Los educadores cristianos

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Oficina de información de los Obispos del Sur de España

    Los obispos de las diócesis del sur de España nos hemos reunido en Córdoba, durante los días 31 de mayo y 1 y 2 de junio, para reflexionar sobre el urgente problema de educación en la fe, dentro de un mundo en continua mutación.
    Las transformaciones socioculturales de nuestra región son evidentes: los fenómenos de la emigración y del turismo, la elevación del nivel de vida y el aumento de centros docentes tienen repercusión inmediata en nuevos modos de situarse ante la vida, que influyen, a su vez, en la fe del pueblo.
    La misma evolución que está experimentando la Iglesia del posconcilio ha desconcertado a muchos fieles que carecían de una sólida formación religiosa. La fe «tradicional» ha sufrido un fuerte impacto y muchos corren el peligro de caer en el indiferentismo.
    Se impone, pues, una seria reflexión por parte de todo el pueblo de Dios para que, ante esta nueva situación, sepamos transmitir gozosamente nuestra fe a las nuevas generaciones.
Los padres, primeros educadores
    Sin el soporte de una sólida vida cristiana familiar, la fe aceptada por el niño correrá el riesgo de derrumbarse al tener que afrontar en la adolescencia y la juventud un mundo pluralista, en el que predominan valores no cristianos, tales como el materialismo, el hedonismo, la exaltación del sexo, etc.
    Recordemos a los padres de familia, con el Concilio Vaticano II, que son ellos los primeros e insustituibles educadores en la fe (GE n. 3 y 6; GS n.5).
    Frente a la presente situación de cambios, los padres ha de ser los primeros en actualizar y profundizar el contenido de su fe. De no hacerlo así, no sabrán dar respuesta a los interrogantes doctrinales y vitales que sus hijos les planteen.
    Para ello es muy recomendable que los padres se enrolen en movimientos apostólicos familiares, en asociaciones de padres, en escuelas de padres. Habrá que vencer muchas inercias para lanzarse por nuevos caminos; habrá que pensar también que no basta con dar a los hijos más comodidades y más cultura, sino que hay que caminar con ellos hacia Dios (GS n. 48).
Los maestros, educadores en la fe
    Como obispos de la Iglesia, responsables primeros de la educación en la fe, nunca podremos agradecer suficientemente la labor oculta y meritoria que están realizando incontables maestros en la catequización de la infancia en nuestra región, así como en el resto del país.
    Reconocemos la dificultad de la tarea. A la evolución que está experimentando toda la sociedad hay que añadir la profunda transformación que se está operando en el campo de la educación. Estos cambios han afectado por igual a la formación religiosa. Para adaptarse más a los conocimientos que tiene el hombre de hoy sobre la psicología y la pedagogía, se han preparado unos catecismos escolares en los que se hace una presentación progresiva del mensaje cristiano, que exigen para su mejor aplicación una metodología renovada. Los nuevos enfoques de contenido y de método, que traen consigo la reforma educativa y los planteamientos catequísticos posconciliares, han retraído a algunos maestros a colaborar en la educación en la fe. Estamos convencidos de que superadas, en parte, estas dificultades de adaptación, y con oportunidad de actualizarse y captar mejor el contenido incorporados a esta misión serán –como siempre lo han sido– eficaces traductores del mensaje evangélico.
    La respuesta que en el presente curso ha dado el Magisterio, al acudir a los cursos de perfeccionamiento para impartir la formación religiosa en la segunda etapa de la EGB, nos hace concebir la esperanza de que en el futuro los padres cristianos contarán con auténticos especialistas para la formación religiosa de los niños.
    Recomendamos, pues, a los profesores que asistan a los cursos de especialización organizados y realizados por la Jerarquía de la Iglesia, de acuerdo y en colaboración con el Ministerio de Educación y Ciencia.
El sacerdote, animador de las comunidades educativas
    El sacerdote, de cuyo ministerio depende en gran parte la deseada renovación de la Iglesia (OT proemio) tendrá que ser el animador de esos grupos de padres que quieren actualizar su fe para comunicarla a sus hijos; tendrá que colaborar con los maestros en la programación, desarrollo y evaluación de la formación religiosa de los escolares.
    A nivel de bachillerato, el educador religioso tendrá que actualizar sus conocimientos bíblico-teológicos y catequísticos para saber iluminar la vida de sus alumnos con el mensaje cristiano y para dar respuesta a los interrogantes que a ellos se les plantean en el mundo de hoy.
    La formación en catequética es para el sacerdote, como animador y guía de los distintos educadores en la fe, una obligación ineludible.
    Sugerimos la conveniencia de asistir a los cursos de perfeccionamiento que organiza la Comisión Episcopal de Enseñanza y Educación Religiosa durante el verano, y procuraremos institucionalizar esta formación en nuestra región para brindar a todos la oportunidad de actualizarse en materia tan importante.
    También la catequesis extraescolar y la puesta en marcha de los movimientos apostólicos exige una renovación profunda de nuestros métodos de trabajo pastoral. Esperamos del celo apostólico de nuestros sacerdotes, el esfuerzo de renovación necesario para responder a la exigencia del momento.
Los religiosos, catequistas natos
    En los centros educativos dependientes de religiosos y de religiosas tienen una aplicación fecunda todo lo que llevamos dicho sobre los maestros y los sacerdotes. La vocación de religiosos educadores debe ser valorada en la Iglesia como un servicio excelente a la promoción de las personas y a la educación en la fe. Que las dificultades del cambio o las incomprensiones ajenas no mengüen en ellos la seguridad y la confianza en su misión de Iglesia.
Cada día se perfila mejor la imagen del religioso y de la religiosa consagrados a la educación. Todos ellos son catequistas natos, aun cuando las necesidades del servicio educativo les aconsejen o exijan a veces la atención a otras disciplinas.
Sobre estas familias religiosas tenemos depositada los obispos del sur de España una gran confianza para que asuman con nosotros la responsabilidad de educar la fe del pueblo en múltiples frentes: alumnado, padres de alumnos, antiguos alumnos, comunidades educativas propias, centros oficiales, comunidades parroquiales.
Somos conscientes de las dificultades específicas que están viviendo los Colegios de Religiosos en esta fase evolutiva de todo el sistema docente del país. Esperamos de su esfuerzo y de las medidas legislativas del Estado que los Centros de la Iglesia puedan educar al pueblo sin condicionamientos clasistas y sean los adelantados en la educación en la fe.

Córdoba, 2 de junio de 1973.

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