A las puertas del inicio de un nuevo curso pastoral, algunos acontecimientos eclesiales nos ayudan a ejercitar la esperanza. El 1 de septiembre hemos celebrado con toda la Iglesia la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Se nos ha propuesto este año el lema espera y actúa con la creación para confesar a Dios como Creador y destacar la alta vocación del ser humano, creado a su imagen y semejanza,al ser llamado por Diospara ser colaborador suyo en el cuidado de todo lo creado. Con esta Jornada se abre el tiempo de la creación, que se extenderá hasta el próximo 4 de octubre, festividad de san Francisco de Asís. En tiempos en que muchos pretenden borrar la huella del Creador en las criaturas y disponer de nuestro mundo como si Dios no existiera, somos llamados a llevar la esperanza que nace del encuentro con Cristo Resucitado también al campo del cuidado de la creación.
Además, el día 2 ha iniciado el Papa Francisco el viaje más largo de su pontificado, a Indonesia, Timor Oriental, Papúa Nueva Guinea y Singapur, países de mayoría musulmana a los que el Papa acude para fortalecer el diálogo interreligioso y la defensa de la justicia social. Consciente de que las minorías católicas deben ser fermento de esperanza, el Papa nos recuera la tarea inaplazable que debemos cumplir todos: llevar el evangelio a los confines de la tierra.
Junto a estos acontecimientos que afectan a la Iglesia universal, apuramos el final del tiempo estival con celebraciones marianas que siembran la geografía diocesana de esperanza. Coincidiendo con la fiesta de la Natividad de la Virgen María, muchas localidades de nuestra diócesis celebran a sus Patronas: la misma y única María Santísima invocada con muchos nombres que evocan su cercanía y protección materna en numerosas situaciones de la vida.
Como regalo del Cielo para disponernos al comienzo de un nuevo curso, nos llega la Palabra de Dios que se proclama viva en la Liturgia. Encontramos una indicación luminosa al celebrar la Natividad de la Virgen María. El pasaje evangélico que propone la Iglesia en ese día es el de la anunciación a San José del nacimiento del Salvador, concebido por obra del Espíritu Santo en las entrañas purísimas de la Santísima Virgen María. Cuando san José se encuentra sumergido en lo más hondo de la prueba y, sin dudar de la Virgen, no comprende lo que está sucediendo, recibe en sueños la Palabra del Señor que le colma el corazón de esperanza: José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 20-21).
¿Hay mejor manera de prepararse a un nuevo curso que recibir con San José, cada día más y mejor, a María Santísima que nos trae al Salvador del mundo?
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez