Carta a los diocesanos en la fiesta de la Virgen del Mar

LA VIRGEN DEL MAR EN LA CATEDRAL DE LA ENCARNACIÓN
EN TIEMPOS DE PANDEMIA Y CRISIS SOCIAL

Queridos diocesanos:

La fiesta de la Virgen del Mar nos convoca este año a su fiesta en la coyuntura de dos circunstancias bien diversas. Una gozosa y de satisfacción para todos los devotos de la Patrona como es la celebración de los quinientos años de la creación de la hermandad de su título y advocación. La Hermandad de la Virgen del Mar a lo largo de cinco siglos ha servido con amor el culto a la Virgen y ha propagado con fervor la devoción a la Madre del Señor en esta advocación patronal. La Patrona de Almería es la estrella del Mar, luz maternal que refleja la poderosa luz de Cristo, sol de Justicia que nace de lo alto iluminando el mundo, rompiendo el tejido viscoso de las tinieblas de nuestros pecados que oscurecen la vida del hombre sobre la tierra.
La otra circunstancia que conforma la coyuntura en la que hoy nos vemos es la pandemia que no cesa, que cobra sus víctimas de dolor y muerte, alentada por conductas irresponsables de quienes creen poder vencer las leyes naturales. Después del confinamiento, la pandemia sigue propagándose y extendiendo esta enfermedad infecciosa, de la que nos hemos de defender cumpliendo las medidas sanitarias de seguridad que nos ayuden a protegernos.
Son dos circunstancias que expresan bien cómo la vida humana se halla entre cosas buenas y malas, realidades contrarias, gozosas y luctuosas. En ellas se desarrolla la existencia de los seres humanos, que es carrera que el hombre ha de ganar para ser coronado en la meta, como los atletas que corren para alcanzar un premio efímero y una corona de gloria que se marchita. San Pablo pone esta comparación a los Corintios y les exhorta a practicar la disciplina con la que el cristiano podrá llegar a la meta sin ser descalificado y así obtener la victoria. Para ello urge no correr a la aventura ni dar golpes en el vacío, sino ejercer disciplinadamente el pugilato.
El aniversario bien significativo de la hermandad de la Virgen del Mar, cinco veces centenaria, pone a la luz que la Madre de Dios ha acompañado esta carrera del cristiano durante siglos, estando al lado de sus hijos en todas las vicisitudes por las que ha pasado nuestra historia, desde la restauración de la cristiandad en estas tierras hasta hoy. Es, pues, una fecha para que la imagen sagrada de la Virgen María entre en la Catedral de la Encarnación y desde el corazón de la diócesis bendiga a todos los diocesanos. Postrados ante su sagrada imagen suplicamos a la Virgen María su protección, le pedimos ser librados de la infección y su maternal auxilio y compañía junto al lecho de los enfermos, confianza en su consuelo y solicitud.
Esta visita de la Virgen a la Catedral fue decidida antes de la irrupción de la pandemia y no sólo responde a la decisión del Obispo, sino que fue bien vista y considerada por la Junta de la Hermandad con motivo de su quinto centenario y así ha sido mantenida por la Comisión gestora. Las cosas que se deciden sin mayor fundamento que el de la opinión y los rumores que alimentan polémicas no acrecientan la devoción a la Virgen ni fortalecen la vida cristiana.
Apelar a las tradiciones humanas no es lo mismo que invocar los artículos de la fe, ni tampoco es lo más acertado oponer la piedad popular a la sagrada liturgia, porque el primado es de la liturgia en razón de la doctrina de la fe; y no podemos cambiar las novenas, los septenarios y los triduos por la santa Misa y los demás sacramentos, los primeros preparan y prologan los efectos de salvación y gracia de estos últimos, que son la meta de la evangelización. En los sacramentos es Dios mismo el que en Cristo sale a nuestro encuentro y nos otorga la salvación por la acción del Espíritu Santo que obra en los sacramentos.
En la Iglesia todo tiene su lugar para bien de la comunión eclesial, que nadie debe perturbar, sobre todo si es movido por pasiones, incluidas las pasiones religiosas, protagonismos o intereses a veces no confesados, aunque sean demasiado conocidos. La Catedral es un templo de grandes dimensiones y admite una presencia de fieles debidamente ordenada por la normativa de la pandemia que nos acosa. La altura de las naves de la Catedral y la aireación que facilitan puertas y apertura de vitrales altos ayudarán sin duda a una mejor protección sanitaria. El circuito interno televisivo permite la retransmisión de la imagen a todas sus naves, haciendo posible la mejor participación de los fieles.
Esperamos, por ello, con ilusión que la fiesta de la Patrona de Almería llene el vaciado de otros actos festivos, pero sobre todo la ausencia de la procesión de alabanzas a la Virgen del Mar. A ello contribuirá que vivamos todos la devoción y la piedad del pueblo cristiano, que rinde homenaje a la Madre del Redentor y Salvador universal en momentos de crisis social ya bien visible. Ahí está el paro laboral y la caída de la producción con sus consiguientes efectos negativos en la vida de las familias y en la sociedad, que trastocan el sistema sanitario y educativo, y las relaciones entre personas y grupos sociales que sostienen la convivencia de las sociedades y las naciones.
Le pedimos a la Virgen que nos proteja intercediendo ante su divino Hijo, para que podamos superar los rigores de una enfermedad infecciosa que ha venido a poner de manifiesto la debilidad que acosa nuestra humanidad. Una debilidad que al ser humano le cuesta aceptar, olvidando su doble condición de criatura y de pecador.
La Virgen María, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, que es su Cuerpo místico, nos ayuda a sostener nuestra esperanza, porque es María es la Madre de la esperanza y de la misericordia. De la esperanza, porque nos ha dado al autor de la vida; y de la misericordia, porque el Hijo de Dios nacido de sus purísimas entrañas nos ha redimido del pecado, dando su vida para que nosotros no perdamos definitivamente la nuestra.
Con todo afecto y mi bendición.

+Adolfo González Montes
Obispo de Almería

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