
La Catedral acogió en la mañana del Martes Santo la celebración de la Misa Crismal, presidida por el obispo y concelebrada por los sacerdotes de toda la diócesis. Junto a ellos, religiosas y laicos participaron en esta significativa liturgia que expresa la comunión de toda la Iglesia diocesana en torno a su pastor.
Durante la celebración se bendijeron los tres óleos que serán utilizados durante todo el año en los sacramentos: el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el santo Crisma, este último perfumado y consagrado solemnemente tras la distribución de la comunión.
En su homilía, el obispo subrayó que la Eucaristía es el vínculo que une a toda la comunidad, y recordó que celebrar no es un acto individual, sino profundamente eclesial: “Cada vez que celebramos la Eucaristía, resuena el eco de todos los lazos tejidos con la vida de nuestra comunidad. Cuando celebramos la Santa Misa, nunca estamos solos, aunque seamos muy pocos, porque llevamos el polvo de los pies de todo el mundo”.
A la vez, el obispo exhortó a los sacerdotes a no olvidar la esencia de su vocación: “Podemos repetir hermosas frases teológicas olvidándonos que somos siervos inútiles. La gente se queja de nuestra intransigencia, y solo somos administradores. Y se nos exige prudencia, trabajo y caridad”.
Después de la homilía, los sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales ante el obispo y el pueblo de Dios, que oró por ellos y por su fidelidad al ministerio.
Antes de concluir, el obispo anunció que con el crisma consagrado serán bautizados ocho adultos en la próxima Vigilia Pascual y serán ordenados los nuevos sacerdotes a lo largo del año. Expresó también su agradecimiento a todos los presbíteros que han acudido a apoyar pastoralmente en esta Semana Santa. La sencilla comida compartida en la casa sacerdotal puso fin a este importante cita en el calendario litúrgico anual.
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