Homilía de Mons. Adolfo González, Obispo de Almería, en la clausura de la Visita Pastoral a la parroquia de San Roque de la barriada de Pescadería y La Chanca.
Queridos sacerdotes concelebrantes;
Querido P. Javier, párroco de San Roque;
Queridas religiosas y fieles laicos:
Concluímos con la celebración solemne de la santa Misa en el Domingo I de Cuaresma la visita pastoral que acabo de realizar a la comunidad parroquial. Ha sido una semana intensa de contactos y actividades diversas que han llenado la agenda del Obispo diocesano, que se ha dedicado prácticamente en exclusiva durante esta semana a escucharos y estar con vosotros; a confirmaros en la fe y celebrar para la comunidad parroquial los misterios de la fe que profesamos: la misa de apertura y unción de los enfermos, la misa de cofrades aprovechando el triduo en honor del Santísimo Cristo del Mar, de la Cofradía del Calvario, en cuyo haber devocional se rinde también culto a Nuestra Señora de las Lágrimas y a San Juan Evangelista en el Monte Calvario.
Vuestra tradición cofrade tiene además en la Santísima Virgen del Carmen una historia antigua y rica de piedad popular. La han vivido los hombres del mar durante casi cien años, ya que la actual Hermandad fue fundada en 1928. La Santísima Virgen del Carmen ha cubierto con su manto intercesor a los fieles de Pescadería que han vivido y viven de la dura faena de la mar y han tenido que afrontar los temporales, la inseguridad y el paro obligado de la flota pesquera almeriense, hoy reducida a una modesta agrupación casi compuesta de pequeños patronos y empresas familiares.
He escuchado a vuestro Consejo pastoral y a los grupos que más colaboran con los sacerdotes de la parroquia, haciendo posible que el tejido social de la comunidad tenga personalidad propia en una barriada que ha experimentado en las últimas décadas una profunda transformación, mientras ha ido creciendo el volumen e importancia del puerto comercial de la Capital, dotada de una importante salida mercante a los mares por el Mediterráneo, y dando cabida al turismo y a las comunicaciones por mar, sobre todo con la diaria ida y venida de un ferry y otro a diversas ciudades del Norte de África, sobre todo la española de Melilla.
En su momento y conforme a la práctica que siempre cumplo en mis visitas, pronto tendrá el párroco aquellas observaciones que el Pastor diocesano puede hacer a cuanto ha vivido y experimentado estos días con vosotros, en los que no han faltado el recorrido por la barriada y el contacto muy especial con los religiosos que regentan pastoralmente la parroquia de San Roque y la de Santa María de Belén; y religiosas que tienen sus comunidades y servicios en Pescadería y La Chanca. Ha sido reconfortante constatar la obra educativa y social que religiosos y religiosas realizan en esta barriada. El día de ayer concluía con la convivencia con las comunidades religiosas poniendo colofón o broche de oro a una visita que deja honda huella en vuestro Obispo, que siempre os lleva en el corazón como a todos los fieles de la Iglesia diocesana; porque, como decían los padres de la Iglesia antigua, allí donde va el Obispo, va con él su Iglesia.
Quiero resaltar la importancia de la asamblea parroquial, porque en ella quedó de manifiesto tanto la inserción de la comunidad parroquial en la Iglesia diocesana como la proyección de la comunidad sobre el barrio de Pescadería y La Chanca. Ambas dimensiones de la vida parroquial requieren un fortalecimiento y revitalización. La vida de la parroquia debe girar en torno a la Palabra de Dios y de los sacramentos, que han de nutrir la proyección apostólica sobre el entorno social. Una práctica escasa de la fe religiosa merma su proyección apostólica sobre la sociedad, porque «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4; cf. Dt 8,3.
La comunidad parroquial ha hecho un gran esfuerzo asistencial, pero no puede seguir contentándose con esto, si lo único que pueden apreciar en nosotros es nuestra condición de sociedad benefactora, terminarán confundiéndonos con una organización no gubernamental (ONG). Los pobres son los que carecen de bienes materiales necesarios y los que carecen de Dios, y los que lo han sustituido por alternativas que constituyen una nueva fuente de idolatría. Dios ama particularmente a los pobres, pero quiere que sean evangelizados y que la evangelización les ayude a promocionarse humanamente hasta convertirse en personas responsables y, con nuestra ayuda modesta y limitada, puedan llegar a ser capaces de afrontar ellos mismos como protagonistas de su desarrollo incluso la pobreza, la marginación y la exclusión social que padecen y a la que a veces son sometidos. La evangelización de los pobres es un signo que Jesús ofrece a los discípulos del Bautista cuando le pregunta si es él el que ha de venir o han de esperar a otro. Jesús responde: «los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados» (Mt 11,5; Lc 7,22).
La promesa divina del libro del Génesis, que hemos escuchado como primera lectura, nos llena de esperanza: Dios ama los vivientes y no volverá a destruir la tierra que fue anegada en el diluvio universal, del que sólo se salvaron Noé y su familia y los vivientes que entraron por orden de Dios en el arca. De forma bella y poética, leemos cómo el autor sagrado ha puesto estas palabras en boca de Dios: «Pondré mi arco en el cielo como señal de mi pacto con la tierra» (Gn 9,13). La catástrofe natural que dejó tan honda huella en el autor bíblico, ha dado paso al gran mensaje de revelación: Dios nos llama a cuidar la vida y la creación entera, pero para llevar a cabo una tarea así hemos de comenzar por apreciar el valor de la vida y de la creación que Dios ha puesto en la existencia por amor y no destruirá jamás. Lo que sólo es posible si comprendemos que nuestra vida tiene su origen en Dios y en él tiene fundada esperanza de llegar a consumarse con éxito, porque, como dice san Pedro en la carta que hemos escuchado: «Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios» (1 Pe 3,18).
Cristo nos ha dado el ejemplo que seguir, para llegar a la comunión de vida que haga eficaz nuestro testimonio apostólico en el mundo. El vínculo de la comunión en la comunidad parroquial es el sacerdote, cuyo ministerio pastoral da cohesión a la comunión parroquial, porque su ministerio es un ministerio de unidad y comunión. Contra el pastor inmediato de la comunidad no se construye comunidad. El sacerdote, actuando en la persona de Cristo, es quien pone el sacramento de la unidad de la Iglesia sobre el alatar y ofrece el sacrificio eucarístico que da forma y figura a la comunidad parroquial. De la Misa que celebra el sacerdote en la persona de Cristo surge la reserva eucarística que mantiene la presencia sacramental de Cristo en el sagrario de la iglesia parroquial.
Sobre el sacerdote no sólo recae el culto, sino el gobierno de la comunidad y la responsabilidad última de la administración pastoral y económica, la custodia de los libros parroquiales y la caridad pastoral que le pone en contacto permanente con los fieles, consciente de sus necesidades y urgencias.
La parroquia necesita actualizar y modernizar el complejo parroquial al servicio de la iniciación cristiana de los niños y adolescentes, de los movimientos apostólicos y de la acción específicamente pastoral con los adultos, entre los cuales la atención a los jóvenes que contraen matrimonio y las exequias de difuntos tienen especial significado y alcance pastoral. Ruego encarecidamente la colaboración de todos en dar la relevancia social importante a la proyección apostólica de la comunidad parroquial y, al mismo tiempo, colaborar en que el complejo parroquial sirva a los fines para los que ha sido construido y debe ser remozado. El Obispado pondrá en e
llo las orientaciones que hayan de darse y apoyará la acción apostólica y social pastoralmente más oportuna y urgente, sin que falte el modesto apoyo económico que pueda ofrecer.
Pido a los cofrades y a todos los feligreses de la parroquia que lean sin prejuicios y con apertura de corazón y de mente la carta a los cofrades y demás diocesanos que he escrito con motivo de la próxima celebración de la Semana Santa.
Espero, finalmente, que la deseada coordinación de familia, parroquia y escuela católica que hemos deseado siempre los obispos, y que hemos recordado recientemente en un documento que invito a leer y reflexionar, sea vista como acción necesaria en la transmisión de la fe a los niños y adolescentes que educamos. Quisiera que esta coordinación, de la que en última instancia es responsable el Obispo, se convierta en programa apostólico y pastoral de todos, pero especialmente de los religiosos y religiosas que prestan su servicio y testimonio en la demarcación territorial; y que se estudie y se aplique con las posibilidades que la parroquia tiene el plan pastoral vigente.
Así se lo confío a la santísima Virgen del Carmen y a san José, esposo de la Virgen María, y ejemplo de vida conforme a la voluntad de Dios. Que la intercesión de la Sagrada Familia ayude a los esposos y familias cristianas a mantener el ideal de la familia verdadera querida por Dios. Que esta intercesión nos ayude a todos ayude a vivir con la mayor intensidad la Cuaresma que nos disponga a la Pascua, superando las tentaciones que el Señor venció en el desierto, alejando las propuestas del demonio como contrarias a la voluntad de Dios.
Iglesia parroquial de San Roque
Barrio de Pescadería de Almería
22 de febrero de 2015
+Adolfo González Montes
Obispo de Almería