Benedicto XVI y la fe de los sencillos

​En su primera visita a España como Sucesor de Pedro, con motivo del V Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Valencia en junio de 2006, Benedicto XVI se dirigió a los obispos de la Conferencia Episcopal Española refiriéndose a la fe de los sencillos. Lo hacía recordando las recientes orientaciones del episcopado español que señalaban planteamientos teológicos deficientes detrás de la secularización que afecta también a la vida interna de la Iglesia. El Papa se mostraba conocedor de la Iglesia en España y alentaba a los pastores a ofrecer orientaciones para ayudar a los fieles: «Conozco y aliento el impulso que estáis dando a la acción pastoral, en un tiempo de rápida secularización, que a veces afecta incluso a la vida interna de las comunidades cristianas… Movidos por vuestra solicitud pastoral y el espíritu de plena comunión en el anuncio del Evangelio, habéis orientado la conciencia cristiana de vuestros fieles sobre diversos aspectos de la realidad ante la cual se encuentran y que en ocasiones perturban la vida eclesial y la fe de los sencillos» (8.7.2006).

​Siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger ya había empleado la misma expresión, señalando las causas de la crisis de la teología y sus consecuencias para la fe: «Las preguntas por la exégesis y por los límites y posibilidad de nuestra razón, es decir, por las premisas filosóficas de la fe, me parece que indican de hecho el punto crucial de la crisis de la teología contemporánea, por la que la fe –y, cada vez más, también la fe de los sencillos- entra en crisis» (Conferencia inaugural del Año Académico, Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, 25.11.1996).

​En la Encíclica Lumen fidei (“La luz de la fe”) del Papa Francisco, redactada casi por completo por Benedicto XVI durante el Año de la fe en que presentó la renuncia, encontramos de nuevo la expresión al recordar la misión pastoral de la teología: «La teología participa en la forma eclesial de la fe; su luz es la luz del sujeto creyente que es la Iglesia. Esto requiere que la teología esté al servicio de la fe de los cristianos, se ocupe humildemente de custodiar y profundizar la fe de todos, especialmente la de los sencillos» (LF 36).

​La publicación póstuma del Testamento vital de Benedicto XVI, fechado el 29 de agosto de 2006, ha puesto de nuevo en evidencia la sencillez de su fe y su preocupación por la fe de los sencillos. No en vano, la palabra “fe” es la más repetida en el Testamento, seguida de la palabra “gracias”. El teólogo erudito y profesor brillante, el sacerdote piadoso y obispo bueno, el defensor atento de la fe y colaborador leal deun Papa Santo y Magno, el que se sabe “humilde trabajador de la viña del Señor” al ser elegido Sucesor de Pedro, cuando hace balance de su vida, expresa agradecimiento y petición de perdón, fortaleza y confianza. ¿Acaso no son esos los rasgos que distinguen la fe de los sencillos?

​El agradecimiento se dirige en primer lugar a Dios, Dador de todo bien, por haberle dado la vida y haberle guiado con la luz de su semblante. Agradecimiento, además, a sus padres por haber preparado para la familia un magnífico hogar, cuya luz clara le ha iluminado todos los días de su vida. Agradecimiento y reconocimiento a su hermana y hermano. Agradecimiento a Dios por los amigos, los colaboradores, los profesores y alumnos. Agradecimiento alCreador por su hermosa patria en los Pre-Alpes bávaros y por toda la belleza que ha podido experimentar en todas las etapas de su vida, especialmente en su segunda patria, Roma e Italia… La fe sencilla rebosa agradecimiento. Quien tiene la dicha de conducirse en este mundo con la luz de la fe no puede menos que reconocer la mano providente y amorosa de Dios en todos los acontecimientos de la vida, y expresar gratitud, siempre y por todo. Tal es la dinámica que hace crecer la fe, tal como explicó Benedicto XVI al convocar el Año de la fe: «La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios» (Carta Porta fidei [11.10.2011] 7).

​La petición de perdón «de todo corazón… a los que he agraviado de alguna manera» brota espontánea de quien ha cultivado la humildad en el trato cercano y amoroso con la Verdad que hace libres. «El creyente no es arrogante; al contrario, la Verdad le hace humilde, sabiendo que, más que poseerla él, es ella la que le abraza y le posee. En lugar de hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos» (LF 34). Por eso, con la humildad de la fe sencilla, el Testamento de Benedicto XVI nos deja dos exhortaciones de profética actualidad. La primera dirigida a sus compatriotas alemanes: «Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe». La segunda, a todos los que en la Iglesia le fueron confiados a su pastoreo: «¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir!».

​Para no ceder a la confusión que perturba la fe, el Señor ha regalado a su Iglesia, en una nueva etapa evangelizadora,la enseñanza lúcida de Joseph Ratzinger, como regaló la aportación refulgente de los Padres de la Iglesia en la antigüedad cristiana. Frente a la presunción falsamente científica que se jacta de desacreditar la fe católica, Benedicto nos ha dejado la firme sencillez de su testimonio: «A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido», dejando a la vista, una y otra vez lo razonable de la fe.

​Como la altura extraordinaria de algunas cordilleras solo se percibe desde la distancia, así también el legado intelectualde Benedicto XVI se descubrirá cada vez mayor con la distancia del tiempo. Volveremos a leer sus escritos y percibiremos asombrados su actualidad imperecedera. Observaremos entonces que su lucidez reside precisamente en su sencillez. Y es que la fe sencilla de Benedicto XVI nace de su humildad y confianza. Si creer es ver con los ojos de Jesucristo, la mirada de la fe requiere recorrer su mismo camino de abajamiento con su misma actitud de confianza. En el centro de la fe del Papa Benedicto reconocemos el encuentro vivo con el Señor en su Iglesia. Una Iglesia viva y joven porque en Ella está Cristo vivo, verdaderamente resucitado, como proclamó con insistencia en la Misa con la que inauguraba su misión como Sucesor de Pedro.

​En esa ocasión, al evocar el significado de los dos signos con los que se representa litúrgicamente el ministerio petrino(el palio y el anillo), Benedicto XVI se presentó como servidor de la alegría: «Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo» (Homilía en la Misa de inicio del ministerio petrino, 24.4.2005). La petición del Cardenal Ratzinger en la Homilía de la Misa pro eligendo Pontifice, fue atendida en su persona: «En este momento, pidamos sobre todo con insistencia al Señor que, después del gran don del Papa Juan Pablo II, nos dé de nuevo un pastor según su corazón, un pastor que nos guíe al conocimiento de Cristo, a su amor, a la verdadera alegría» (18.4.2005).

​En la alegría serena de Benedicto XVI hemos visto resplandecer el gozo de Jesús en el Espíritu cuando proclamaba: Te doy gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a los sencillos (Lc 10, 21). La sabiduría del Cardenal Ratzinger no fue la de los sabios de este mundo –aun cuando nunca rehusó el diálogo con ellos-, sino la de quien se sabía«débil siervo de Dios», sostenido, protegido y guiado por la multitud de los santos. Esa sabiduría de los sencillos fueelegida por el Señor para confirmar en la fe a sus hermanos. En Benedicto XVI, Dios regaló a su Iglesia un servidor sencillo de nuestra alegría, que supo exponer con el lenguaje evangélico de la sencillez la grandeza inefable de la Revelación divina.

​La dedicación teológica de Joseph Ratzinger, suministerio episcopal y servicio eclesial al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la entrega personal y el legado magisterial de Benedicto XVI han sido, son y serán para muchas generaciones un testimonio admirable y luminoso de lo que significa ocuparse «humildemente de custodiar y profundizar la fe de todos, especialmente la de los sencillos».

+ José Rico Pavés

(último obispo nombrado para España por Benedicto XVI)

Obispo de Asidonia-Jerez

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