De la Natividad del Señor a su Bautismo

Carta Pastoral de Mons. Adolfo González Montes, Obispo de Almería, sobre el itinerario de la Navidad.

DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR A SU BAUTISMO
PASANDO POR LA FIESTA DE SANTA MARÍA Y REYES
Carta a los diocesanos sobre el itinerario navideño

Queridos diocesanos:

Ante el oscurecimiento que sufren las fiestas de Navidad y la merma de conocimiento de muchos cristianos de la razón de ser de estas celebraciones, me ha parecido oportuno repasar estas fiestas navideñas de tanto contenido en el año litúrgico. Ahora cuando algunos proponen cambiar su lectura y hechura cristiana para dar paso a unos nuevos festejos que nublen su significado religioso sustituyéndolas por las “fiestas del solsticio de invierno”, conviene tener muy claro el recorrido de la Navidad y no dejarlo perder por el neo-paganismo que propicia la propagación de ideas anticristianas y el materialismo que prescinde Dios.
La Navidad llega estos últimos días al final de su primer tramo con la conclusión de la Octava de Navidad el 1 de enero. El origen de la fiesta del nacimiento de Cristo tiene diversas hipótesis, la más conocida y divulgada hoy es la que pretende explicar la Navidad como sustitución por el nacimiento de Cristo del día del Sol invicto, fiesta establecida el año 274 por el emperador Marco Aurelio. Si fuera así, este origen deja intacta la realidad histórica y religiosa de aquel que vino para ser el verdadero y único “sol de justicia”, conforme al evangelio de san Lucas: «nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte» (Lc 1,78-79). Cristo es el verdadero y único sol que alienta la vida del hombre, creado por Dios por medio de su Verbo, de su Palabra encarnada. Las Navidades no disfrazarían las saturnales en honor del astro rey, sencillamente las sustituirían. Pero, ¿es así? En la Navidad convergen otros elementos que determinaron la fecha de la celebración del nacimiento de Cristo.
Ya hacia el año 336 hay constancia de la celebración en Roma de la fiesta del nacimiento de Jesús, que aparece en el documento más antiguo del calendario filocaliano (el Corógrafo de Furio Dionisio Filócalo). Cabe por eso preguntar, entonces ¿por qué el 25 de diciembre? San Agustín es testigo de una antigua tradición que hace coincidir la fecha de la muerte de Jesús (25 de marzo), su dies natalis, con la de su nacimiento (25 de diciembre). Fuerza tiene la explicación de esta fiesta, justo en el contexto histórico de los debates sobre la persona de Cristo durante el siglo IV, como celebración de la humanidad del Hijo de Dios en su nacimiento en nuestra carne. Sin desechar ninguno de los elementos que convergen en la explicación de esta fiesta, lo importante es, en efecto, entender que la Navidad afirma la carne de Jesucristo, defendiendo su humanidad, como verdadero hombre al tiempo que verdadero Hijo de Dios, de cualquier desviación herética y alejándolo de la mitología pagana.
La primera semana va de la Natividad del Señor a la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. La colocación de esta última fiesta se debe a la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, que colocó de nuevo esta fiesta de la Virgen el día primero del año, siguiendo una antiquísima tradición. La fiesta de Santa María se celebraba en las Iglesias antiguas de Oriente el 26 de diciembre, después de haber celebrado el 25 la Natividad del Señor; o también antes, como en España donde desde el X Concilio de Toledo (656 d.C.) se celebraba el 18 de diciembre, coincidiendo con la expectación del parto de la Virgen; mientras otros países del Occidente, como en la Galia romana en tiempos de san Gregorio de Tours se celebraba el 18 de enero.
En Roma se comenzó a celebrar probablemente en el siglo V con motivo de la consagración el 1º de enero de la iglesia de Santa María la Antigua en el Foro Romano, que data del siglo V y posee muy bellas pinturas marianas en frescos de los siglos VI al VIII en los que la fe cristiana plasma maternidad de divina de María. Esta fecha coincide con el inicio actual del año civil, lo cual trae consigo una reflexión añadida a la fiesta de María que desde el pontificado del beato Pablo VI se hecho ya tradicional, con un importante mensaje de los Papas para esta Jornada Mundial de la Paz. Jesús es así el Príncipe de la Paz que viene a reinar mediante un reinado de transformación interior, don y fruto de la gracia divina.
Antes de la reforma conciliar, la Maternidad divina de María se había fijado en el siglo XX el 11 de octubre, con motivo de la celebración en 1931 del XV aniversario del Concilio de Éfeso. Fueron los Padres de este Concilio, capitaneados por san Cirilo de Alejandría los que, siguiendo la fe del pueblo de Dios, proclamaron a la santísima Virgen como Madre de Dios (en griego Theotókos), porque Jesucristo es en verdad el Hijo de Dios encarnado. María, en efecto, es la Madre del Emmanuel (Dios-con-nosotros) profetizado por Isaías, el profeta que abría el futuro de la dinastía de David a la intervención de Dios en la historia de su pueblo, mediante la cual Dios mismo vendría a reinar como pastor de Israel. Un futuro del pueblo de Dios que la fe en Jesucristo resucitado ve como futuro de la humanidad, cuando Dios todo lo someta al dominio de su Hijo, y como les dice san Pablo a los cristianos de Corinto, Dios mismo venga a ser «todo en todas las cosas» (1 Cor 15,28).
El domingo que cae entre la fiesta de Navidad y el 1º de enero se conoce como “domingo de la infraoctava”, es decir, “dentro de la octava de Navidad”; y tradicionalmente este domingo viene siendo la Fiesta de la Sagrada Familia. Cuando no sucede así, porque la Navidad cae en domingo y el 1º de enero también, entonces se celebra la Sagrada Familia el día 30 de diciembre, como sucede este año. Como se puede ver, todo un conjunto de celebraciones cristianas que llenan delimitan y jalonan el primer tramo de la Navidad. Hay otras fiestas dentro de este primer tramo navideño: son las llamadas fiestas del “cortejo del Rey”. El 26 de diciembre, la fiesta del diácono san Esteban protomártir, primer testigo muerto por causa de Cristo, el discípulo que sigue hasta la muerte a su maestro y señor; el 27 de diciembre, la fiesta del apóstol y evangelista san Juan, al que el evangelio ve como modelo de inteligencia de la fe, capaz de penetrar los signos externos que hablan de la encarnación del Hijo de Dios como revelación plena de Dios; y, finalmente, el 28 de diciembre, la fiesta de los santos Inocentes, que antes incluso de discípulo mártir Esteban, sufrieron por causa del Niño Jesús la muerte ejecutada por un rey cruel y celoso de su imperio despótico como Herodes.
Al comienzo del año arranca el segundo tramo de la Navidad, una vez cumplida la Octava. La edición tercera típica del Misal Romano ha reintroducido la memoria del Santísimo Nombre de Jesús, devocionalmente propagada en el siglo XVI por san Bernardino de Siena, para quien «el gran fundamento de la fe es el nombre de Jesús que hace hijos de Dios». En 1530 el Papa Clemente VII concedió a la Orden franciscana celebrar por primera vez el oficio de la memoria. El contenido bíblico y litúrg
ico de esta memoria es parte, de hecho, de la fiesta del 1º de enero mientras se vinculó a la circuncisión de Jesús, fiesta introducida en la Galia y en España ya desde el siglo VI.
La Epifanía del Señor, de origen oriental, aparece en Egipto como celebración del nacimiento de Jesús. Litúrgicamente adquiere un contenido propio: es la fiesta de la manifestación (en griego epifanía) de aquel que es la «Luz para alumbrar a las naciones», como Salvador universal. Jesús es adorado por los Magos, convertidos en Reyes cuya personalidad representativa recapitula a los pueblos gentiles. La fiesta tiene los mismos contenidos que la Natividad y en el siglo IV se celebraban ya ambas fiestas en Oriente y Occidente. Con la fiesta del Bautismo del Señor, el domingo que sigue al 6 de enero, se cierra el ciclo navideño: Jesús es consagrado (ungido por el Espíritu Santo), para proclamar el reino de Dios y llevar a cabo la obra de la redención.
Que nadie deje de vivir días tan santos, consciente de aquello que celebra y que al celebrarlo se hace presencia de salvación.

Almería, Navidad del Señor de 2016

 +Adolfo González Montes
   Obispo de Almería

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