríamos sido salvados, si no hubiésemos sido perdonados. Seguiríamos en la esclavitud del pecado, si a nuestras culpas y delitos, Jesús hubiera respondido con la ley del talión.
Las dos primeras señales que muestran la autenticidad de la vida cristiana son el perdón y el amor a los enemigos. No se puede llamar cristiano quien no se ha dejado perdonar por el Señor. Quien no recibe el perdón de Dios en su corazón, no podrá reaccionar ofreciendo perdón a quien le agravia. No se puede llamar cristiano quien no ama y reza por sus enemigos.
El Año jubilar que hemos vivido en la diócesis nos deja una enseñanza fundamental: el Corazón habla al corazón. Evangelizaremos si hacemos del perdón y del amor a nuestros enemigos nuestra carta de presentación. Es decir, seremos portadores del evangelio si permanecemos en el amor del Corazón de Cristo. Confiando al amor de Dios el destino de la diócesis, renovemos esta petición centenaria al Sagrado Corazón de Jesús: “Sé siempre el Rey de nuestra diócesis, haciendo que, a su vez, Jerez permanezca ahora y siempre en tu Sagrado Corazón”.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez