Otra vez Manos Unidas. Cada mes de febrero adelantan el tiempo de cuaresma, aunque este año caiga tarde. Es una llamada de atención para salir de nuestros espacios de confort y volver la mirada a tantas personas vecinas que, en otras latitudes, nos suplican que compartamos nuestra parcela de abundancia. Y esto molesta. ¿De qué puedo desprenderme? ¿Cuánto de mi dinero debo compartir? ¿Y de mi tiempo? El corazón se cierra cada vez más y lo más peligroso es que, paso a paso, va dejando de amar.
Aunque tantas veces nos quejemos, nosotros nadamos en aguas tranquilas, pues no hay más que echar una ojeada a los espacios que habitamos y descubriremos cuánto acumulamos, cuánto nos sobra, qué pocas cosas nos son necesarias, y ¡cómo nos agarramos a ellas! En el fondo, muchas veces, tenemos el síndrome de la urraca.
Cuando contemplamos los carteles o los pequeños vídeos que nos pasan los equipos de Manos Unidas, nos damos cuenta, en tantas naciones del mundo, de la falta de alimento, de agua, de escuelas, de ambulatorios … y una larga lista de carencias elementales para vivir con dignidad. Todo eso, nosotros sí disfrutamos de ello, aunque quizás nos falte la sonrisa de aquellos que nos miran desde el otro lado.
Las fotos de niños y niñas, de madres, de pequeñas comunidades enteras, nos están reclamando con sus miradas que salgamos de la indiferencia. No hay ningún tipo de reivindicación en sus gestos, en sus juegos de niños, o mientras escriben en la pizarra con las tizas, o se colocan ante la cámara con sus mejores galas, ellos no piden nada, simplemente viven, más o menos, con lo que tienen y nos miran.
Pero ¿y nuestra mirada? Decía que Manos Unidas nos adelantan la cuaresma todos los años, porque su llamada, cuando febrero amanece, está dirigida a que abramos el corazón, como exige todo camino de conversión. Después de la Navidad y sus gastos en comidas y regalos, muchas veces abundantes, después de la cuesta de enero y todas las demás cuestas, es necesario salir del letargo y conjugar en plural el verbo amar.
Al final la Palabra de Dios nos pone en nuestro sitio: “Pero si alguien nada en abundancia y, viendo que su hermano está necesitado le cierra el corazón, ¿tendrá valor para decir que ama a Dios?” 1 Juan 3,17. Después de esto no podemos seguir nadando y guardando la ropa, ha llegado el momento de compartir para ser conscientes que amamos a Dios porque él también nos ama, en plural, a TODOS. ¡Ánimo y adelante!
+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Almería