1. Los obispos de Andalucía nos sentimos solidarios con la toma de conciencia y con la esperanza colectiva que está viviendo nuestro pueblo.
Creemos que la fe cristiana, tan presente en la configuración histórica de Andalucía, tiene una palabra que decir sobre su futuro.
2. El paso hacia una unidad de convivencia más amplia que la de cada una de las ocho provincias puede contribuir, sin duda, al redescubrimiento de nuestra identidad y de nuestros valores como pueblo, ya a superar la inercia, el aislamiento y la desesperanza que, junto a otros factores externos, han hecho de nuestra tierra una zona subdesarrollada.
3. El referéndum de iniciativa autonómica, convocado para el 28 de febrero, nos sitúa a todos los andaluces ante una reflexión y una decisión altamente responsable. Cierto que la organización político-administrativa del Estado es materia opinable entre los ciudadanos y que nadie puede ser forzado ni impedido en una opción concreta por razón de su fe cristiana. Pero el proceso autonómico pone en juego importantes opciones de futuro sobre nuestros problemas endémicos – paro, emigración, subdesarrollo – e incluso, en cierta medida, nuestro modelo de sociedad.
4. Nos preocupa sinceramente que se haya descuidado entre nosotros una formación cívica suficiente sobre el tema autonómico. Ellos nos expone al peligro de ligereza o de irresponsabilidad. Es también de lamentar que un objetivo comunitario como el de la Autonomía esté siendo objeto de polarizaciones ideológicas y demasiado partidista. Lo que puede dar grandeza moral a esta paso histórico es la construcción solidaria de una Andalucía de todos.
5. Se impone, pues, una formación de la conciencia de cara al 28 de febrero; esto exige una información suficiente sobre el hecho autonómico en sí; sobre sus horizontes de futuro; sobre su problemática y sobre las versiones del mismo que ofrece cada partido político.
La Iglesia respeta las opciones de conciencia que adopten los ciudadanos y los fieles, siempre que no sean fruto de la apatía, de la insolidaridad o del apasionamiento.
Córdoba, 2 de febrero de 1980