Fondón se une a la celebración de los mártires recordando a sus dos beatos

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

La semana pasada, la parroquia de san Andrés de Fondón recordó a sus dos beatos: Cecilio López López y Fray José María de la Dolorosa; ambos naturales de esta villa de la Alpujarra almeriense. Tras la Misa, el administradror parroquial, Raúl del Águila Gázquez, junto con el diácono, Hernán Dario Cano Henao, dieron a besar la reliquia del beato Cecilio López.

Fray José María de la Dolorosa nació en Fondón, en la casa familiar de la Plaza Alta, en el seno de una familia de labradores, el 3 de agosto de 1901. Fue bautizado el día 5 del mismo mes. La confirmación la recibió en 1910 durante la visita pastoral del arzobispo de Granada. A los pocos días de recibir la confirmación, murió su padre, José, víctima de un accidente laboral el 12 de junio.

Con la luz de la vocación encendida en su alma y con otros muchachos del pueblo, que tienen los mismos sentimientos, forman una especie de cenáculo religioso, ante la incomprensión de muchos de sus convecinos.

Un buen día, sin permiso de su madre, huyó de casa. Llega a Granada y se presenta al superior de los capuchinos, diciéndole que quiere ser fraile. El guardián le admite por unos días, esperando que llegue el permiso de su madre y otros papeles que necesita. La documentación requerida no llega y le envían a la Cartuja, donde los jesuitas le emplean en el trabajo del campo. En esto llega una carta urgente de Fondón, en la que se le anuncia que su madre estaba muy enferma. Enseguida deja Granada y vuelve a su casa. Cuida a su madre y ésta se recupera.

En el verano de 1925 va a Madrid para realizar su sueño de vida religiosa. Siguiendo sus andanzas por la capital, pregunta a alguien dónde tienen el convento los capuchinos. No distinguiendo bien unos frailes de otros, el interrogado lo encamina al Templo Nacional de Santa Teresa en la Plaza de España. El prior del convento le recibe, escucha cuanto le dice acerca de su voluntad de hacerse religioso y, dándolo por bueno, lo envía al noviciado de Segovia. Vicente llegó al convento segoviano en agosto de 1925. El 8 de agosto, el prior, reunido con la comunidad, tratan de la admisión de Vicente y, después del examen de su vocación y de la doctrina cristiana, fue admitido por votación secreta.

Después de medio año de postulantado, viste el hábito de la orden el 11 de febrero de 1926, llamándose desde entonces fray José María de la Virgen Dolorosa. No aspira al sacerdocio, será hermano donado. Superadas todas las pruebas y terminado su noviciado, hizo su profesión religiosa el 12 de febrero de 1928.Estuvo destinado en Ávila 1929-1930, y debió estar de portero allí en el convento de la Santa. Poco después le enviaron al colegio de Medina del Campo y allí seguirá ejerciendo su oficio de cocinero. En Medina hizo su profesión solemne el 12 de febrero de 1931 rodeado de los niños del colegio. En Medina siguió algún tiempo más, y después de vivir algún tiempo en otros conventos pasó a Toledo en 1936.

Con el comienzo de la Guerra Civil, el 21 de julio se había refugiado en la casa del señor Perezagua, Alfileritos 5 (Toledo). Allí pasa la noche junto con otros dos compañeros acogidos al mismo techo: José Agustín y Eliseo, que encuentran la muerte el día 22. Abandonada la casa del señor Perezagua, ¿dónde se refugia José María? Acompañado del sacerdote don Antonio llamó a la casa de Gregorio Parrilla, carbonero de oficio. El sacerdote se marchó enseguida para ir a casa de un hermano suyo. José María se quedó en la casa unos días. Y piensa abandonar aquel refugio y termina por refugiarse en casa de don Emilio González. Allí estaba cuando llegó otro compañero, fray Constancio, y ambos se fueron hacia Madrid, pensando que allí les sería más fácil salvarse.

Se disfrazan de carboneros, con un saquito terrero al hombro y emprenden la marcha. En una fuente, donde bebieron agua, son descubiertos como frailes por los escapularios que llevaban, y los entregan a un grupo de milicianos que se dirigían a Toledo. Los montan en un camión, pero a la salida del pueblo los fusilan, y algunos días después los sepultan en una fosa común.

El beato Cecilio López López, natural de Fondón, nació el 25 de junio de 1901 y se le puso el nombre de Enrique. Sus padres eran agricultores y cristianos practicantes.

A los 15 años ingresó en la escuela Apostólica de Cienpozuelos, donde adquirió los conocimientos de latín y humanidades, anatomía y medicina. Tal era su destreza con los estudios que, según cuenta su bibliografía, memorizó la obra completa de L. Testut.

Al iniciar canónicamente la vida religiosa, en 1919, se le cambió el nombre por el de Fray Cecilio. Destacó pos su servicio con los enfermos e impedidos, así como su hospitalidad con los más necesitados.

De esta forma comenzó su carrera sacerdotal. Sin embargo, se vio truncada a causa de la tuberculosis con hemoptisis. A raíz de ello, Cecilio partió a Colombia para tratar su enfermedad, y allí fue donde su fama creció por sus conocimientos de anatomía y medicina; hasta el punto de que, en varias ocasiones, se le propuso que dejara la Orden para dedicarse por entero a la ciencia.

En marzo de 1935 volvió a España para incorporarse a la casa de Carabanchel, donde permanecería oculto al estallar la revuelta político-militar de 1936. Durante la contienda fue asesinado junto con los demás religiosos de la congregación. Según cuenta su biografía, se despidió de los ancianos a los que cuidaba con las siguientes palabras: «Adiós, hasta el cielo, que nos van a matar». No obstante, de sus frases más célebres se recuerda la siguiente: «Lo terrenal y lo humano desaparece, se deshace. El que sirve a Jesucristo está sobre roca. Le sirve en esta vida con dolores y sufrimientos. Pero lo seguirá sirviendo en la otra vida con gloria y gozo. El servicio de Jesús es eterno».

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