A las 12 de la mañana del miércoles santo toda la comunidad diocesana estaba convocada a la misa Crismal, misa de Jueves Santo trasladada a miércoles por motivos pastorales. Un numeroso grupo de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos se unieron a esta celebración.
En su Homilía el obispo repasó las lecturas del día haciendo un aviso: «si la Iglesia pierde su misión profética y no es referente para la sociedad. Si no cura las heridas de la humanidad y se convierte en hospital de campaña, no estará cumpliendo la misión que Jesús le encomendó, especialmente en sus ministros».
Invitó a los sacerdotes a vivir la caridad pastoral: «Cuando los ministros viven completamente su entrega sacerdotal, los sacerdotes aceptan los encargos que les manda el obispo y dedican su tiempo por completo a servir a su pueblo». No quiso perder la ocasión para agradecer el trabajo que todos los sacerdotes han realizado para el éxito de las beatificaciones como guías de su pueblo, así como el esfuerzo de todos los voluntarios.
Después de la homilía, los sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales. A la pregunta: ¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo, renunciando a vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación? Los sacerdotes, con emoción, respondieron: ¡Si quiero! La ceremonia tenía su punto culminante en la bendición del los óleos de catecúmenos, enfermos y Santo Crisma.
Como anticipo del día del amor fraterno se ofreció una comida para todos los sacerdotes en la casa “San Juan de Ávila” en la que se deseó el abundante fruto espiritual del triduo pascual.