Alocución de Mons. Adolfo González Montes, en la Plaza Circular de Almería, el 28 de agosto de 2011.
Queridos diocesanos:
Un año más, en esta breve estación de la procesión de alabanzas de la santísima Virgen del Mar, nos colocamos ante su imagen sagrada, que mira al mar abierto de nuestra hermosa bahía. Por este Puerto Magno llegó la predicación apostólica del Evangelio a nuestra tierra, y a esta puerta magna que abre la Ciudad a la Mar Mediterránea nuestra Patrona, estrella de los mares, ha conducido a tantos pescadores y mercantes. También su imagen sagrada llegó hasta nosotros hace quinientos años a través de esta mar abierta, que conoce la llegada de inmigrantes en búsqueda de una vida mejor.
Hoy venimos a acogernos al amparo del manto materno de la Virgen María, y a pedirle en esta hora, como siempre hemos hecho, que oriente el rumbo de nuestra nave, que surca los mares, a veces embravecidos, de nuestra vida privada y pública. Venimos a las plantas de la Virgen del Mar para bendecir a Dios por el don de gracia que la Patrona es para nosotros, seguidores de su divino Hijo Jesús. Venimos para decirle, invocando sus dulces nombres:
Señora y Patrona nuestra, henos aquí, a tus plantas para confiarte nuestras vidas, nuestras familias, nuestros niños y jóvenes, después de la gran experiencia eclesial vivida en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid junto al Santo Padre Benedicto XVI.
Bendice a este pueblo que te aclama y te suplica por las nuevas generaciones de creyentes: queremos verlas crecer alejadas de la perdición de una vida sin sentido y desprovistas de la fe de la Iglesia. No queremos que nuestros jóvenes se sientan sin utilidad alguna para la sociedad por falta de trabajo y formación insuficiente, víctimas d una educación fallida, enajenados en la droga y el placer como único criterio de vida.
Te damos gracias, Madre del Amor Hermoso, por los miles de jóvenes que, procedentes de los diversos países de la tierra, han experimentado en la Jornada Mundial de la Juventud la cercanía de Dios a sus vidas y han manifestado vigorosamente su fe Cristo y su esperanza en un futuro mejor, más humano y más conforme con el designio de Dios.
Señora y Patrona de nuestras vidas, acompaña el esfuerzo de nuestro pueblo por lograr una más justa sociedad y un bienestar acorde con la dignidad humana, que alcance a tantos inmigrantes que viven con nosotros y pasan necesidad o carecen del necesario trabajo y de hogar.
Madre de misericordia y consuelo de cuantos sufren, acompaña la soledad de nuestros ancianos y enfermos y suscita en nosotros clara voluntad de asistir a los necesitados y atraer al regazo maternal de la Iglesia a cuantos confían en nosotros como última esperanza de ayuda y fraterna solidaridad.
No dejes, Madre de los sacerdotes, amigos cercanos de tu divino Hijo, de acompañar las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, para que el evangelio de Cristo siga siendo proclamado, y los hombres y mujeres de nuestro tiempo sigan acogiendo al palabra de Dios que oriente sus vidas y recibiendo el perdón y la gracia que les llega por medio de la Eucaristía y de los sacramentos.
Santísima Virgen del Mar, Patrona nuestra, bendice al pueblo que te aclama y no dejes de tu mano esta Ciudad de Almería, cuyos habitantes e instituciones, viviendo en una sociedad abierta y respetuosa con todos, reconocen cuanto deben a su pasado histórico y, fieles a la fe de sus padres quieren seguir siendo cristianos, se honran con tu patrocinio junto a Dios, imploran tu protección y amparo, y confían a tu intercesión una vida ordenada y pacífica llena de prosperidad y fraterno amor. Amén.
Almería, a 28 de agosto de 2011
+ Adolfo González Montes
Obispo de Almería