Defensa de la vida y voces contra el aborto

Diócesis de Asidonia-Jerez
Diócesis de Asidonia-Jerezhttps://wp.diocesisdejerez.org/
La diócesis de Asidonia-Jerez, conocida también simplemente por diócesis de Jerez, ​ es una jurisdicción de la Iglesia católica de España que comprende el norte de la provincia de Cádiz, tomando como límite y frontera natural el curso del río Guadalete.

Defensa de la vida y voces contra el aborto

​Corría el mes de noviembre de 1982. El día que el Papa Juan Pablo II finalizaba su primer viaje apostólico a España, el siempre lúcido pensador y filósofo Julián Marías escribía una magistral “tercera de ABC”, titulada “Las palabras más enérgicas”, en la que recuperaba la que, en su opinión, había sido la enseñanza más vigorosa del Papa durante su estancia en nuestra patria, centrada en el tema del aborto. Al discípulo de Ortega y Gasset le sorprendió la energía excepcional en las ideas, en la voz, en el gesto de Juan Pablo II y reproducía un párrafo del discurso que había pronunciado el 2 de noviembre, día de los difuntos: «Hay otro aspecto aún más grave y fundamental, que se refiere al amor conyugal como fuente de la vida: hablo del respeto absoluto a la vida humana, que ninguna persona o institución, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida, aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el fundamento mismo de la sociedad. ¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente o se llega incluso a facilitar los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas humanas indefensas?» (Juan Pablo II, 2.11.1982).

​De esas palabras enérgicas y proféticas del Papa, Julián Marías destacaba, sobre todo, que su fuerza no descansaba en la autoridad pontificia o en el credo religioso de quien las pronunciaba, sino en lo dicho en ellas. Y volvía a expresar una convicción profunda: «Creo que es un grave error plantear la cuestión del aborto desde una perspectiva religiosa: se está difundiendo la actitud de que “para los cristianos” (o acaso “para los católicos”) el aborto es reprobable. Con lo cual se supone que para los que no lo son puede ser aceptable y lícito. Pero la ilicitud del aborto nada tiene que ver con la fe religiosa, ni aun con la mera creencia en Dios; se funda en meras razones antropológicas… Y pienso que la aceptación social del aborto es lo más grave que ha ocurrido, sin excepción, en el siglo XX» (Julián Marías, ABC, 9.11.1982).

​El pasado 5 de julio se ha cumplido el 40º aniversario de la primera ley del aborto de nuestra democracia. Los años transcurridos desde su aprobación, y el extremadamente trágico agravamiento de las leyes abortistas que han venido después, han demostrado la falsedad de todas y cada una de las motivaciones que hace cuarenta años se invocaron para aprobar tan nefanda ley. El balance es de una gravedad máxima: más de tres millones de vidas humanas abortadas, hijos a los que se les ha arrebatado la vida en el seno materno y se les ha impedido nacer, mujeres heridas en su maternidad, libertad encadenada en la mentira y sociedad mortalmente anestesiada. No se equivocó Julián Marías cuando se refirió al aborto como “la más grave amenaza” y denunciaba el atroz panorama que se abría para la sociedad: «Estamos amenazados por la mayor ola de “reaccionarismo” que puedo recordar; porque no afecta a tal o cual aspecto secundario de la vida, sino a su misma realidad, a lo que tiene de persona, a lo que hace que pueda ser vividera, con esperanza en medio de todas las dificultades y dolores que lleva consigo. La manipulación a la que está sometido el mundo actual, incomparable con la de cualquier otra época, hace verosímil que el mundo se embarque en una monstruosidad sin precedentes. Imagino que en el siglo próximo se puede sentir vergüenza de que haya existido una época tal como nos la presentan, ofrecen y, lo que es más, quieren imponer» (Julián Marías, ABC, 4.9.1994).

​Cuando la Iglesia Católica afirmó en el Concilio Vaticano II que «la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables» (GS 51), puso las bases de una enseñanza que se ha mantenido sin titubeos ni interrupciones hasta nuestros días. La enseñanza de San Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium vitae es totalmente clara: «Entre todos los crímenes que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave y deplorable» (EV 58). Por eso, el juicio moral es inequívoco: «Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos y cada uno de los Obispos…, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto negación deliberada del derecho fundamental a la vida de la persona humana» (EV 62).

​Benedicto XVI, por su parte, citando a su predecesor, a la vez que reiteraba el juicio moral sobre el aborto provocado, llamaba a las personas que han incurrido en la culpa del divorcio y del aborto, a encontrar la paz y la recuperación acudiendo a la misericordia divina. «Fuera de la misericordia de Dios no existe otra fuente de esperanza para el hombre… En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz» (Juan Pablo II, 17.8.2002). Por eso, recordaba Benedicto, «se puede ver que los “no” que la Iglesia pronuncia en sus indicaciones morales y en los cuales a veces se concentra de modo unilateral la atención de la opinión pública, en realidad son grandes “sí” a la dignidad de la persona humana, a su vida y a su capacidad de amar. Son la expresión de la confianza constante de que, a pesar de sus debilidades, los seres humanos pueden corresponder a la altísima vocación para la cual han sido creados: la de amar» (Benedicto XVI, 5.4.2008).

​Es sabido que Benedicto XVI invocaba en sumagisterio lo que él llamaba las “cuestiones pre-políticas”, es decir, principios fundamentales de la moral y la dignidad humana que no son producto de la legislación o la voluntad política, sino que la preceden y la fundamentan. Son verdades que la razón humana puede discernir y que son universales, no dependientes de una mayoría parlamentaria o de un consenso social cambiante.Estos principios son la base de una sociedad justa y de un Estado de derecho, y la política debe respetarlos y protegerlos, no crearlos o ignorarlos. Si la política se desvincula de estas verdades fundamentales, corre el riesgo de caer en el relativismo y la tiranía. Entre estos principios ocupa un lugar fundamental la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su último aliento natural. Esta defensa tiene su fundamento en la dignidad infinita de la persona humana. 

​El Papa Francisco ha sido igualmente claro: «Si la familia es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es acogida y protegida desde su concepción hasta su ocaso natural, es particularmente grave, e incluso escandaloso, el uso de las tecnologías de reproducción asistida y el aborto» (Francisco, Exhortación Amoris laetitia[19.3.2016] 83). El mismo Papa aprobó de forma expresa la Declaración Dignitas infinita (8.4.2024) del Dicasterio para la Doctrina de la Fe: «La Iglesia no cesa de recordar que la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Precisamente la afirmación de tal dignidad es el presupuesto irrenunciable para la tutela de una existencia personal y social, y también la condición necesaria para que la fraternidad y la amistad social puedan realizarse en todos los pueblos de la tierra. Sobre la base de este valor intangible de la vida humana, el magisterio eclesial se ha pronunciado siempre contra el aborto» (DI 47).

​Por eso, hay que repetirlo con absoluta claridad y firmeza: ¡No! La Iglesia nunca ha apoyado, ni apoyarájamás, ninguna ley en favor del aborto procurado, porque nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. La Iglesia llama expresamente a los católicos «a oponerse a toda ley que atente contra la vida humana y a no apoyarlacon el propio voto» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política [24.11.2002] 4). Más aún, la Iglesia Católica considera que un político católico que defiende y promueve el aborto se encuentra en un estado de “manifiesto pecado grave” y, si persiste obstinadamente en ello, no debe ser admitido a la Sagrada Comunión, según el canon 915 del Código de Derecho Canónico.

​Necesitamos unir esfuerzos en defensa de la dignidad infinita de todo ser humano y hacer resonar, con respeto exquisito, la voz en contra de toda ofensa a esta dignidad: contra el drama de la pobreza, contra la tragedia de la guerra, contra la trata de personas y la migración denigrante, contra los abusos de poder y los sexuales, contra las formas múltiples de violencia ejercida contra las mujeres, contra el aborto y la eutanasia. La defensa de la vida no puede ser utilizada para otros fines. Se daña gravemente la capacidad de colaboración entreasociaciones pro-vida cuando grupos de diferentenaturaleza utilizan la causa de la defensa de la vida para fines no declarados o intereses particulares.

​Pasados cuarenta años de una ley que ha legitimado la destrucción de más de tres millones de vidas humanas, conviene volver a recordar las palabras sabias de Julián Marías: «La aceptación social del aborto es lo más grave que ha ocurrido, sin excepción, en el siglo XX». Necesitamos despertar de la anestesia amoral en que se encuentra sumida Occidente para volver a experimentar la sana angustia de quien supo denunciar con ejemplar honestidad moral e intelectual la grave amenaza del aborto: «Vivo angustiado hace varios años al saber que todos los días se mata, fría y metódicamente, a miles de niños aún no nacidos, se les impide llegar a ver la luz, se les expulsa del seno materno – la más íntima y profunda de todas las casas del hombre-, se los echa a morir. Me angustia todavía más el ver a tantas personas que hace muy pocos años se hubiesen horrorizado de esto -mejor dicho, que se horrorizaban aceptarlo sin pestañear. ¿Por qué? Por muy varias causas, que valdría la pena analizar; pero ante todo por miedo. Por miedo a no estar al día, a ser descalificados por los que hacen la opinión superficial, a ser llamados “reaccionarios”» (Julián Marías, ABC, 9.11.1982). ¿Se equivocó acaso san Juan Pablo II al anunciar que, si se negaba la defensa a la persona humana más inocente y débil, al concebido no nacido, se minarían los cimientos mismos de la sociedad?.

+José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

La entrada Defensa de la vida y voces contra el aborto se publicó primero en Diócesis Asidonia – Jerez.

Ver este artículo en la web de la diócesis

Contenido relacionado

Conocemos en el Informativo de Asidonia-Jerez los temas destacados del final del curso pastoral...

Tras comenzar el pasado mes de marzo esta sección, y acompañarnos...

Francisco Mateos, condecorado con la medalla Pro Eclesia Asidonense : «Me ha llenado de...

Tras la celebración de la Eucaristía, donde Monseñor José Rico Pavés,...

Santa Iglesia Catedral acogerá la celebración de la festividad de la Virgen del Carmen

La imagen de la Virgen del Carmen, llegará desde la Basílica...

Enlaces de interés

ODISUR
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.